Ciclocross 2018-19: Invierno con olor a primavera

Wout Van Aert_Mathieu van der Poel_Hoogerheide_2018

Van der Poel y Van Aert volverána ser los dos grandes referentes invernales / © UCI

Nicolas Van Looy / Ciclo21

El invierno, esa época del año caracterizada por la lluvia, los cielos grises, el frío y las pocas horas de luz solar, ha llegado, en lo que podría ser una metáfora perfecta, con una tormenta perfecta instalada en el centro mismo del mundillo del ciclocross. Wout Van Aert, tres veces campeón del mundo, ganador de todo y una de las dos grandes figuras internacionales de la especialidad, ha decidido romper su contrato con Sniper Cycling de forma unilateral sólo dos días después de su primera carrera en Geraardsbergen y apenas unas horas antes de subir al avión que el pasado miércoles le llevó hasta Waterloo para la disputa de la primera prueba de la Copa del Mundo. La historia, es verdad, viene de lejos; pero el estallido de esta crisis justo en este momento condicionará, no sabemos todavía hasta que punto, el resto de la temporada.

Es demasiado pronto para saber si Van Aert, que por el momento correrá como independiente, encontrará un equipo con el que disputar las clásicas de primavera –en ruta es imposible presentarse en la salida de una prueba de primer nivel como independiente– y, por lo tanto, resulta del todo aventurado pensar cómo afrontará el belga la campaña invernal tanto a nivel emocional como, sobre todo, físico ya que sus planes cambiarán enormemente en base a su presencia o no en la primavera rutera.

Frente al actual portador del maillot arcoiris, un Mathieu van der Poel que arranca, por fin, una temporada alejado de lesiones y problemas. Las alegrías y las penas, dicen, van por barrios y parece que eso es algo que en el ciclocross es un dogma. Si las últimas campañas fue el belga el que encontraba un lecho de rosas en su camino durante las primeras semanas, todavía otoñales, de la temporada mientras el neerlandés peleaba contra las lesiones; ahora parece que es el de Corendon-Circus el que vive un sueño frente a la pesadilla que atraviesa el ex de Crelan-Charles.

Sea como fuere y a estas alturas de la película, toca analizar qué puede dar de sí la temporada que arrancó el pasado fin de semana en Geraardsbergen con la primera cita del Brico Cross, un torneo que viene creciendo con fuerza en los últimos años, y que este fin de semana, con la primera puntuable de la Copa del Mundo, entra de lleno en las grandes citas. Y toca hacerlo agarrándose a los planes iniciales de las dos grandes figuras. Con Van Aert queriendo repetir el programa del pasado invierno, ahora es Van der Poel el que está tomando el mismo camino. Por ello, y dado que sería una sorpresa tremenda que los Van der Haar, Sweeck, Aerts, Soete, Vanthourenthout y compañía puedan dar ese enorme salto que les coloque al mismo nivel que los dos grandes del ciclocross actual, todo lo que sobre este invierno podamos elucubrar deberemos hacerlo, necesariamente, pensando en clave primaveral. Ello implica, claro está, que quizás volvamos a una situación de mayor igualdad entre Van Aert y Van der Poel, que en los próximos meses deberá, como ya hiciera el belga en la 2017-2018, nadar y guardar la ropa a la vez para no hipotecar en exceso una campaña clasicómana en la que, quiera o no quiera, será siempre medido con el altísimo listón dejado por Van Aert a principios de este mismo año.

El neerlandés deberá, además, demostrar que sus piernas están a la altura de su hiperactiva ambición ya que, su aterrizaje en las clásicas llegará cuando, tras la campaña crossista, arranque la temporada más importante para su sueño de clasificación olímpica en el BTT. Todo ello, claro está, es la razón de su ausencia en las dos primeras citas de la Copa del Mundo. Las puntuables de Waterloo y Iowa quedarán huérfanas del que fuera gran dominador del último curso lo que, unido a las ausencias de un enorme número de figuras europeas, resta bastante atractivo a esta aventura que la UCI se empeña en mantener a flote en aras de la internacionalización de la especialidad.

