Lieja, Bartoli y la espina de JaJa

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Bartoli y Jalabert

Bartoli y Jalabert © LBL

Alberto Gallego / Ciclo 21

La primavera ciclista de 1997 llegaba a su punto álgido, la Lieja-Bastoña-Lieja. Lo hacía con un favorito indiscutible, Laurent Jalabert, que venía de destrozar a sus rivales en La Flecha Valona arropado por el ONCE del atrevido Manolo Sáiz, el equipo dominador del momento. Aquel equipo gustaba de ganar por avasallamiento, y así lo intentó Alex Zülle cuando atacó en La Redoute donde, qué tiempos aquellos, “La Decana” se resolvía tradicionalmente.

La estrategia del conjunto amarillo parecía alcanzar la perfección cuando el francés se adosó a la rueda de Michele Bartoli, que salió en persecución del suizo. Dos contra uno, la situación ideal si no tienes delante a un maestro como fue “el Gato” Bartoli, llamado así por su curiosa y casi perfecta posición sobre la bicicleta: muy tumbado, parecía ir siempre en modo CRI. Zülle y Jalabert, Jalabert y Zülle, se turnaban en unos ataques que parecían hacer más daño a ellos mismos que al italiano hasta que el suizo, excelso rodador, se sacrificó ante la desesperada persecución de Museeuw quedando la carrera en un mano a mano con Michele.

Fue como capitular. A poco más de un kilómetro de la meta en Ans, como y cuando quiso, Bartoli arrancó progresivamente hasta descolgar a un “JaJa” que prontó se sentó y empezó a mirar más atrás en busca de ayuda que hacía delante, donde un desatado ciclista de 26 años se encaminaba a la consecución de su segundo monumento. Todavía faltarían tres más para completar el palmarés del maestro de Paolo Bettini, uno de los mejores clasicómanos de su generación que tomó la lógica decisión de encaminar su preparación a levantar los brazos cada vez que fuera posible, y no a obtener puestos de honor en las grandes vueltas.

Al año siguiente “El Gato” se impuso de nuevo, de una manera más espectacular aún, en solitario durante los últimos 15 kilómetros de la Lieja. La que le faltó al hombre de las 150 victorias, incapaz de cortejar a “La Vieja Dama” como hizo con tantas otras, porque un italiano la tenía enamorada.

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