Análisis: Es ciclismo, no un suicidio

Chaves, Valverde y Dumoulin © Giant

Chaves, Valverde y Dumoulin © Giant

Nicolás Van Looy / Ciclo21

Hay una frase, con perdón, que en esta era de inmediatez y redes sociales que sirven como altavoz de cualquier comentario que uno pueda hacer, viene que ni pintada. Es aquella que reza que “las opiniones son como el culo, todos tenemos uno”. Y, en ocasiones, cabría recordar que igual que ciertas partes de la anatomía no se muestran en cualquier lugar o contexto, lo mismo debería de pasar con las opiniones. Las redes sociales, más en el ciclismo, son lo que son. Un reflejo de la inmediatez y de las pasiones de cada uno. Tal y como hemos visto en los últimos tiempos en ámbitos mucho más serios –o así debería de ser– como es la política, es evidente que muy poca gente –desde luego, no el que esto escribe– sobreviviría a un escrutinio concienzudo de sus redes sociales. Es lo que tiene resumir en 140 caracteres, azuzado por la alegría, enfado, ansiedad… o lo que sea, la idea que se le pasa por la cabeza en cada momento. Y, sobre todo, no pensar dos veces antes de darle al botoncito de ‘enviar’.

Digo esto porque hoy, durante la disputa de una de las mejores etapas que se recuerdan en la Vuelta a España y cuando no se había llegado, ni de lejos, a haber cubierto los primeros 100 kilómetros, eran muchísimos los que criticaban a los ciclistas en general y a los favoritos a la general en particular, de no estar moviéndose. De no atacar. De ir, casi, de paseo.

No sé, sinceramente, si los que así opinan llevan mucho o poco tiempo siguiendo el ciclismo. No sé, tampoco, si alguna vez han montado en bicicleta o no –ni maldita la falta que hace, por otro lado, para lo que nos ocupa–. Tampoco sé si alguna vez han tenido la oportunidad de sentir a centímetros de su cuerpo el agotamiento de un corredor recién terminada una etapa. Desconozco si alguna vez se apostaron en una cuneta a ver el paso de los corredores. No tengo ni idea de si son aficionados que viven este deporte desde enero a enero, pasando por los meses de ciclocross, o si sólo se sientan delante de la televisión en julio y septiembre.

En realidad, no me importa todo eso. No creo que sea importante. Los medios de comunicación en general y, sobre todo (en este caso), los especializados en ciclismo, tenemos la obligación y el deber de informar, pero también, de formar. Es el credo. El motivo de ser de la prensa. Y formar no quiere decir adoctrinar. Formar quiere decir que tenemos la misión de plantear, ante ciertas cuestiones, los hechos y argumentos necesarios para que el lector pueda sacar sus propias conclusiones y, llegado el caso, sacarle de su error. Y, ahora, con las redes sociales, ser receptivos a que esos lectores, que fueron sujetos pasivos desde la aparición del primer periódico hasta hace muy poco tiempo, nos contesten y nos enriquezcan nuestro propio punto de vista con sus aportaciones. Comentarios que, si se plantean de manera educada y seria, suelen encontrar en el que esto escribe y en el resto de compañeros de Ciclo 21, la debida respuesta.

Decía todo esto porque lo ocurrido hoy es uno de los mejores ejemplos de lo que pueden aportar los medios en este sentido. Porque la etapa de hoy ha podido ser muchas cosas, pero en ningún momento ha sido un paseo por el campo o una jornada en la que no estuviera ocurriendo nada. A la hora de plantear estas cuestiones hay que intentar hacerlo desde un punto de vista más neutro y sosegado.