En cualquier caso, el telón se ha levantado y todo lo dicho hasta ahora no son más que los ingredientes, crudos y sin apenas preparación, con los que habrá que ir cocinando una temporada de la que lo único que sabemos seguro es que volverá a hacer disfrutar a unos aficionados incondicionales que ven en ella la esencia más pura del pulso ciclista sin artificios. Carreras en las que, como bien explica siempre Felipe Orts, se sale al cien por cien desde el pistoletazo inicial y se sigue así hasta la meta o hasta que el motor no da para más. Fuerza, técnica y concentración. Nada más… y nada menos.

Las challenges, centro de la temporada regular

Van der Poel_Hoogerheide_2018

Van der Poel se llevó la CDM / © UCI

Como los habituales del ciclocross saben –aunque siempre es bueno recordarlo para aquellos que descubren ahora la especialidad– la temporada regular del ciclismo invernal está marcada por las tres grandes challenges que forman la Copa del Mundo, el Superprestigio y el Trofeo DVV. Un trío al que este invierno se acerca mucho un Brico Cross que lleva varios años haciendo las cosas realmente bien y que, a poco que consiga reunir buenos planteles de salida en sus pruebas, está ya en clara disposición de pelear en importancia con las tres citas históricas.

La UCI vuelve a apostar por un calendario de nueve citas puntuables para su Copa del Mundo sin que la deseada y buscada internacionalización se deje ver más allá de la visita inicial a Estados Unidos, las históricas pruebas de Tabor (República Checa) y Pont-Château (Francia) y, claro está, la parada en Berna (Suiza) como previa a la cita mundialista que en 2020 se disputará en la ciudad helvética de Dübendorf. Más allá de esas salidas, la Copa del Mundo volverá a tener su epicentro en Bélgica (Koksijde, Namur y Heusden-Zolder) y Países Bajos, donde el 27 de enero se cerrará esta nueva edición con la prueba de Hoogerheide.

Y si la competición del máximo organismo mundial no consigue sacar el ciclocross de Flandes y Países Bajos, menos lo hacen las otras tres competiciones con presupuestos sufragados por completo por empresas privadas cuyo público potencial es, principalmente, el belga flamenco. Así, sólo el Brico Cross, que este año contará con ocho puntuables, hace una incursión fuera de Bélgica para celebrar su octava y última cita en el circuito de Hulst (Países Bajos). Por su parte, tanto el Superprestigio como el Trofeo DVV celebran sus ocho puntuables en Flandes, con la histórica excepción del Brussels Universities Cross que el 6 de enero llevará el ciclocross al centro urbano de la capital europea.

Los Campeonatos, flor de un día

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Van Aert dominó en Valkenburg / © Belga

Y para poner un poco más de sal a toda esta apretada agenda de fines de semana –y fiestas navideñas–, el calendario estará salpicado, aquí y allá, por los campeonatos, esas pruebas de un día que ponen en juego los maillots de campeones nacionales, continentales y, claro está, el más apreciado, buscado e importante de todos: el maillot arcoíris de campeón del mundo.

Los primeros en ponerse en juego serán los títulos europeos (y panamericanos), que se disputarán el fin de semana del 3 y 4 de noviembre en Rosmalen (Países Bajos) para que el día 13 de enero, los países europeos pongan en juego las camisetas nacionales que, en el caso de España, se peleará en Pontevedra.

Por último, la gran cita de la campaña invernal llegará, como siempre, en el primer fin de semana de febrero con la disputa del Campeonato del Mundo que este año se celebrará en el atractivo circuito de Bogense (Dinamarca).

Hay vida más allá de Van der Poel y Van Aert

Pidcock viene pisando fuerte / © Sport.be

Ya hemos hablado, al principio de este prólogo invernal, sobre la situación personal y deportiva en la que llegan Mathieu van der Poel y Wout Van Aert, los dos grandes popes del ciclocross, al arranque de la campaña. Es cierto, ya se ha apuntado, que parece muy poco probable, si no imposible, que alguno de los muchos aspirantes que esperan pacientes a su salto definitivo a la ruta para ocupar su trono pueda ponerse a su nivel, pero también es cierto que hay vida más allá de los dos grandes.

Ya vimos en el pasado, durante el dominio tiránico que Sven Nys impuso sobre tantos inviernos, que en ocasiones sólo hace falta encontrar a alguien que realmente crea que puede plantar cara a los grandes dominadores. Ahí tuvimos, sobre todo, el caso de un Niels Albert que, en el mejor momento del Caníbal de Baal, supo sincronizar sus piernas con una ambiciosa mentalidad y poner en aprietos al que, por entonces, era el gran intocable de los circuitos.

