Opinión: La Vuelta, el ‘dedazo’ del ciclismo español

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Imagen aérea del pelotón de la Vuelta a España 2017 / © Team Sky

Nicolás Van Looy / Ciclo21

Dice José Cabedo, director deportivo del Burgos-BH, en la entrevista que hoy publicamos en Ciclo 21, que la invitación de su escuadra a la Vuelta a España 2018 es el gran objetivo del año. Añade, además, que en lo que respecta al futuro y continuidad del proyecto la presencia en la ronda española es importante, sí; pero no fundamental. En otras palabras, Cabedo entiende que los patrocinadores que se han enrolado en la apuesta del tercer equipo Profesional Continental español (por fecha de anuncio oficial por parte de la UCI) entenderían que, al menos este primer año, Javier Guillén y su equipo les dejaran fuera de la carrera. Lo entenderían o, como él acertadamente matiza, “nos tocaría entenderlo”.

Burgos-BH, igual que Euskadi-Murias y el ya consolidado y veterano Caja Rural, ha conformado una plantilla que, al menos sobre el papel, puede ser suficiente y capaz para reunir los requisitos deportivos que les hagan merecedores de la esperada llamada telefónica desde la filial española de ASO. Cabedo explica en Ciclo 21 que dentro del equipo hay tres grupos de corredores con una función determinada y concreta y que si todos ellos son capaces de funcionar como un perfecto engranaje serán capaces, en su opinión, de dar sobre la carretera los motivos suficientes a Guillén como para poner los maillots blancos en la salida de Málaga.

Repasando su plantilla, algo corta, eso sí –aunque no se descarta algún refuerzo de última hora– a Cabedo no le falta razón. Como cualquier persona enrolada e involucrada en un proyecto de estas características, el director del equipo burgalés tiene la obligación de mostrarse, al menos de cara a la opinión pública, algo más optimista de lo que dicta el papel, pero mimbres tiene. Eso es innegable.

El problema, claro, es que lo mismo opinan los responsables, patrocinadores, corredores, aficionados y demás involucrados en los otros dos equipos con los que contará España en la categoría de plata del ciclismo mundial. Caja Rural, veterano y fijo hasta ahora en la Vuelta gracias a su posición monopólica en el pelotón PCT y Euskadi-Murias, que anunció hace ya casi un año su salto, esgrimen razones, cada uno cargado de razón, de peso para estar en Málaga.

Lo peligroso del discurso de los tres, en cualquier caso, es el –legítimo– uso de la bandera del pasaporte. Cada cual será muy libre –y la carretera no tardará en dar y quitar razones– de opinar quién ha invertido mejor y quién renquea en el plano deportivo. España ha pasado, por suerte, de tener un equipo en la segunda división a tener tres y la Vuelta, por su parte, sigue teniendo sólo cuatro invitaciones que repartir. La Vuelta ya no es aquella carrera moribunda que, en el mes de abril, sólo atraía a corredores patrios. La Vuelta, por fortuna, no es aquel proyecto que se movió al mes de septiembre y que servía para entonar las piernas de cara al mundial. La Vuelta, la del siglo XXI, la del amado y odiado recorrido youtube, es un evento deportivo del máximo nivel al que un tal Chris Froome, por mucho que estos días sea complicado escribir su nombre sin que se disparen las discusiones, ha ayudado enormemente a devolver un lustre largamente peleado. La Vuelta, la de Javier Guillén, cuenta, en la última década, con cinco ganadores que saben lo que es subir a lo más alto del podio de París (Contador 2008, 2012 y 2014, Nibali 2010 y Froome 2017).

Por todo ello, la Vuelta tiene un papelón sobre la mesa este año. La Vuelta es, en última instancia, el respirador artificial que puede mantener con vida a Burgos-BH, Euskadi-Murias y Caja Rural. La Vuelta, piensa buena parte del ciclismo español, debe olvidarse de cualquier otro criterio, al menos este 2018, e invitar en base al pasaporte. En otras palabras, hay quien dice que este año las wild cards de la Vuelta deben ser para los tres equipos nombrados y para Cofidis, un fijo tanto por calidad como, es innegable, por el enorme desembolso económico que en forma de patrocinio se deja en la ronda española.

Burgos-BH, Euskadi-Murias y Caja Rural confían en que Javier Guillén, que tiene este año la –bendita– responsabilidad de asentar o debilitar el ciclismo PCT español opte por un año de benevolencia. Una magnanimidad que, sin embargo, podría chocar con los intereses de lustre deportivo de patrocinadores y demás actores, no menos importantes, de todo este culebrón y que van desde los despachos nobles de Amaury hasta los presupuestos de diputaciones y ayuntamientos que, y esto también es innegable, tienen intereses claros en, al menos, dos de los tres equipos que pelean por esas invitaciones.

La Vuelta, que se presenta el próximo día 13 de enero en Estepona, tiene este año una responsabilidad casi olvidada. Haga lo que haga contentará a unos y molestará a otros. La decisión, sea la que sea, será discutida y criticada. Alabada y aplaudida. Es lo que tienen los ‘dedazos’. Por mucho que se expliquen, siempre hay quien se siente perjudicado y agraviado. Y, lo peor de todo, pueden sentar peligroso precedentes que luego se vuelven en contra de quien decide. La temporada echará a andar en breve y las dudas se irán despejando. Por el bien del ciclismo español, ojalá Caja Rural, Euskadi-Murias y Burgos-BH hablen sobre la carretera lo suficientemente alto y claro como para no necesitar poner el pasaporte sobre la mesa de Guillén. Ojalá Guillén esté acertado en su decisión final. Ojalá llegue el momento en que haya más equipos españoles que invitaciones para la Vuelta y, entonces sí, lo deportivo sea lo único que prime.

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