Tres meses robados en la cuneta

Iván Pascual ya ha prestado su imagen para una campaña de concienciación

Nicolás Van Looy / Ciclo21

“Me han robado tres meses de mi vida”. La frase, después de más de dos horas de conversación, sigue retumbando en mi cabeza. Palabras duras que, sin embargo, pasan casi siempre desapercibidas en este tipo de casos. Las cifras, la de aquellos que ya nunca podrán contar nada porque se quedaron en una cuneta engrosando las necroestadísticas, son tan dramáticas y crueles que tendemos a olvidarnos de aquellos que, por fortuna, salen del trance. De aquellos que, de forma injusta, llamamos los afortunados porque han salvado la vida con más o menos secuelas físicas y emocionales. De aquellos que, desde el anonimato de su vida diaria, aprenden a valerse sin usar las extremidades. Se acostumbran a cambiar las ruedas de su bicicleta por las de la silla. Memorizan las pastillas que deben de tomar para engañar al dolor y espantar a los fantasmas. Van y vienen de rehabilitación. Recogen a los niños en el colegio y se estremecen cuando les dicen que quieren ir a montar en bici. Conviven con las pesadillas y el sentimiento de culpa por haber hecho pasar a los suyos por un momento así. Y se preguntan, una y otra vez, si esta afición suya, esta maldita afición, merece la pena. Si no sería más fácil dejar la bici a un lado y comprarse unas zapatillas y dedicarse al running. Son las víctimas olvidadas. Las que no aparecen en las estadísticas ni en los medios de comunicación, pero que con su experiencia podrían hablarnos, con conocimiento de causa, del metro y medio. De accidentes. De asesinos. De coches que se cruzan en el camino de un entrenamiento y se convierten, de repente, en el mayor obstáculo que jamás encontrarán en el camino de la vida.

Iván Pascual (16 de octubre de 1974), que soñó un día con llegar a ser profesional y vivir de la bicicleta, pero que, como la gran mayoría, llegó “a un momento en el que me di cuenta de que no tenía lo que había que tener” y colgó los dorsales y cogió los libros, no perdió nunca la pasión por los pedales. Por esa sensación de libertad que, como repiten una y otra vez los que diariamente necesitan su ración de kilómetros, sólo encuentran sobre el sillín.

2 de marzo, un día como otro cualquiera

La del 2 de marzo iba a ser una salida como la de cualquier otro día

Iván, que es marido, hijo, padre y todas esas cosas que son, también, los ciclistas –profesionales o no– salió “a dar una vuelta pequeña porque había salido pronto del trabajo y tenía que ir a recoger a los niños al colegio poco después” el pasado día 2 de marzo. Un día como otro cualquiera. Un día, sin embargo, del que “no tengo un recuerdo claro”. Porque un coche se cruzó en su salida y, como veremos, en su vida. “Los que me encontraron, un grupo de ciclistas extranjeros que pasó al rato por allí, aseguran que yo decía que me había dado un coche negro. ¿Cuánto tiempo estuve allí tirado? No lo sé. Creo que no debió ser mucho, pero no lo recuerdo”. Sí recuerda, sin embargo, ver el reflejo de su cara, lo que quedaba de ella, en el cristal del móvil cuando aquellos ciclistas británicos que le encontraron tirado como un perro en una cuneta le dieron el aparato para que él mismo, pese a la confusión, el dolor y su estado de semiinconsciencia, se pudiera hacer entender con el telefonista del 112. Pasaban pocos minutos de las 13:30 horas.

Iván se sienta ahora, dos meses después, en la terraza de un bar de La Marina, una pedanía de Elx (Alicante) situada junto al mar y rodeada de salinas y paisajes que parecen haberse hecho expresamente para la práctica del ciclismo. Se desabrocha el botón más alto de la camisa y por debajo asoma la estructura de metal y plástico de un corsé ortopédico que durante las dos horas que compartiremos no hará más que tocarse y recolocarse. Y uno no tarda en darse cuenta que ese corsé es para él lo más parecido a los barrotes de una celda. La parte tangible de la condena impuesta por un conductor que, “por lo que parece, porque realmente no recuerdo el momento del impacto, debió saltarse un stop”. Iván no siente odio. O no lo expresa. Sencillamente, no se explica, como no lo puede hacer nadie, porqué aquella persona decidió darse a la fuga y dejarle allí tirado a su suerte. Una suerte que, poco a poco, se va dando cuenta de que podría haber sido muy distinta. No sólo por el accidente en sí sino porque, como todos aquellos que ya peinan canas, recuerda “aquella época en la que no usábamos casco o luces y no nos dábamos cuenta del peligro que corríamos. ¿Qué hubiese pasado si ese día yo no hubiese llevado el casco? No estaríamos aquí hablando. El casco está partido en dos…” y se hace el silencio porque ambos sabemos lo que eso significa. No hace falta decir nada más.

