Récord hora Boardman: el menos conocido y más valioso

La posición y el material lo dicen todo… Foto: CyA

Ciclo 21 / TrackPiste

Cuando hablamos del récord de la hora de Chris Boardman, todo el mundo piensa en los 56,375 km. que estableció en 1996 y que recientemente fueron superados por Filippo Ganna. La segunda de sus plusmarcas que culminaba esos años dorados en el que Grame Obree, Miguel Indurain, Toni Rominger y este inglés de Hoylake, a unas millas de Liverpool se embarcaron en una batalla descomunal, amparados por la tecnología, con unos prototipos que difícilmente se parecían a una bicicleta convencional y con posturas como la del ‘huevo’ o la de ‘superman’ -ambas inventadas por el escocés- que posibilitaban una mejor aerodinámica. Pero hubo un tercer y último récord de la hora del británico, posiblemente el más valioso, que es del que hablamos hoy.

A finales de siglo, la UCI cortó de raíz esta dinámica y dijo más o menos que una bicicleta tenía que ser -y parecerse- a una bicicleta. Y uno de los aspectos más afectados fue el récord de la hora, al borrarse de un plumazo todas las marcas conseguidas con estos artefactos, desde las de Francesco Moser en los ochenta hasta los récords de los felices novena, que fueron relegados a la categoría de ‘mejor esfuerzo humano’.

El récord de la hora retrocedía a 1972, a los 49,341 de Merckx de los que anteayer celebrábamos su medio siglo de existencia, y cualquiera que lo intentase en el futuro tendría que recurrir a una bicicleta como la del ‘Caníbal’. A Boardman no le gustó nada esa tabla rasa y pocas semanas antes de su retirada, en los Juegos Olímpicos de Sidney, se embarcó en esta postrera aventura, tal día como hoy, 27 de octubre, pero en un aniversario mucho menos redondo, concretamente hace 22 años.

‘El Profesor’, conocido así por su meticulosidad, eligió afrontar su tentativa durante los Mundiales de Manchester, renunciando a los beneficios de la altitud, pero garantizándose un lleno absoluto de paisanos que le empujaron hasta batir el récord… que superaría por un puñado de metros. Tuve la suerte de vivir ‘in situ’ ese momento y aún recuerdo las palabras de Joan Llaneras. “Tiene mucho mérito recorrer casi 50 kilómetros con una bicicleta de puntos, con un hierro”.

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