Van der Poel y Van Aert fueron, hace ya algunos años, dos jóvenes niñatos insolentes que se saltaron varios capítulos de su libro de texto para medirse en los exámenes más complicados con los entonces dominadores del asunto. Llegaron y aplastaron a la competencia. Nys, ya mayor, optó por la jubilación y otros como Tom Meeusen, quizás el más perjudicado por la irrupción del belga y el neerlandés, se hundió en sus miedos y dudas y nunca terminó de dar el último paso que tan cerca parecía tener para convertirse en un grande.

Pero ahora, además de contar con un importante número de jóvenes corredores que, algo menos insolentes, han cumplido los plazos de una forma más ortodoxa para llegar a lo más alto de la lista de favoritos, Van Aert y Van der Poel vuelve a dar muestras de su ambición sin límites y tienen miras puestas en la ruta y/o el BTT, algo que puede dar aire a sus más inmediatos perseguidores.

En los últimos años hemos visto como los Van der Haar, Soete, Sweeck, Vanthourenthout… han optado por, viendo que resultaba imposible aguantar el empuje de los dos dominadores durante toda la temporada, planificar un único pico de forma con el que poner en aprietos a esos fenómenos. No siempre, especialmente el año pasado con un Van der Poel imparable, la cosa se tradujo en victoria; pero sí sirvió para poner presión sobre los hombros de dos corredores que, de no ser así, eclipsaría –todavía más– por completo a toda la competencia.

Desde abajo, además, llegan Eli Iserbyt (que ya ha dicho que hará la Copa del Mundo y el Mundial como Sub23) y, sobre todo, Tom Pidcock con ganas de repetir la historia. El británico, un portento tan grande que nadie sabe muy bien dónde colocar su límite, está deseoso de saltarse las mismas reglas que ya pasaron por alto Van der Poel y Van Aert y medirse a ellos de tú a tú. Ha creado su propio equipo, abandonando por lo tanto la protección de la megaestructura Telenet Fidea Lions y, como Van Aert y Van der Poel, tiene la vista puesta también en la ruta, donde un tal Remco Evenepoel, viaja en rumbo de colisión con el británico.

Las mujeres, a seguir ganando terreno

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Sanne Cant, la mujer a batir / © Belga

Si algo tuvo bueno el dominio de Mathieu van der Poel y el consiguiente aburrimiento que podían producir las carreras masculinas el pasado año fue el importante aumento de interés que ello provocó en las pruebas femeninas. Tal y como sucede en la ruta, pero de forma más acentuada en el ciclocross, el ciclismo femenino está creciendo de forma exponencial tanto en calidad como en espectacularidad.

Es cierto que Sanne Cant acabó la temporada como la gran dama del invierno, pero no es menos cierto que su dominio quedó muy lejos de lo que hizo su compañero de equipo en el cuadro masculino. Pruebas tremendamente abiertas apoyadas, ya era hora, por una mayor profesionalización de la categoría gracias a la cada vez mayor igualdad de premios y condiciones entre hombres y mujeres han provocado que muchos aficionados esperen con más interés la contienda entre las mujeres que entre los hombres.

Además, la categoría femenina también ha conseguido hacer realidad la soñada internacionalización del ciclocross mucho antes que la masculina. Mientras que ver un top10 con mayoría de banderas no belgas sigue siendo un sueño en el caso de los hombres, la competencia en el ámbito femenino es feroz. Sanne Cant es, prácticamente, la única fija en unos top10 en los que mujeres como Eva Lechner, Maud Kaptheijns, Ellen Noble, Pauline Ferrnad-Prevot, Helen Wyman, Katerina Nash, Christine Majerus, Katy Compton y tantas otras se encargan de asegurar la variedad de resultados y, sobre todo, evitar esa maldita endogamia flamenca del cuadro masculino.

En un claro reflejo de lo que debería hacer España con su ciclocross –luego hablaremos de ello–, el cross femenino ha conseguido un grado de madurez envidiable en el que cada vez es menos habitual ver equipos unipersonales y, sobre todo, consiguiendo atraer a más marcas y mecenas para crear nuevas estructuras.

