La visita del Tour a Rotterdam

Cancellara fue el primer líder

Cancellara fue el primer líder

Ángel Olmedo Jiménez / Ciclo 21

El Tour, durante los últimos años, ha tenido una importante vocación viajera a la hora de colocar su “Gran Départ” en países distintos del galo, promocionando la grandeza de una carrera que, además de patrimonio francés, se ha hecho, por méritos propios, un lugar en el universo.

En este sentido, en la última década, el Tour ha partido en más ocasiones desde fuera de Francia que desde la patria de su nacimiento y creación. En 2007 fue Londres quien actuó de promotor del banderazo de inicio, en 2009, Mónaco, el año siguiente Rotterdam, dos después, Lieja, Leeds 2014 y el año pasado Utrecht quien contó con tan alto privilegio.

Holanda, como ya se ha expuesto, ha sido un país que ha venido acogiendo a la serpiente multicolor con una afición que se vuelca ante la salida del pelotón. En 2010, la ciudad de Rotterdam, la que alberga el puerto de mayores dimensiones de la Unión Europea, fue el centro de las operaciones del Tour.

La carrera comenzó con un prólogo de algo menos de 9 kilómetros que recorría las calles de la ciudad holandesa y que no presentaba, a priori, ningún tipo de dificultad digna de mención.  Ataviado con el maillot de campeón del mundo de la disciplina contra el crono, el suizo Fabian Cancellara (Saxo Bank) no tuvo piedad de sus rivales y, rodando a una media de más de 53 kilómetros por hora, barrió cualquier atisbo de sombra.

Las diferencias fueron muy elevadas para la distancia y la disciplina. El alemán Tony Martin se situó en segunda plaza, a diez segundos del líder. El estadounidense Lance Armstrong (RadioShack) fue tercero, cediendo veintidós segundos ante Cancellara. El hombre que defendía campeonato, Alberto Contador (defendiendo los colores de Astana), concluyó sexto, con un registro que superaba en 27 segundos al del ganador.

Contador y Schleck en el Tourmalet © velonews

Contador y Schleck en el Tourmalet © velonews

Su gesta, clavando el cronómetro en diez minutos justos, le otorgó el primer maillot amarillo de la nonagésima séptima edición del Tour. Pero no era la primera ocasión en la que Cancellara se imponía en un prólogo de la Grande Boucle. De hecho, en 2007 y en 2009 (también fuera de Francia, en Londres y Mónaco, respectivamente), “Espartaco” había batido a todos sus rivales.

El día estuvo marcado por la impenitente lluvia holandesa. Los ciclistas que contaban para la general guardaron sus esfuerzos (Contador, Armstrong, Andy Schleck, Bradley Wiggins, Ivan Basso, Cadel Evans, Carlos Sastre o Denis Menchov) y escatimaron los riesgos (sobre perder todas las opciones en el Tour el primer día pueden preguntar a Chris Boardman).

Pero una de las noticias que dejó estupefactos a los seguidores fue la no salida de Florencio, el ciclista español de Cervélo hoy director en Katusha, a quien su equipo le impidió iniciar la carrera por haber recibido tratamiento (presumiblemente, efedrina) sin avisar a los médicos del conjunto.

Al día siguiente, Rotterdam sería el punto de arranque de la primera etapa, de 223,5 kilómetros, y que conectaba la ciudad holandesa con la capital belga de Bruselas. Ese día, venció el velocista italiano Petacchi (el hombre de Lampre, vestiría en Madrid el prestigioso y siempre peleado maillot verde de la regularidad), con una aplastante superioridad sobre el australiano de High Road, Mark Renshaw y el noruego Hushovd.

El sprint estuvo condicionado por la multitud de caídas que se verificaron con carácter previo y que dieron al traste con las aspiraciones de hombres como Farrar, Cavendish o el español Freire. Fruto de la previsión del reglamento que impide picar tiempo por caídas ocurridas en los últimos tres kilómetros, Cancellara mantuvo su maillot amarillo que perdería, al día siguiente, en la llegada a Spa, donde el siempre valiente y combativo Sylvain Chavanel se impuso en solitario.

La alegría del francés fue efímera porque su estrenado maillot amarillo volvería a la espalda de Cancellara en la siguiente etapa, con final en el siempre mítico Arenberg, donde el noruego Hushovd se cobró la merecida revancha de lo ocurrido en Bruselas.

Un podio irreal © TDF

Un podio irreal © TDF

Cancellara continuaría líder hasta la primera etapa de media montaña, con final en la Estación des Rousses. Allí, volvió a ganar Chavanel, recuperando el liderato. Y, como había ocurrido previamente, su lucimiento le duró, tan solo, una jornada, ya que en Avoriaz, el francés lo cedió al australiano Evans.

El australiano lo perdió ante Andy Schleck (que había ganado el día anterior) cuando la carrera acabó en Saint Jean de Maurienne. El luxemburgués mantendría un bello pulso con Alberto Contador que cayó, primigeniamente, del lado del pinteño, que arrebató la túnica amarilla en la etapa que concluía en Bagnères de Luchon.

La retuvo durante el resto de Tour, sosteniendo un bello pulso con Schleck en cimas tan míticas como el Tourmalet, donde el joven Andy venció y amarró la clasificación de mejor joven, en una etapa, impregnada por la niebla y que dejó estampas de ciclismo bellísimas.

En la última crono, el día antes del final en París, volvió a vencer Cancellara y en la capital al podio subieron Contador, Schleck y el ruso Menchov (que superó a Samuel Sánchez en la crono de Pauillac). Pasado el tiempo ni el pinteño, ni el ruso pueden presumir, en su palmarés, de tales puestos. El primero por el positivo debido a la presencia de clembuterol y el hombre de Rabobank tras haberse detectado anomalías en su pasaporte biológico. Un Tour, en suma, de los que sobreviven mal al paso del tiempo.

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