El repertorio de Froome

Froome en solitario © ASO

Froome en solitario © ASO

Dijimos de inicio, presos de la euforia de un sábado de calor y Tour, que éste era un día grande para gente grande, para campeones con mayúsculas. Quemamos kilómetros, un puerto, dos, tres,… paisaje embriagador, verde, tupido, montañas vestidas de un tapete de billar. No pasaba nada, una fuga cargada de mas rabia que otra cosa, conducida por Thibaut Pinot y monotema en el pelotón.

Iban los favoritos juntos, casi de la mano. Controlaba el Team Sky, abrumador, con alguna pincelada del Movistar. Mikel Landa bloqueó la carrera, a dónde no llegó el alavés, prosiguió el otro Mikel, Nieve, que dejó las cosas resueltas hasta el último coloso, el que menos imponía, el Peyresourde, pero que su proximidad a meta le confería trascendencia.

Y la cosa acabó en tragedia griega, en subidón fina, aunque la carrera acababa en el valle. Froome es un grande, y el día era para grandes. Él ama este deporte, y así lo expresó. Atacó bajando, sí. Nada más coronar, tras tensar un poquito en la subida, se fue, furibundo, por las herraduras que llevan hasta Bagneres. Su descenso fue un acto de equilibrio sin red, un error, un devaneo, un desequilibro eran el adiós. El todo o nada.

Y fue el todo. Pedaleando haciendo el “bicho bola” como le he oído a otro que bajaba como los ángeles, Eduardo Chozas. Froome ha jugado con fuego y no se ha quemado. Bien, muy bien, a los campeones se les exige personalidad, Froome la ha demostrado, a los campeones se les exige repertorio, Froome lo ha sacado, a los campeones se les exige recursos, Froomo los tiene. Chapeau.

Artículo completo de Joan Seguidor aquí

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