Uno de los últimos ejemplos de ello lo tenemos con la aparición del Trek Factory Racing Ciclocross que, sin equipo masculino, reúne a Ellen Noble, Evie Richards y Emma Swartz en una clara apuesta por uno de los sectores más pujantes del ciclismo mundial.

España, con dos equipos y con mucho por hacer

Orts será la referencia española / © Ciclo21

Y, por primera vez en nuestra historia, España contará con dos equipos UCI. Al Delikia-Ginestar que el pasado año arrancó con Felipe Orts,  Ismael Esteban y Elena Lloret (que este año es sustituida por Luisa Ibarrola) se une ahora el Nesta, que tendrá a Kevin Suárez y a Lucía González.

Habrá haters que digan que la creación de equipos UCI no ayuda en nada al crecimiento de un deporte que, es cierto, tiene mucho más de individual que de grupal, pero esos planteamientos son, seguramente, los que provocan o buscan que nada cambie en un status quo de comodidad para poder seguir viviendo –o malviviendo– en un mercado muerto que sólo puede reflotarse dejando caer a los más débiles.

La Copa de España ha perdido el apoyo de Loterías del Estado y la RFEC no ha encontrado ningún otro comprador para el evento. La challenge sigue reducida a unas paupérrimas cuatro pruebas. Pascual Momparler se las ve y se las desea, cada año, para presentar una selección a la altura de una potencia como España en las grandes citas internacionales. Y todo ello, que es lo más desesperanzador, con el apoyo popular por la especialidad en horas altas. Cada vez son más los aficionados que acuden a los circuitos y, sobre todo, que se inscriben en las pruebas. El trabajo del técnico valenciano, en cualquier caso, demuestra que ha conseguido mejorar sustancialmente los resultados de los más jóvenes, por lo que el camino por él abierto se antoja como el correcto a seguir.

Por ello, es imperativo que los que dicen dedicarse a esto y amar este deporte, se planteen de manera seria y honesta si seguir haciendo lo que se ha hecho hasta ahora es lo correcto. Pelear objetivos propios en equipos unipersonales sin más ambición que aguantar un año más en un deporte que muchos se toman más como una afición que como una dedicación no parece la mejor manera de escalar peldaños en la escalera internacional.

Ania, González, Suárez y Gutiérrez, con sus nuevos colores / © Nesta

La creación de equipos, más o menos ambiciosos, al menos ayuda a generar las estructuras necesarias que permiten a sus mejores corredores centrarse en los entrenamientos y la competición. A la larga, claro está, habrá que ser más ambiciosos. Será necesario tomar la dolorosísima decisión de dejar caer a buena parte de toda una generación de ciclistas que, llevados a los circuitos más allá de los Pirineos, no pueden más que pelear por objetivos personales sin salir de la zona anónima de la clasificación. Hacerles ver que, llegados a su top, donde van a ser más útiles es poniendo a disposición de los más jóvenes su enorme y valiosísima experiencia para comenzar la casa por los cimientos.

Alguien, quizás Momparler –al que, como a cualquier seleccionador, se le pueden criticar las decisiones puntuales, pero del que no se puede dudar su compromiso con la especialidad– deberá, más pronto que tarde, hacer borrón y cuenta nueva y poner todos esos (escasísimos) recursos que la RFEC dedica al ciclocross al servicio de los más pequeños. Si me apuran, de los benjamines en las escuelas. Convertir a esas víctimas de la limpia en una red de profesores que busquen, encuentren y guíen a esos talentos para que, llegado el momento, puedan olvidarse de mendigar ayudas a sus clubes y tiendas de bicis locales; suplicar un euro al tío rico de la familia o al primo concejal de deportes en el ayuntamiento y salir, englobados en estructuras con músculo, a correr fuera. A formarse, como lo han hecho todos los dominadores que en el ciclocross han sido, en los grandes circuitos del panorama internacional y a bregarse con los talentos de su edad que en el futuro serán los amos del panorama. Sólo así, dando una verdadera igualdad de oportunidades a nuestros corredores, se podrá comenzar a andar el larguísimo camino que España tiene por delante.

Decisiones complicadas y soluciones a muy largo plazo. No parecen la receta más popular entre las elites con capacidad de decisión en cualquier ámbito de nuestro país. Por ello, tratemos de ser optimistas y ver, en la creación de esos dos equipos, el paso adelante que realmente son. Insuficientes, sí; pero dos pasos adelante.

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