García Cortina, un largo camino por delante

Garcia Cortina_Roubaix_2017

García Cortina (izq), durante la París-Roubaix / © Bahrain-Merida

Nicolás Van Looy / Ciclo21

Jon Rham, que es vasco y tiene hombros de aizkolari y altura de baloncestista, juega al golf igual que habla. Con verso rápido y preciso. Con vehemencia. Tanta, que la pasada semana se autoproclamó aspirante al triunfo en el Masters. Iván García Cortina, que es asturiano y tiene piernas de percherón y culo de esos que en ciclismo se llaman gordos, pedalea como si entre su nombre y su apellido faltase un Van. En sus ojos, que brillan con fuerza cuando alguien le nombra la palabra adoquín o clásica, se atisba el hambre por dominar unas carreras que el pasado miércoles, a orillas del río Escalda, allá donde nacieron leyendas que ahora hacen mutis por el foro, le permitieron un primer escarceo. Ambos, que se llevan un año justo, encarnan a la perfección esa nueva generación de deportistas, españoles en este caso, que está llamada a jubilar a unos abuelos que, hasta hace cuatro días, eran los amos del asunto y que ahora, ante su empuje, ponen rumbo a la jubilación.

Rham y García Cortina se plantaban este fin de semana, cada uno en lo suyo, con grandes sueños. El vasco, más impetuoso, soñaba con ganar un Masters que acabó en manos de un Niño que más bien es Peter Pan y el asturiano, que siempre supo el terreno –adoquinado– que pisaba, no pudo cumplir el sueño de cruzar la línea de meta. Dos lecciones de humildad que no significan un paso atrás. Que no deben leerse como un contratiempo. Dos cachetes que el destino, que es listo y paciente, les ha dado como aviso. Hay tiempo. Todo el del mundo. Vendréis aquí, a Tierra Santa, y la conquistaréis. Pero no hoy. No ahora. Todavía no.

Iván García Cortina no es, pese a que en las crónicas, donde no hay espacio para entrar en el detalle, así lo hayamos dicho, nuevo en estas lides. El asturiano, que mamó cantera belga y tiene más espacio dedicado en la wikipedia en neerlandés que en español, se ha estado peleando con estos caminos infernales desde que su carrera ciclista se quitó los ruedines. Él, con su cuerpo de flandrien a medio hacer y su inglés inseguro en la palabra, pero decidido en el verbo, tuvo la oportunidad que no tuvieron los que antes que él abrieron senda. Él, un percherón en el que se atisba un purasangre, no ha tenido que esperar a pasar a profesionales, a ganar un Mundial, para que un equipo de primera línea vea en él lo que aquí a nadie le interesa.

García Cortina quiso dejarse ver en la París-Roubaix. Se metió en el primer corte esperando, deseando, que aquel fuera el bueno. En ninguna carrera del mundo se puede sacar tanto petróleo de la fuga del día. Como en el mayo francés, no tan lejos de donde el de Bahrain-Merida empezó su aventura profesional en el Infierno, confió en que bajo los adoquines hubiese arena de playa, pero no. Bajo los adoquines, y eso se aprende con el tiempo y sabiendo ver y escuchar mientras se mantiene un reverencial silencio, sólo hay sufrimiento, esfuerzo y, en todo caso, la sangre de los que antes que él, durante 115 años, se han ido dejando parte de su vida allí.

Pero García Cortina, que ya vuelve a parecerse a sí mismo después de que –novatada mediante– le raparan el pelo a cero, sabe bien a qué ha venido aquí. No se dejó engañar por el undécimo puesto a orillas del Escalda en aquel día mágico del aperitivo del adiós. Soñó con llegar destacado a Troisvilles, el lugar donde su presente debía a comenzar a escribir su futuro. No lo consiguió. Pinchó. Se desesperó. Esperó. Pero ya era tarde. En la París-Roubaix siempre es tarde.

Volverá. Igual que Rahm volverá, tras pinchar también, dentro de un año. Y las cosas serán distintas. Su bicicleta volverá a botar sobre unos adoquines que irán puliendo sus aristas de juventud. Unos pedruscos que irán sacando el diamante que esconde. Unos pavés que, algún día, con un poco de suerte y mucho empeño, quizás domine. Porque Iván García Cortina, que es asturiano y, por ello, sabe del frío, de la lluvia y del viento; dio la espalda a sus Anglirus, Lagos, Cobertorias y miró al norte. A ese norte que soñó de niño, aprendió como adolescente y ahora, ya hombre, quiere conquistar. Lo hará.

Comentar

Su dirección de correo electrónico no será publicada.Los campos necesarios están marcados *

*