En bicicleta por Nueva York

El asfalto neoyorquino es transitado miles de veces al día por personas y el capricho de un clima húmedo con olor a río, incluso a mar, según el viento. La bicicleta nos proporciona la sensación de avanzar más ligeros, entre edificios que estrechan el espacio.

Profesionales y aficionados, duchos y curiosos conquistan Nueva York con bicicletas de múltiples tamaños, formas y colores. Superamos la Sexta Avenida, el Central Park, el puente de Queensboro. Más de 15 kilómetros durante los que hemos procesado ya decenas de imágenes a través del ojo y del smartphone.

Entramos en el Astoria Park sin perder de vista el East River. Por las calles de los distritos de Manhattan, Bronx o Queens, los edificios se nos antojan más atractivos y la ciudad más bella. «Has visto algo. ¿Te paras?» pregunto a Juan. «Sí, a la derecha». Y como un truco de magia, se coloca en el punto exacto para la foto. Me detengo unos metros después, observo rostros e intento perfilar historias, algunas hablan de padres e hijos, otras de amistad, otras de superación de difíciles imitaciones físicas.

En Brooklyn saludamos al que en su inauguración fue el puente colgante más grande del mundo, unos dos kilómetros que se pueden recorrer a pie o en bicicleta. Otro puente, el de Verrazano-Narrows, nos lleva hasta Staten Island. Volvemos en ferry a Manhattan con la conquista de la ciudad consumada.

Es complicado humanizar las durezas urbanas, pero la experiencia pedal a pedal permite sentir el pulso profundo y multicultural de una ciudad que se reinventa en cada uno de sus muchos centros.

Fuente: www.ocholeguas.com

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