El dopaje apunta ahora a Gran Bretaña

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Dr. Bonar

El Dr. Mark Bonar / ©The Sunday Times

Nicolás Van Looy / Ciclo21

Lo normal, el primer domingo del mes de abril, sería que los aficionados y los ciclistas miraran al cielo de Brujas para comprobar si se avecina tormenta o si el horizonte aparece despejado. Es el día de la Vuelta a Flandes, una de las carreras más especiales del año. Pero no. Este año los aficionados al deporte –que no sólo al ciclismo– de medio mundo miran hacia un cielo irreal y tratan de escudriñar, allá a lo lejos, si el ruido de los primeros truenos que han salido desde las páginas del The Sunday Times son el preludio de una tormenta perfecta o sólo un chaparrón pasajero que sólo mojará a los más tontos.

Por el momento, poco se sabe del alcance que pueda tener el trabajo periodístico del equipo de investigación del rotativo británico, uno de los más leídos en el mercado dominical del país. Según lo publicado por el medio inglés, el doctor Mark Bonar habría reconocido, en el transcurso de conversaciones grabadas con cámara oculta, haber proporcionado tratamientos con métodos prohibidos a varios deportistas del más alto nivel.

Según esta confesión del galeno, la cifra de deportistas que habrían pasado por su consulta en los últimos seis años rondaría los 150 e incluiría ciclistas británicos del Tour de Francia, futbolistas de la Premier League y un importante jugador de cricket.

El médico londinense habría justificado sus tratamientos diciendo que “el hecho de que algunos de mis pacientes sean atletas profesionales es irrelevante. Si muestran evidencias de deficiencias en una analítica de sangre y son sintomáticos, tengo que tratarlos. Ellos son plenamente conscientes de los riesgos que implica utilizar ciertos productos en el deporte profesional y cumplir con la normativa antidopaje es su responsabilidad”.

Según esta lógica de Bonar, él únicamente estaría cumpliendo con su juramento hipocrático al tratar dolencias concretas de sus pacientes o, lo que es lo mismo, estaría administrando una medicación concreta para tatar una enfermedad y no como método dopante. Sin embargo, el galeno reconoce que “no les doy estos productos con el objetivo de mejorar su rendimiento deportivo, aunque es cierto que algunos de ellos sí pueden mejorarlo como ‘efecto secundario’”.

Sin embargo, la realidad que se desprende del vídeo hecho público por los periodistas del The Sunday Times, refleja una realidad distinta. Un deportista que actúa como cebo acude a la consulta privada del médico en Londres y asegurando sentirse cansado y que tenía problemas para recuperarse tras los entrenamientos y “no pasaron ni cinco minutos antes de que el Dr. Bonar le propusiese la posibilidad de usar sustancias para mejorar el rendimiento”.

En el vídeo, que puede verse junto a esta información, el médico habla sobre testosterona y hormona del crecimiento dentro de los factores que tienen una influencia directa sobre la recuperación tras el entrenamiento, aunque es cierto que lo hace después de decirle al paciente que “incluso a tu edad, he observado ciertas deficiencias”, lo que casaría con su explicación anterior”. En el vídeo, en el que la conversación ha sido editada y, por lo tanto, faltan algunos fragmentos, se escucha al doctor reconocer que “la diferencia que marca la testosterona es tremenda”.

Es, precisamente, en ese momento cuando el doctor Bonar abre la caja de Pandora que ahora habrá que ver hasta qué punto afecta realmente al mundo del deporte profesional. El médico británico le dice a su paciente que “debe de tener en cuenta que muchos de estos productos están prohibidos en el deporte profesional… Dicho esto, he trabajado con muchos atletas profesionales que han usado estos tratamientos… pero todo depende de cómo lo hagas”.

En el vídeo, los periodistas del The Sunday Times explican que “la consulta y la analítica de sangre tuvo un coste de £780 [974 euros, N.d.A.]”, añadiendo que “cuando nuestro atleta volvió a la consulta dos semanas después, los resultados de la analítica eran normales, aunque el doctor utilizó el recuento de glóbulos rojos para proponerle otro tratamiento prohibido”. Y es en ese momento cuando se nombra el que fue el Santo Gríal del dopaje durante buena parte de la pasada década: la EPO.