Tres meses robados

Pese a lo sufrido, Iván seguirá saliendo en bicicleta

En algún lugar hay un conductor o una conductora que tendrá que acostarse cada noche de su vida sabiendo que atropelló a un ciclista y que lo dejó abandonado a su suerte. Un hombre o una mujer que cada vez que se mire al espejo tendrá que enfrentarse la imagen de la cobardía de aquel que no tuvo agallas de intentar ayudar a una persona que un día se cruzó en su vida y a la que le tocó la de arena. Una persona a la que Iván tiene poco que decir. “No sé qué le diría si tuviese la oportunidad. Creo que me ha robado tres meses de mi vida… de momento. Eso ya me lo ha robado y eso es un problema porque he tenido que parar mi vida laboral, familiar…”

Es el momento de hablar de aquellas consecuencias que no suelen traspasar los muros del hogar. “El impacto que ha tenido esto en mi gente ha sido tremendo. Mi mujer es muy dura y es la que está tirando del carro, pero claro… ha tenido sus bajones y sus miedos. Cuando estaba en el hospital la cosa era compleja. Tenía muchas cosas. El neumotórax. Las costillas rotas. Las vértebras rotas… son muchas cosas”.

Pero si los adultos, que tienen las herramientas necesarias para poder contextualizar este tipo de situaciones, ya lo tienen complicado a la hora de lidiar con el pensamiento del “qué hubiera pasado sí…”, no se puede olvidar que Iván es padre de un niño de 10 años y una niña de siete. “Él es más frío”, explica. “Lo que quiere es que yo esté bien ya. Su manera de expresarse es más en el sentido de que quiere que esto pase y que yo esté bien. Como si no quisiera verlo. Ella es más pequeña, pero está todo el día encima de mí. Quiere ayudarme con todo”. Preguntado al respecto, su padre es claro: “no pueden sacar nada positivo de todo esto. Como mucho, ver lo que nos une a su madre y a mí, pero eso ya lo hacemos a diario sin necesidad de que suceda una desgracia”.

“Mi vida no corrió peligro en ningún momento”, prosigue. “Eso lo supe después. Estuve en la UCI dos días porque tenía un neumotórax y me querían tener vigilado. Mis padres no hacían más que repetirme eso de que todavía tienes que dar gracia y yo me rebelaba contra eso porque no sé muy bien de qué tenía que dar gracias”. Y entonces fue cuando se atrevió a preguntarlo. “¿He estado en peligro en algún momento? Me dijeron que no”.

Sin embargo, la cosa no fue, ni mucho menos leve. “¿Cuándo me di cuenta de la gravedad de la situación? Fue todavía en la carretera, cuando me pasaron el teléfono para hablar con la gente del 112 y vi el reflejo de mi cara en el cristal. Tenía todo esto caído” y con el dedo índice de la mano dibuja una especie de círculo en el que engloba prácticamente todo el tercio inferior izquierdo de su rostro. Y prosigue, señalándose prácticamente cada rincón de la cara: “tenía una herida tremenda aquí, y otra aquí con un cristal metido, y otro corte muy feo aquí…” y así, como si tuviese un espejo delante y se las estuviese viendo, señala de manera decidida y certera, los puntos donde todavía se adivinan las cicatrices de heridas y puntos de sutura que, quizás, se conviertan en recuerdo perenne de lo ocurrido aquella tarde del 2 de marzo de 2017.

