Ventana abierta: La Vuelta triunfó pese a la Vuelta

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Quintana, Froome y Chaves © ASO

Nicolás Van Looy / Ciclo 21

Avisa Carlos Julio Guzmán, periodista colombiano de WinSports destacado en la Vuelta a España, a Nairo Quintana y a Esteban Chaves que “aún hoy, no conocen la dimensión de su triunfo” y añade que “toda Colombia está emocionada”. Y puede ser, no hay porqué dudarlo, que así sea. Puede ser, incluso, que este triunfo de Nairo Quintana sea, para el país que los aficionados al ciclismo recuerdan –además de por aquella primera generación de grandes escaladores– por Juan Valdés, su burro y su café, algo mucho más grande de lo que fue, hace 29 años, la victoria de El Jardinerito. Puede ser, quién sabe, que tras la victoria de Naironman –antes los inventores de apodos eran más imaginativos, ¿verdad Besolindo?– y el tercer puesto de Esteban Chaves la tan esperada explosión del ciclismo colombiano haya, por fin, llegado y que la Vuelta a España de 2016 haya supuesto, tras el prólogo del Giro de 2014, el inicio de una nueva era en el ciclismo. Eso, claro, está por ver y deberemos de esperar todavía unos meses para saber hasta qué punto la historia cambió este 11 de septiembre.

Es el momento ahora, eso sí, de analizar lo que dio de sí la LXXI Vuelta a España, una carrera que comenzó hace sólo tres semanas –parece mucho más– en tierras gallegas con una participación de ensueño. Un cartel que durante mucho tiempo los responsables de Unipublic no hubiesen podido ni soñar tener. Una nómina que incluía 12 podios (5 primeros puestos) del Tour de Francia, 6 (cuatro rosas) del Giro de Italia y trece plazas de podio de la propia Vuelta a España (cuatro veces los mejores en Madrid). Además, poca broma, pudo presumir de que sólo  Vincenzo Nibali, vencedor del Giro y Romain Bardet, segundo en el Tour, excusaron su presencia en Ourense, alejando de esta manera el manido fantasma de que a la ronda española sólo venían los corredores de casa y aquellos que habían dejado para septiembre lo que no pudieron aprobar antes.

Contador sigue siendo un corredor a vigilar © G. W.

Contador sigue siendo un corredor a vigilar © G. W.

Además, pese a lo que los agoreros y haters gustan de criticar antes incluso de que comience la carrera, los grandes nombres del pelotón internacional han demostrado que no vinieron a la Vuelta a España a pasear o a cumplir con el guión que su equipo, por meros intereses comerciales, les hubiera planteado. La pelea entre Quintana, Froome, Chaves y Contador ha sido encarnizada y bella y sólo las desgracias nos han impedido conocer qué hubiese ocurrido si la mala fortuna no se hubiese cruzado en el camino de Kruijswijk, Súperman López, Igor Antón y el resto de corredores que se quedaron por el camino.

La Vuelta a España de 2016 ha sido una carrera bonita, emocionante y, para regocijo de todos, disputada hasta el último metro por dos de los mejores corredores del momento y con un cambio en el tercer peldaño del podio de última hora (en realidad, dos cambios en 24 horas) que bien podría verse como la ejemplificación de un cambio generacional y cultural en el ciclismo. Pero, como ya hemos dicho, eso está por ver.

Nairo Quintana ha ganado una Vuelta a España. Eso es un hecho innegable. Pero en esto del deporte hay ciertos matices que bien podrían servir para llenar horas de lectura, pero que resumiremos en un pequeño debate en este artículo: la Vuelta, ¿la ganó Nairo o la perdió Froome? La respuesta, visto lo ocurrido durante las 21 etapas de esta carrera, será distinta según la predilección de cada espectador. Según sus filias y sus fobias.

No cabe ninguna duda de que Chris Froome, y así lo titulamos en la crónica de aquel día, tenía la Vuelta en el bolsillo después de la temida jornada con final en el Aubisque y de la que, aunque Quintana salió vestido de rojo, el británico emergió como el gran favorito al triunfo teniendo en cuenta la exigua ventaja de apenas 54 segundos que les separaba en ese momento, a todas luces, y así se confirmaría días más tarde, insuficiente para afrontar la contrarreloj de Calp.

Discutir ahora si Quintana hubiera intentado hacer algo como lo que hizo Contador un día más tarde es, además de una soberana estupidez, no entender absolutamente nada sobre este circo. Quintana, claro está, no es el tipo de corredor que haga esas locuras y su equipo, más de 35 años de historia lo confirman, tampoco es amigo de según qué extravagancias.

