Análisis: “No hay huevos”

Froome y sus rivales llegan a meta © Sky

El miedo parece haberse apoderado de los rivales de Froome © Sky

Nicolás Van Looy / Ciclo21

Salvo que su infancia y, sobre todo, su juventud hayan transcurrido en otro planeta –e incluso en ese caso dudaría de que me lo niegue–, el lector conocerá y aceptará el increíble poder de convocatoria y de convicción, incluso para las más absurdas e idiotas de las ideas, de sólo tres palabras: “no hay huevos”. Seguramente, no exista persona castellanoparlante que, tras haber oído esas tres palabras de boca de un conocido –ya no le cuento, querido lector, si la que reta es la chica de tus sueños–, no haya hecho la mayor tontería de su vida. Habiendo llegado incluso a la lesión física. Y, si el lector no es castellanoparlante, seguro que en su idioma materno existe una expresión parecida y con las mismas propiedades mágicas.

Desde que el Tour se alejara de los Pirineos, aquellas montañas en las que Chris Froome se mostró insultantemente superior a todos los demás, la figura del inglés parece haber ido perdiendo enteros llegando, incluso, a dar evidentes síntomas de ‘apajaramiento’ en el tramo final de la etapa de ayer, pero esta circunstancia, bien sea por incapacidad –en cuyo caso no podemos objetar nada– o por conservadurismo –madrecita que me quede como estoy– no ha sido aprovechada por ninguno de sus rivales para intentar hacerle daño. Al menos, no con la intensidad que se supone cuando el triunfo en el Tour de Francia, una carrera para la que todos ellos a excepción de Contador se han preparado en exclusiva durante todo el año, está en juego. En otras palabras: cuando el éxito o el fracaso de todo un año de multimillonario contrato se tiene que decidir.

Quien más palos está recibiendo desde todos los flancos en este sentido es el equipo Movistar. Con Quintana segundo y Valverde tercero no son pocos los que consideran que su situación táctica es envidiable para intentar alguna escaramuza, pero la inquina de algunas críticas quizás sean exageradas ya que en ocasiones se mide con distinta vara de medir a esta histórica escuadra que al resto de conjuntos. Cierto es, esto es indiscutible, que no se han caracterizado los equipos de Unzué por su agresividad o valentía en la cosa táctica, pero tampoco es cosa, aunque a todos se nos calienten las neuronas en plena etapa, de hundirles cuando tienen a tiro de piedra un dos de tres en el podio final de todo un Tour de Francia.

Porque, además, junto a Quintana y Valverde también ruedan Contador y Nibali, que sí podrían tener intereses comunes y que, por el momento, se han mostrado valientes, pero no han terminado de encontrar la ayuda necesaria. Tampoco Robert Gesink, que tiene el podio a la misma distancia que Valverde el amarillo, parece decir nunca esta boca es mía. Andan todos agazapados. Como con miedo.

Lo que hay en juego es mucho. Muchísimo. Desde la comodidad del sofá de casa o el teclado del ordenador, es muy sencillo exigir más compromiso, pero para hacerlo con verdadera objetividad, deberíamos de tener todos los datos (y no me refiero a watios o kilos, sino a cansancio, estado de salud…) de los implicados en la pelea. El nivel y volumen de algunas críticas hacia Movistar y, especialmente, hacia Unzué han sobrepasado los límites de lo aceptable. ¡Por supuesto que todos queremos ver a Valverde y a Quintana atacar una y otra vez a Froome! Pero eso no nos da derecho a decir lo primero que se nos pasa por la cabeza de la misma manera que la incapacidad de la dupla de Movistar de arañarle segundos al de Nairobi no suponen un cheque en blanco para lanzar todo tipo de acusaciones.

En base a lo visto en las últimas 24 horas, es decir, un líder dando muestras de debilidad y un Quintana que parece no haber lanzado todavía un ataque realmente a la altura de sus capacidades, quizá lo que esté fallando es el aficionado en general. Quizás, con todo el cariño y la educación que merecen estos corredores que llevan, no lo olvidemos, 18 días dándonos el mejor de los espectáculos, lo que tendríamos que hacer es lanzarles un altísimo y clarísimo reto bajo el lema “no hay huevos”. Porque, de nuevo, visto lo visto parecería que fuerzas quedan, pero que miedo también hay.

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