En Amsterdam ya no caben más bicicletas

Amsterdam

Imagen habitual en Amsterdam

Nicolás Van Looy / Ciclo21

La noticia es, cuanto menos, llamativa. Cuenta Ferargus O’Sullivan, de The Atlantic Citylab que Amsterdam se ha quedado, literalmente, sin espacio para aparcar más bicicletas. No caben más. Así de simple. El Ayuntamiento, claro, ya ha iniciado los estudios y los trabajos para encontrar una solución en una ciudad que vive por y para la bicicleta como medio de transporte pueda dar una solución adecuada a sus miles de usuarios diarios. La opción, tan sencilla como complicada: aprovechar el único espacio que queda, es decir, bajo el agua.

El consistorio de Amsterdam ha anunciado que excavará bajo el Ij un aparcamiento que podrá dar servicio a un total de ¡7.000 bicicletas! lo que llevaría a la suma total de 21.500 plazas de parking para bicicletas en la zona más céntrica en el año 2030. Además, habrá que sumar dos nuevas islas flotantes con espacio para 2.000 bicicletas ¡cada una!

O’Sullivan explica que esta enorme inversión se justifica por el hecho de que el 57% de los residentes de la ciudad holandesa utilizan diariamente la bicicleta como medio de transporte, algo que ha convertido en una auténtica pesadilla para las autoridades qué hacer con tal cantidad de velocípedos una vez que llegan (normalmente todas juntas en las horas punta) al centro de la ciudad, formada por un complicado laberinto de calles estrechas donde los coches o no caben o tienen graves problemas para maniobrar. Esa misma estrechez es la que obligó en el año 2013 a retirar un total de 73.000 bicicletas ‘mal aparcadas’.

Las cifras que arroja el operativo de retirada de bicicletas (la grúa de las bicis) justificarían por sí mismas la enorme inversión en la creación de nuevos parkings. Retirar cada una de ellas supone un gasto para el Ayuntamiento de entre 50 y 70 euros, pero el ciudadano puede recuperarla del recinto ‘de la grúa’ por 10 ó 12 euros. Si bien una solución sencilla sería al de subir el precio por retirar la bicicleta por encima de su coste de retirada, O’Sullivan nos recuerda que la oferta de bicicletas de segunda mano en la ciudad es tan vasta (y económica) que la cosa no funcionaría.

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