Lo que sí saben hacer muy bien Quintana y su escuadra es leer la carrera en la que están inmersos. No es que Froome sea tonto y su equipo una panda de memos que no llegan al mínimo coeficiente requerible, pero Quintana y los suyos han hecho de la necesidad virtud y sabedores de que no tienen ese algo que te convierte en depredador estratégico, supieron entender que ese día, en esos kilómetros, la de Alberto Contador y sólo la de Alberto Contador era la rueda a seguir. En Sky, como decimos, no son tontos ni mucho menos, pero quizás confían demasiado en la lógica de la tecnología. Medición de esfuerzos propios y ajenos. Chris, no salgas ahora que son demasiados vatios. Chris, sigue a tu ritmo que la pérdida es tolerable. Chris, no te preocupes que estos dos no pueden ir a ningún sitio. Pero los ordenadores, al menos por ahora, no entienden de emociones. Los ordenadores, al menos hasta hoy, no son capaces de entender una palabra tan castiza como cojones que es lo que le echó Contador ese día al asunto. Todo o nada. Gloria o muerte. Y Quintana, que es callado, observador y obediente, sabía qué tenía que hacer. Pegarse a su rueda. Llevarse a dos o tres lacayos consigo y dar gas. Abrir gas a tope. Y olvidarse de conservadurismos. Por una vez, contagiarse de la locura de Contador y ver hasta dónde le podía llevar aquello. Al fin y al cabo, aunque vestido con el maillot rojo de líder, la Vuelta estaba perdida para él.

La Vuelta la ganó Quintana y la perdió Froome. Ese día. En esos primeros diez kilómetros con Sabiñánigo a la espalda y Formigal en el horizonte. Las dos lecturas son correctas, claro. Quizás, es cierto, Froome se dejó sorprender. Quizás, y a esto habrá que estar muy atento, alguien pierda su cabeza en el equipo Sky por lo que sucedió ese día. Quintana ganó la Vuelta ese día porque supo leer la carrera y, sobre todo, tener los arrestos y la fuerza para seguir la rueda de Contador. Froome perdió la Vuelta ese día porque no tuvo las piernas para cerrar el hueco en los primeros compases y, sobre todo, porque no supo leer la carrera.

Movistar supo rodear bien a Quintana © Gómez Sport

Movistar supo rodear bien a Quintana © Gómez Sport

Luego está el debate, más bien absurdo, de si Quintana ha ganado la Vuelta gracias a la superioridad de su equipo. De si Froome, rodeado de los titulares del Sky, esos que le acompañan al Tour, hubiese protagonizado otro paseo militar en septiembre. Un debate tan idiota como no querer reconocer que este deporte es un deporte de equipo. Un deporte de equipo que, al contrario de la mayoría, consiste en sacrificar a todos los compañeros a mayor gloria de un único líder. Cuestión zanjada.

La Vuelta a España ha triunfado, sí. Pero la Vuelta a España, ASO, Javier Guillén, deberían de pensar seriamente en qué es lo que ha pasado estos días para que la septuagésimo primera edición de esta carrera haya conseguido tal éxito. Guillén, que está en su derecho y que no cabe duda de que lo hace pensando y buscando lo mejor para la prueba, sigue empeñado en ese formato de etapas más o menos cortas con final en una pared. En un alto de porcentajes imposibles. Aunque eso implique subir a todos los miradores, ermitas, castillos, riscos y, si nos despistamos, lugares de anidamiento de España. Las cifras de espectadores en la tele acompañan esta apuesta y eso es algo innegable. ¿O no?

Pues la realidad es que no. Los datos arrojan que la Vuelta a España es una carrera plenamente consolidada entre los espectadores y que sus cifras share y televidentes no dependen en absoluto de las cuestas imposibles sino, como cualquier otro evento deportivo de primer nivel, del espectáculo y emoción deportiva que sean capaces de dar sus protagonistas. Incluso, fijándonos en las diferencias de seguimiento en televisión (las cifras corresponden a la parte de emisión en La1 de TVE obviando Teledeporte y otros canales), se evidencia que las jornadas de corte más tradicional como fueron las etapas de los Lagos de Covadonga, el Aubisque, Formigal y Aitana (esta fue la emisión más vista del día en España), superan en espectadores y en share a las llegadas más icónicas del ciclismo-pared que tanto gusta a los organizadores.