Esto es ciclismo, no un suicidio (deportivo) colectivo. Me explico. El ciclismo es, sobre todo, un deporte de equipo. Ningún ser humano sería capaz de arrancar desde la salida de una etapa de 138 kilómetros y seis puertos de montaña, dejar a todo el mundo atrás y protagonizar una escapada épica. Tampoco hay corredor en el mundo que pueda estar atacando y respondiendo a ataques durante tanto tiempo. El ciclismo, y esa es su esencia, es un deporte en el que la eliminación –tanto de fuerzas como de rivales– es tan importante o más como la capacidad de sacar distancia en el momento adecuado.

Se equivocan, y mucho, aquellos que piensen que el ritmo impuesto por Astana y Sky en los primeros compases de la etapa era flojo. No iban a bloque, claro, porque tampoco era el momento de hacerlo. Se trataba, en ese momento, de minar fuerzas en los rivales. De eliminar ayudantes. De quitarse de en medio a los que sobran. El ciclismo es un deporte de fondo. De paciencia. De estrategia. No de bombardeo por saturación.

Todo lo que ocurrió en la fase final de la prueba, explosión de Chris Froome incluida, responde a un guión que se fue cociendo en los primeros compases. A circunstancias que necesitaban de un cocinado a fuego lento para producirse. Que Quintana fallase y perdiese tres minutos en cinco kilómetros no es algo que ocurra todos los días. A algo se debe. Que Valverde tuviera que dejar marchar a sus rivales y conformarse con regular y mantener su ritmo, tiene un porqué.

Todo en el ciclismo tiene un porqué. Hay un motivo por el que siempre se permite una escapada. Igual que hay una razón por la que, en las grandes etapas de montaña, los equipos con hombres para la general procuran meter a un corredor en la fuga para que ruede por delante. De la misma manera que existe una justificación para que, los días de viento, los corredores busquen desesperadamente la cuneta. O para que, cuando se va a entrar en tramos adoquinados, todo el mundo busque las primeras posiciones aunque eso implique tragarse todo el viento.

Si entendemos eso y nos paramos a pensar un poco, nos daremos cuenta de que lo de hoy ha sido un etapón en el que no ha habido ni un segundo de descanso para nadie. Ni para Froome, que se cayó nada más empezar, ni para los que iban en el grupo del Astana que quería eliminar al de Nairobi.

Sin embargo, los que se enrocan en querer ver a los Aru, Valverde, Purito, Froome, Quintana, Dumoulin y compañía atizarse desde la bajada de la bandera hasta la línea de meta se equivocan. Se equivocan de pleno. De hecho, y con el debido respeto, se equivocan de deporte. O quizás, de especialidad. Porque, aunque seguramente no lo sepan, lo que de verdad les gustará serán las pruebas de eliminación en pista.

6 comentarios

  1. Toda la razón. La etapa de Andorra ha sido alucinante. Hay mucha gente (incluso algunos osados «periodistas» de esto de las dos ruedas) que confunde el ciclismo con el boxeo. Qué se le va a hacer, ellos se lo pierden, porque catalogar la etapa de hoy de «aburrida» no demuestra más que ignorancia de lo que es este deporte. Como decía… Qué se le va a hacer. Saludos.

  2. hola Nicolás, encantado de leerte siempre, como aficionado medio he disfrutado mucho desde los 80 con este deporte, del cual reconozco perdí interés en la siniestra década anterior totalmente decepcionado por los motivos que ya supones.

    Mi opinión es que esto va a peor y no hay quien lo pare; se ha perdido la espontaneidad y la ambición en carrera generalmente, todo está demasiado encorsetado y extremadamente calculado para que previsiblemente todo se juegue en la mayoría de las etapas en el último puerto. Esto hace unos 20 años era impensable. No era de locos por ejemplo que Induráin saltase del pelotón a falta de 80 km en con la intención de que Perico rematase la jugada (por cierto, esta táctica nunca le salió del todo bien al Reynolds-banesto en cauterets 89 o alpe dhuez 90).

    Y sí, el ciclismo es un deporte de equipo pero al menos antes servía para atacar en los avituallamientos y meter en fuga a compañeros para después montar un pifostio como decía antes, es decir de forma atacante y no sólo en plan protector y arma defensiva.

