Hinault, la última maglia rosa en Turín

Vídeo de la victoria de Belda con Hinault de líder

Ángel Olmedo Jiménez / Ciclo 21

De las tres grandes vueltas por etapas, el Giro es la que, con mayor frecuencia, suele modificar su lugar de finalización. Este año, la corsa rosa culminará en la ciudad de Turín, que será la encargada de acoger (y loar) al vencedor de la prueba.

La ciudad del norte de Italia llevaba veinticuatro años sin poder hospedar la última etapa de la prueba italiana. En aquella ocasión, los transalpinos no pudieron celebrar el triunfo de un local, sino que se vieron obligados a rendirse ante la superioridad del bretón Bernard Hinault (quien distanciaría en más de dos minutos al sueco Tommy Prim y a su compañero de equipo, el italiano Silvano Contini). Hinault, no está de más recordarlo, ya se había impuesto en el Giro de 1980, sin que defendiera título en 1981. Volvería a reinar en Italia en 1985.

Hinault fue el claro dominador del aquel Giro, cosechando hasta cuatro victorias individuales (en las dos cronos individuales, en Campitello Matese y en Monte Campone)  a la que había sumar la de la crono por equipos, disputada en Milán, en la que su equipo, el Renault, se impuso y le permitió lucir el primer rosa de la edición.

El Giro 1982

El Giro 1982

La organización dispuso un trazado compuesto por el ya meritado prólogo y un total de veintidós etapas, para cumplimentar los cuatro mil diez kilómetros de una travesía que partía en Milán. Un total de dieciocho equipos tomaron la salida

Los nuestros contaron con una participación bastante anónima. De hecho, el mejor comportamiento individual fue el de Faustino Rupérez, del equipo Zor, que finalizó en décima posición a catorce minutos y cincuenta y siete segundos del vencedor definitivo.

El momento de mayor éxito para nuestro ciclismo en aquel Giro de 1982 fue la victoria obtenida por el escalador del Kelme, Vicente Belda, en la decimosexta etapa que transitaba entre las localidades de Comacchio y San Martino di Castrozza.

Aquel 29 de mayo, con un Hinault que ya marchaba en su quinto día de líder consecutivo (la maglia le sería arrebatada en la jornada siguiente por Contini, pero la victoria en el Monte Campone se la devolvería un día después a Bernard [la jornada es especialmente recordado por dos circunstancias, lo inusitadamente exiguo de su kilometraje, apenas 85 kilómetros, y la huelga de la RAI que impidió que el público pudiera ver el devenir de la etapa]), Belda tuvo la oportunidad de demostrar sus dotes y espíritu aventurero.

Hinault y Belda © bikeinfo

Hinault y Belda © bikeinfo

La jornada, de 243 kilómetros, era una de las más duras de toda la competición, obligando a ascender el Monte Grappa durante la aproximación a San Martino. La carrera llegó controlada, por el equipo de Hinault al último puerto, y allí, tras los ataques del italiano Groppo, de Rupérez y de Beccia, Belda consiguió despegarse de todos ellos y levantar los brazos en la meta.

Hinault pudo disfrutar con los cortes de dos de sus rivales, el sueco Prim y el italiano Saronni (que había pinchado hasta en seis ocasiones), que se dejaron casi dos minutos y medio con el francés, que apuntalaba sus opciones para ser el titular de la preciada túnica rosa en Turín.

Con su triunfo, el valenciano sumaba su tercera etapa en una grande, ya que antes había vencido, en 1978 y en 1981, en la Vuelta a España. Nunca más pudo festejar un triunfo en ninguna de las tres.

Por su parte, Hinault vencería ese mismo año el Tour (además de cosechar el prólogo y tres etapas y la clasificación combinada), revalidando su campeonato. No sería el único doblete del bretón, quien, en 1985, repitió la gesta. Además de su doblete, Bernard fue el primero tanto en el Gran Premio de las Naciones como en el Tour de Luxemburgo, completando un 1982 de lo más nutrido de jornadas de gloria (de hecho, entre Giro y Tour, el Tejón se pasó 27 días con la maglia rosa y el maillot amarillo, una cifra nada desdeñable y notoriamente expresiva de su superioridad).

La etapa de Belda

La etapa de Belda

Aunque otra cosa pudiera parecer, Hinault tuvo que sudar su maglia rosa. Especialmente en la vigesimoprimera etapa (Cuneo-Pinerolo), que era un homenaje efectuado por la organización a la famosa jornada del Giro de 1949 en la que venció Fausto Coppi y que obligaba a superar La Magdalene, Vars, Izoard, Monginevro y Sestriere.

Aquel día Contini puso toda la carne en el asador y, mediante una miríada de ataques, probó la resistencia de Hinault hasta límites insospechados, con la compañía del belga Van Impe que bastante hacía con resistir. El triunfo en la jornada fue para Saronni pero para la historia siempre quedará el despliegue de medios llevado a cabo por Contini que magnificó, aún más si cabe, la victoria que Hinault certificaría en la última crono individual sobre las calles de la siempre enigmática y bella ciudad de Turín.

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