EtapaEspectadoresShareRánking del día
Marín – Ézaro1.253.00011,4%13º
Villalpando – La Camperona1.260.00011,7%
Lugones – Lagos de Covadonga1.839.00015,3%
Urdax – Aubisque1.921.00016,4%
Sabiñánigo – Sallent de Gállego1.898.00015,6%
Castellón – Mas de la Costa1.684.00014,1%
Xàbia – Calp (CRI)1.575.00013,4%
Benidorm – Alto de Aitana1.846.00015,6%

La Vuelta, como decimos en el titular, ha triunfado pese a la Vuelta. Podrá argumentar Javier Guillén, y lo hará con razón, que estas paredes que otros consideramos el anticiclismo –cuestión de gustos– hacen que las diferencias sean tan pequeñas, tan exiguas, que siempre se llega al final, a la contrarreloj y al puerto de los últimos días, con la victoria en juego. Eso es cierto, claro, pero para tener eso no parece razonable llevar al pelotón, en el octavo y noveno mes de temporada (tenía mucha razón en esto Eusebio Unzue) a esfuerzos realmente inhumanos. El ciclismo se ha basado siempre en encontrar la belleza en el dolor y el sufrimiento de sus protagonistas. Un dolor y un sufrimiento que despierta admiración en el espectador que, incluso, sueña con poder ser el protagonista de esas imágenes. Pero cuando la carretera se lleva más allá del 20% de forma constante y sin motivo aparente (una vez está bien, el resto sobra, decía Contador), ese dolor y ese sufrimiento deja de causar admiración y llega, incluso, a asustar y a crear rechazo.

Omar Fraile_Vuelta Espana_20_16

Fraile celebra su maillot de la montaña / © Instagram

No sé, sinceramente, si David López exageraba cuando dijo lo que dijo, pero estoy convencido de que algo de verdad hay en sus palabras y eso es algo que la Vuelta no puede permitirse. La Vuelta ha sido un éxito y eso es innegable, pero no sería mala idea que sus máximos responsables se sentaran a pensar muy seriamente si la Vuelta es un éxito consolidado por su historia y su importancia como cita deportiva o si lo es por esos artificios que ellos consideran que necesita para atraer al público. En realidad, se trata de eso: daría la impresión que en Unipublic/ASO todavía no tienen claro que la Vuelta puede ser atractiva sin necesidad de maquillajes absurdos.

Y hay un dato, terrible y desesperanzador, que se empeña en reforzar esa idea de que la Vuelta a España tiene una débil salud de hierro, que decían de Juan Pablo II. La 71ª edición de la Vuelta a España ha sido la quinta en la historia, tras las de 1936, 1965, 1987 (la del Jardinerito) y 1996 en la que ningún corredor español se sube al podio final. Este dato, que es tremendo y nos abre los ojos de lleno a la crisis que se nos viene, hay que ponerlo en perspectiva porque tampoco es tan terrible para la carrera (sí lo es para nuestro ciclismo). Desde que en 1985 Bernard Hinault ganara el último Tour de Francia para su país, 24 de las 31 ediciones que se han disputado desde entonces (incluidas todas las que han visto un ganador español) se han visto huérfanas de corredores franceses en el podio de París. Y no pasa nada. Igual que no ha pasado nada en este 2016 de seguimiento extraordinario en la Vuelta. La carrera no se ha visto, ni mucho menos, mermada por ello. España se lleva de esta Vuelta una etapa y el premio al mejor escalador. David de la Cruz y Omar Fraile salvaron la cosa en una edición, y quizás esto sea lo más preocupante, en la que los hombres del Caja Rural, un equipo que tiene en la Vuelta a España su gran momento del año, pasaron completamente desapercibidos y eso, pensando en el futuro, sí es preocupante. Mucho más que el frío dato del número de victorias o los representantes en el podio.

2 comentarios

  1. Brillante artículo, pero si me permites, hubiese estado bien acordarse de los ORICA, un equipo claramente inferior a los todopoderosos MOVISTAR y SKY, pero que, a mi entender, nos han deleitado con una auténtica coreografía. Neil Stephens ha sabido mover a sus corredores sabiamente y con belleza y su equipo ha contribuido enormemente al memorable espectáculo que hemos visto.

    Y ya puestos ( estando como estoy rellenando el campo de «COMENTAR») pues comentar que a mí tampoco me gusta el abuso de los muros al final de las etapas, prefiero los puertos «de verdad», donde se puede ver ciclismo en lugar de escalada con piolet. Yo también soy de los que piensan que la organización debería revisar esta cuestión.

    Gracias por la atención y la oportunidad.

    Saludos!!!!

    • NICOLAS VAN LOOY

      José,

      Tienes razón en lo que dices de Orica. Dicho esto (y por tocar las narices), hagamos el ejercicio al revés… si siendo el equipo más flojo de los tres mencionados han conseguido meter a Chaves 3º al final, ¿dónde podría haber llegado el colombiano rodeado de una escuadra más potente? ¿Se hubiese atrevido Stephens a plantear el mismo tipo de carrera estando al mando de un equipo como MOV o SKY?

      Desde luego, su propuesta es la más atractiva, no cabe duda, pero imagino que lo es porque no les queda otra y porque su presupuesto no depende del triunfo final. Si así fuese, quizás se sumarían al grupo de los «prudentes».

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