    Supongo que está «digievolución» a la inversa del ciclismo tiene muchos padres (9 corredores por equipo, pinganillos para órdenes de equipo, puntuación uci, potenciómetros, etc…) y todo ello resta «espectáculo» a este deporte.

    La etapa de ayer, es de agradecer en estos tiempos por su desnivel, de acuerdo, aunque no por su kilometraje, por que ¿donde está el fondo? han desparecido los esfuerzos de 200 km en montaña y las cronos de al menos una hora. En la vuelta es complicado por su orografía pero no tanto en el tour.
    En fin que comparto tu interés en que la gente no crea que ciclismo son «los autos locos» pero también creo que este deporte sufre un proceso irreversible desde hace al menos 20 años que está propiciando una previsibilidad y pasividad que nunca le ha caracterizado.

    perdona por el tochazo jeje y un saludo!

    • NICOLAS VAN LOOY

      Timonel,

      No te falta razón a la hora de hablar de la ‘digitalización’ del ciclismo. Eso es indiscutible. En cuanto al ciclismo de los 80-90-00 y, ahora, 10 (hablo de décadas, siempre queda raruno eso de los 10), no me gusta nada hacer comparaciones porque nos lleva, irremediablemente, a hablar de si, con las normas y controles actuales, aquello hubiese sido posible. Es un tema al que, aviso, no voy a entrar porque creo que no es bueno ni para el ciclismo ni para el deporte en general. Sólo voy a hacer una apreciación al respecto cuando hablas de que perdiste el interés en la «siniestra década anterior». Te invito a una reflexión: ¿fue siniestra porque se evolucionó ‘el consumo’ o porque esa evolución vino acompañada de una similar en la detección? Cada uno puede sacar sus conlusiones y tener su opinión al respecto. Tengo la mía, pero no es prudente ni correcto que la exponga aquí porque podría ser confundido con la opinión del medio o un mensaje profesional y no personal.

      En cualquier caso, como te digo, esa digiltalización tiene cosas buenas y malas, pero lo que hace que el ciclismo cambie, además de lo mencionado en el párrafo anterior, es la cada vez mayor inversión necesaria para la puesta en marcha de un proyecto. Cuando se invierten sumas tan grandes de dinero, se exigen resultados y, por lo tanto, las locuras deben de quedar necesariamente al margen.

      Y, por último, una apreciación más: ¿no crees que, quizás, el fondo de ir más allá de los 200 kms pueda verse, de alguna manera, compensado por superar los 5.000 metros de desnivel positivo en sólo 138 kms? Una simple división nos arroja que, de media, ayer se salvaron unos 30 metros de desnivel positivo por kilómetro (y en la división se incluyen las bajadas). Repito, es una apreciación… las conclusiones, cada uno debe de sacar las suyas.

      Un saludo y, sobre todo, muchas gracias por seguirnos y comentar con nosotros tus opiniones!

      • gracias por tu respuesta Nicolás,

        matizo y amplío lo de «década siniestra»…
        Cuando todo salta por los aires en aquel tour98, se tiene la oportunidad perdida de luchar y actuar impunemente ante el dopaje sistemático, sin embargo ante nuevas evidencias de que el problema seguía se tapó creyendo que de esta forma se beneficiaba al ciclismo hasta que todo volvió a estallar aún con más virulencia, dañando la imagen y credibilidad a cotas difíciles de recuperar a medio plazo. De todas formas ya quisiesen otros deportes presumir del rigor que actualmente tiene el ciclismo ante el dopaje, fútbol o baloncesto por decir los más conocidos.

        y con respecto a la etapa quise decir que bienvenidas sean estas etapas de un desnivel tremendo, con puertos encadenados, el resultado salta a la vista, pero el patrón de dureza no tiene porque estar reñido con el kilometraje, aunque eso ya entra dentro de mi valoración particular.

        Un saludo y un placer.

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