Boom y el corte de mangas: 1.000 francos suizos

Boom celebra expresivamente su victoria en la quinta etapa © BinckBank Tour‏

Rafa Mora / Ciclo21

Una de las señas de identidad del ciclismo es que las formas hay que saber mantenerlas. Los corredores se felicitan al finalizar una etapa, el ganador recibe el premio de la palmada en la espalda del rival cuando aún no se ha bajado de la bici y las pulsaciones las sigue teniendo a mil por hora. Contadas son, aunque cada vez más, las veces en las que hay alguna salida de tono.

Pasa en las mejores casas, que los nervios se pierden porque hay mucho en juego o por la tensión del momento, un sprint, un codazo, una posición ganada que te quitan… son el día a día del ciclismo, pero el control de cada situación, o mejor dicho, el autocontrol, es una norma no escrita. Al que no pareció entrarle en sus esquemas fue a Lars Boom, que es un innegable ciclista de gran nivel que, sin embargo, el pasado día 11, en la quinta etapa del BinckBank Tour en la que se impuso, soltó un corte de mangas monumental al cruzar la línea de meta. La gracia le costó al del Lotto-NL Jumbo una multa de 1.000 francos suizos.

Dijo el holandés que todo había sido porque la primavera no le salió como esperaba, y en el fondo también coleaba que su preparación no fue la idónea metiéndose en camisa de once varas con el ciclocross de por medio, disciplina a la que este invierno renunciará porque, dice, no acabó de funcionarle para el resto de la temporada de ruta. «La primavera no me fue bien, he trabajado muy duro para llegar a este nivel y es genial que pueda lograr este triunfo», dijo al atravesar la línea de meta en la etapa de Sittard-Geleen. «Siempre quiero ganar», añadió, «por lo que es bonito poder cerrar un periodo difícil en el que había tenido muchas dudas».

Boom es un hombre impetuoso, rabioso podría decirse cuando las cosas no le van bien, e incluso con un ego altísimo que le hace tener alguna salida de tono externa como interna dentro del pelotón, pero en un deporte en el que el respeto y la elegancia ha de ser algo habitual -su historia lo marca-, un gesto como ese ha tenido consecuencias a modo de sanción económica. Por exigua que sea.

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