La manera con la que podrías mejorar eso es usando algo llamado EPO, de lo que quizás hayas oído hablar”, le dice el doctor Bonar a su paciente sin saber que estaba siendo grabado. Pero no se queda ahí el médico, que añade al cóctel propuesto otros productos como cortisol y hormona de crecimiento.

Pero Bonar no se detiene aquí y le propone al paciente “inyectarte aquí mismo la testosterona ahora con algo que se llama Nebido, que es una testosterona de efecto lento”. Todo ello, recuerden, en un supuesto paciente cuyas analíticas, al contrario de lo que el médico aseguró para defenderse, arrojan unos resultados absolutamente normales.

En la siguiente visita un segundo periodista se hace pasar por el tío del atleta que está siendo tratado por Bonar. Este supuesto familiar le dice al médico que lo que quiere es que su ‘sobrino’ tenga una oportunidad de conseguir plaza olímpica con el equipo británico. Lo más curioso en este punto del vídeo es que la primera pregunta de este familiar al médico es, literalmente, “no tiene ningún problema médico, ¿verdad? Algo a lo que Bonar responde que, efectivamente, no existe problema de saludo alguno aunque sus niveles de crecimiento no son óptimos”. Y es justo en relación a la hormona de crecimiento cuando Bonar se descubre. Esta es la conversación exacta:

-Periodista: [El uso de] la hormona de crecimiento es únicamente para mejorar su rendimiento deportivo, ¿verdad?

-Dr. Bonar: Sí, sí. La verdad de este asunto es que las drogas están en el deporte.

Seguido de esta confesión en toda regla de que lo recetado no sería para tratar enfermedad alguna sino para mejorar el rendimiento deportivo, Bonar explica cómo harán para burlar los controles antidopaje.

El galeno explica al deportista y a su supuesto tío que “lo que no queremos es meterte de todo y que tus niveles se salgan de la escala de lo normal metiéndote en un problema”. Es entonces cuando explica un caso práctico con un ejemplo muy conocido: “podrías tener en el frigorífico de casa unas cajas de EPO y medirte tú mismo tus niveles de hematocrito y, cuando bajen, darte una subida. Es algo que tienes que hacer fuera de competición o entre carreras. Si usamos testosterona de efecto rápido, desaparecerá del organismo en sólo una semana, pero si usamos una de efecto medio o lento, podría tardar un par de meses”.

Tras esta explicación y siendo informado de que los preolímpicos británicos se disputarán en abril, el Dr. Bonar le explica al deportista cómo iniciar su programa de dopaje para no ser cazado en los controles. Por último, Bonar explica cómo deberán de actuar para que ni él ni otro médico que supuestamente participará en el proceso, puedan resultar implicados.

Tras esta investigación periodística, y ahí radica la parte más importante de esta historia, faltan por conocer los nombres de esos 150 atletas profesionales que el Dr. Bonar asegura haber tratado. Cuando comience a despejarse esa incógnita, sabremos si estamos ante una tormenta perfecta o ante un pequeño chaparrón que mojará sólo a unos pocos.

Otro frente que se abre ahora es el relativo a la inacción de la Agencia Antidopaje del Reino Unido (UKAD), que fue informada, según The Sunday Times, sobre las actividades del Dr. Bonar hace dos años y no hizo nada al respecto. Sin embargo, tras esta acusación la UKAD ha hecho público un comunicado asegurando que “la UKAD inició una investigación sobre el Dr. Bonar tras haberse entrevistado con un deportista en mayo de 2014. A raíz de estas entrevistas y de la propia investigación, la UKAD determinó que no había nada que indique que el Dr. Bonar se deba de regir por las normas del deporte. Por ello, las actividades del Dr. Bonar quedaban fuera de la jurisdicción de la UKAD y que, en su caso, la información podría ser enviada al Colegio de Medicina, que es quien tiene la potestad de investigar los casos de mala praxis”.

 

 

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