Los accidentes son cosas ocurren

Junto a su mujer, antes del accidentes

Iván reflexiona sobre la sensación que le deja la creciente crispación y enconamiento de las posturas, al menos en las redes sociales, de conductores y ciclistas. Lo primeros, al menos los más desalmados, reclaman para sí todas las vías y aseguran que son los ciclistas los que provocan las situaciones de riesgo que en muchas ocasiones desembocan en trágicos finales. ¿Debe el colectivo hacer autocrítica y reflexionar sobre su propia responsabilidad en muchos accidentes? “¡Sin duda! Salimos a la carretera y debemos respetar lo que hay. Siempre he sido un tío respetuoso en ese aspecto. Con los coches hay accidentes, por supuesto. Sales con el coche y te puedes dar una piña y puedes atropellar a un ciclista, un motorista o un pelotón… los accidentes ocurren. No creo que haya que demonizar al conductor. Pero hay algo que cambia la percepción de las cosas: si el señor o la señora que me dio se para y me ayuda, el tema cambia radicalmente. No te he visto, ha pasado esto… es un accidente. Puede pasar y yo no quiero culpabilizar a nadie en ese aspecto, pero claro… si le das a un ciclista, lo dejas tirado y te vas. Eso ya es… ¡es que lo puedes matar! Cada caso es una circunstancia muy particular, por lo que no creo que haya que fomentar el mensaje de que todos los conductores pasan de los ciclistas”.

Por el otro lado, “tampoco es cierto que todos los ciclistas sean unos descuidados que van haciendo el loco y saltándose las normas” aunque insiste que también es importante hacer autocrítica. “Aquí, en esta zona, hay una grupeta de 40 tíos que pasan por el pueblo ocupando toda la carretera. Ni semáforos, ni leches, ni nada… Nos hacen un flaco favor a todos. Ha habido una asociación de vecinos que se ha quejado. Conozco a alguno de ellos y se lo he comentado. No nos hacéis ningún favor al resto. Solían pasar a la hora de la salida del cole y se veía el peligro porque se podían llevar a un crío por delante. Luego nos quejamos y queremos que nos respeten, pero no puedes pedirlo si eres tú el primero que no respeta”.

Bien sea porque Iván es de natural comedido y ecuánime, bien porque su accidente le ha dejado tiempo, sobre todo tiempo, para reflexionar, su reflexión final sobre el asunto parece de sentido común: “por ambas partes hay tonterías e idas de olla. Todos son completamente conscientes de lo que están haciendo”.

El futuro, subido en la bici

“Sé que voy a volver a salir. De hecho, no dejo de ver bicis y pensar en cuál me voy a comprar. Imagino que al principio saldré con un poco de respeto o de miedo, pero me acostumbraré. Yo no pensaba que me podía pasar algo así. Llevas cuidado, pero nunca crees que te tocará a ti”. El futuro de Iván, por lo tanto, pasa necesariamente por volver a subir a un sillín y volver a dar pedales. Y eso, pese al impacto que el accidente tuvo, como ya ha explicado, entre sus seres queridos, ocurrirá digan lo que digan esos mismos que se quedan en casa pensando en qué podría pasar. “Mi mujer ya me conoció así y no me va a poner en la tesitura de pedirme que no salga en bicicleta”, asegura y recuerda que “cuando estaba en la UCI, echo polvo, le pedía disculpas a mi mujer. Le decía siento que me guste esto porque mira como estoy. Y le decía también que nunca volvería a salir en bici… ¡pero ella sabía que no!” y al recordar esto, por primera vez, asoma una carcajada sincera. Una sonrisa que, de alguna manera, refleja que todas las experiencias, hasta las más dramáticas, pueden tener un lado positivo. “Nos apoyamos mutuamente. De hecho, ahora le estoy enseñando las bicis y lo único que me dice es que no se me vaya la mano con el tema de la pasta”. Sin embargo, “mi madre sí que estaba rebotadísima al principio y me decía que nunca más me acercara a una bicicleta… ¡pero es que mi padre también es ciclista y esta misma mañana ha salido a entrenar!”.

La charla con Iván se produce sólo 24 horas después de la agresión sufrida por Yoan Offredo durante un entrenamiento y apenas tres días después de la muerte, atropellado, de Michele Scarponi. El francés escribió unas duras palabras en una de sus redes sociales en las que llegó a asegurar que deseaba que sus hijos no se acercaran al ciclismo. Iván es padre de un niño de 10 años y una niña que sólo dos días después cumplía 7 años. “Yo creo que Offredo lo dice con la boca pequeña”, piensa este alicantino cuando se le pregunta si le gustaría que uno de sus hijos siguiera su afición aunque reconoce que “no sé si hasta ese punto, pero en parte sí comparto su opinión. Yo a los diez años ya corría y mi hijo el mayor tiene esa edad y le gustan otras cosas, pero sí es cierto que me lo he llevado en bicicleta por aquí y da miedo. No es lo mismo sufrirlo tú que ver cómo lo sufre un niño”.

