Cuando los adoquines decepcionaron en el Tour

Angel Arroyo llegó a salir en cabeza de los adoquines del Tour

Tener adoquines en el Tour de Francia es atractivo, un reclamo brutal para la primera semana de carrera una forma de separar el grano de la paja en terrenos en los que los grandes favoritos no están acostumbrados a jugarse los cuartos.

El ciclismo actual está tan igualado y medido que a veces tenemos la impresión que las cosas sólo se rompen en superficies peligrosas e imposibles, tipo pavés, como la moda de la tierra o los circuitos «súper ratoneros».

Pero los adoquines no siempre ha sido decisivos en el Tour…

Nos vamos al Tour de 1983, edición icónica que estos días vamos visitando a retazos, desordenados y a golpe de memoria y capricho.

Tras ver a Arroyo en Puy de Dôme y Perico jugarse el bigote en los Pirineos, retrocedemos unos días, al inicio de aquella carrera para visitar la etapa de los adoquines.

Situada en la primera semana, entre Valenciennes y Roubaix, la jornada de piedras del Tour 83 llegaba al día siguiente de una nada sutil contrarreloj por equipos de 100 kilómetros, como aquellas olímpicas de Barcelona 92 hacia atrás.

En el test colectivo se impuso el Mercier de Zoetemelk, con el Reynolds de Perico y Arroyo dejándose casi seis minutos.

Artículo completo en El Cuaderno de Joan Seguidor

 

 

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