Superprestigio CX: ¿Por qué hay que hacerlo tan mal?

La italiana Lechner fue la única que pudo acompañar a Vos durante una vuelta.

Lechner y Vos

Nicolás Van Looy / Ciclo 21

Tengo por costumbre no meterme en según qué charcos. Incluso diría que es una sana costumbre. Uno de ellos es el de la eterna lucha de sexos en el deporte, pero el sinsentido de la noticia que nos hacen llegar los organizadores del Superprestigio supone una invitación demasiado potente a saltar de lleno a la piscina.

Dicen mis compatriotas que han decidido apoyar al ciclocross femenino, pero sólo un poco. Claro, porque aunque ellos siempre han querido hacerlo, ahora que la UCI se lo pide por favor, pues van a intentarlo un poquito más. Pero, fíjense como es esto, que pese a lo mucho que ellos quieren ayudar y lo enormemente comprometidos que están con el tema, resulta que son las egoístas y altivas divas del ciclocross las que no quieren ir a sus pruebas. En otras palabras, las chicas no se dejan ayudar. ¡En fin! Ellas se lo pierden.

Pero, uno no puede evitar preguntarse ¡¿por qué hay que hacer las cosas tan mal?! Hace años tuve un profesor que cada vez que me tenía que llamar la atención me decía “hay tres formas de hacer las cosas. Bien, mal y la tuya, que no sé cómo te lo montas, pero siempre es la peor de todas”. Pues eso, a pies juntillas, se lo podríamos aplicar a nuestros amigos del Superprestigio.

Las chicas, malas ellas, no se dejan ayudar dicen casi sin pestañear. No quieren venir a nuestras pruebas, aseguran en un acto en el que también anuncian un aumento de los premios de 5.000 euros respecto al año pasado… en la categoría masculina. Nos lo pide la UCI y, aunque en el pasado no ha sido fácil, vamos a intentar pensar más en ellas; aseguran a la vez que anuncian que la esperada clasificación general femenina ni está, ni se le espera.

Cierto es –y aquí es dónde me mojo– que el interés comercial y de patrocinio por el ciclismo y, en general, por el deporte femenino es muy inferior al del masculino. Un patrocinador pagará encantado un dineral por aparecer en televisión durante una de las exhibiciones de Sven Nys. El que quiera aportar la misma cantidad para sponsorizar una gesta de Marianne Vos ya no es un patrocinador. ¡Es un héroe! Por ello, aunque injusto, es comercialmente normal que las carreras femeninas estén económicamente menos dotadas que las de los chicos. Cambiar eso, evidentemente, no es imposible, pero sí es un trabajo de muchos años.

Pero, siendo lo anterior cierto, uno no se explica cómo se puede vender un aumento de 5.000 míseros euros (hablamos de 1.500 euros más para el vencedor final) como un logro y una gran noticia para los chicos cuando esa misma cantidad de dinero se podría invertir, por parte del organizador, como ejemplo a seguir por los patrocinadores para poner en marcha la clasificación general femenina del Superprestigio. Si se creara quizá, y sólo quizá, se encontraría un patrocinador que quisiera invertir el dinero suficiente como para hacerla viable. Mientras sigamos haciendo las cosas de la tercera manera, es decir, la peor posible, el resultado del asunto va a ser el mismo.

Es importante en esto entender que el deporte es, queramos o no, un escaparate tremendo en el que gran parte de la sociedad se ve reflejada y si realmente queremos aspirar a un mundo más igualitario y justo, es precisamente por esos escaparates por donde hay que comenzar. Pero, al igual que sucede en cualquier tienda, poner algo bonito en el escaparate no sirve de nada si no se ha hecho acopio en el almacén. Es allí donde encontraremos el producto adecuado para cada uno. El Superprestigio ha empezado mal. Muy mal. A tiempo está de corregir, pero eso es algo que le deberemos de exigir entre todos. Y no sólo a ellos. Se lo debemos de pedir a todos. Empezando, claro está, por nosotros mismos.

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