Anna González, un ejemplo a seguir

Comienza a ver el final del proceso de recuperación

El ejemplo de Anna González y su campaña #porunaleyjusta sale necesariamente a relucir en la conversación. Su lucha ha servido de inspiración para muchos y, quizás, haya provocado que las víctimas que, como Iván, sí salen adelante y pueden contar su historia asuman cierta responsabilidad y se planteen que deben luchar por mejorar la seguridad de los ciclistas en la carretera. “Cada caso es un mundo, pero sí que creo que el ejemplo de Anna hace que lo viva como dices. Quiero hacer que esto que me ha pasado a mí sirva para algo. Que este tiempo de impás en mi vida sirva. Este fin de semana ha sido una locura: el viernes fueron dos chavales que fueron atropellados, el sábado lo de Scarponi, ayer un señor en Granada… ¡esto es una locura! Yo el fin de semana lo he pasado muy mal. Me levanté el sábado y vi lo de Scarponi y me quedé muerto. Me condicionó el fin de semana. Eso también me ha ayudado a darme cuenta de que para luchar un poco por esto necesito estar bien. Hay que darle un poco de movimiento al tema para que la gente se conciencie… tanto unos, como otros”, concluye.

Iván tiene claro el camino: “la educación es lo principal. Yo soy educador social y tengo claro que sin educación no vamos a ningún sitio. La gente tiene que tener eso interiorizado para que eso funcione. Tenemos que hacer que la gente viva estas situaciones, me refiero a la presencia de la bicicleta en la carretera, con normalidad. Eso no quiere decir que la vía legislativa, la que ha peleado Anna, no sea importante. Al contrario. Es muy importante”. Y pone lo sucedido al marido de la catalana como claro ejemplo. “Que el tipo se dé a la fuga, pero como lo mató en el acto se decida que ya no había posibilidad de deber de socorro… ¡eso es muy duro! Ese cambio legislativo se tiene que producir. Y también se tienen que hacer campañas iguales que las del uso del cinturón o el consumo de alcohol o drogas. Eso es extrapolable a la bicicleta”.

Redescubrir la amistad

Iván no quiere cerrar la conversación sin pensar en la parte positiva de todo lo que ha sucedido y de la experiencia que continúa asimilando. “Lo que me llevo de todo esto son los amigos. Gente que se ha volcado conmigo. A mí me gusta mucho el baloncesto y estaba en un grupo de seguidores de los Boston Celtics. Nos conocíamos y habíamos hecho alguna quedada, pero es que me han llamado, han venido a verme… ¡ha sido brutal! También amigos que habían ido quedando por el camino por cuestiones lógicas de la vida han aparecido. Me ha impactado mucho cómo se ha volcado la gente. Ha sido bonito ver cómo la gente que, quizás aparentemente no está por las cosas del día a día, en realidad sí que está ahí”.

Iván se levanta. Se coloca por enésima vez el corsé que le encierra. Se atusa el collarín que sigue cuidando de sus vértebras. Nos despedimos y él vuelve a su casa con su familia. Con su mujer. A preparar el cumpleaños de su hija, para el que sólo faltan 48 horas. Y al periodista, al pensarlo, le recorre un escalofrío porque la historia podría ser ahora mismo muy distinta para esa niña si aquel día 2 de marzo, a eso de las 13:30 horas, el reloj de la vida de Iván no sólo se hubiese detenido momentáneamente como él comentaba antes sino que se hubiese parado de forma definitiva. No ha sido así, por fortuna. E Iván ha hablado con Ciclo 21 para contar su experiencia y dejar un mensaje final: “a los ciclistas sólo quiero decirles que hay que seguir disfrutando de lo que nos gusta. No nos podemos parar. A los conductores les diría que los que vamos en la bici somos personas. Nada más”.

Para saber más sobre Iván Pascual

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Un comentario

  1. Me ha encantado la transcripción de nuestra historia, la de Iván, la de quienes estamos a su lado, por esa mezcla perfecta de dureza y emotividad que no deja indiferente a nadie y menos a quienes le conocemos de cerca.. Entrevista de 10. Animo a los ciclistas que hayan pasado por situaciones similares, tenemos que seguir luchando por una convivencia pacífica en la carretera.

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