El mejor medio año de Alejandro Valverde

Alejandro Valverde, a por 2018 © Movistar Team

El ciclismo español, ese ciclismo de Pirineos hacia abajo, de sello auténtico, grandes agonistas. Ciclistas morenos, finos, afilados, algunos hijos del hambre (Cañardo, Bahamontes, Ocaña), otros bebiendo de las mieles de una época dorada (Perico e Indurain), héroes en medio de la tormenta (Contador)….

Ciclismo de vueltas por etapas, de grandes vueltas si puede ser, hasta que una generación dijo basta. Leyó y se instruyó en las hazañas del irrepetible Miguel Poblet, el noi de Montcada que ganó dos veces en San Remo. Ciclistas que miraban a Bélgica, a Italia y veían clásicas o adoquines (Freire y su inseparable Horrillo).

luego está Alejandro Valverde que es un poco de los primeros, pero también otro tanto de los segundos. Un ciclista irrepetible, que posiblemente nunca volveremos a ver nada igual. Un tío que vibra y hace vibrar. Un amor incondicional por la bicicleta, el ciclismo. El personaje que en el lecho húmedo y hostil de aquella curva de Dusseldorf, sólo pensaba en volver a ser ciclista, en volver a ganar.

Hasta esa tarde de verano alemán, tarde de julio, de agua y fresquito, Alejandro Valverde había firmado, en su 16ª temporada profesional, el mejor bagaje jamás visto.

Hubo un día, yo creo, que para Valverde las cosas cambiaron de signo. Fue cuando pisó, por fin, el podio del Tour. Ese día se quitó una espina clavada, que le dolía, en la carrera por la que sacrificó mucho, incluso una aún más prolífica trayectoria en las grandes clásicas.

El artículo completo, en Joan Seguidor.

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