Historia pista olímpica: Atenas 2004

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Después de la frustración que supuso la concesión de los Juegos Olímpicos del centenario a Atlanta, Atenas por fin tuvo su aniversario ocho años después, en 2004  -entre el 11 y el 29 de agosto-, al ser elegida con claridad frente a la gran favorita, Roma. Unos Juegos que tuvieron en vilo al COI por el retraso en muchas de las obras -deportivas y de infraestructura-, aunque al final Atenas cumplió. Eso sí, las consecuencias económicas de aquella edición aún la siguen pagando los helenos con el control de la troika y las durísimas condiciones impuestas por el ‘rescate’.

Unos Juegos que incrementaron notablemente su seguridad a raíz de los atentados del 11-S, y de la cercanía de las costas griegas con el polvorín del Próximo Oriente y sobre todo de Afganistán, aunque afortunadamente no hubo ninguna incidencia en este sentido. La más grave fue el gesto de un perturbado, un sacerdote irlandés, que derribó al corredor que iba claramente destacado en la maratón, Vanderlei da Lima, que perdió el ritmo y una victoria que parecía segura, aunque terminaría tercero.

 

A nivel popular, el gran héroe fue el nadador norteamericano Michael Phelps, que no logró el objetivo de superar los siete oros de Mark Spitz, pero sí alcanzó una medalla más; seis oros y dos platas. El record llegaría cuatro años después, en Pekín., para estar actualmente en lo más alto del medallero con 28 preseas, de las cuales 23 son del máximo valor.

Sin embargo, para España los héroes fueron los integrantes del equipo nacional de pista que con dos platas y dos bronces lograban la mejor cosecha olímpica de la historia, el 20% del total de la delegación hispana. Por cantidad, solamente superada por Australia -y empatada con Alemania y Gran Bretaña- aunque faltó una de oro para estar en las posiciones altas del medallero, en vez del séptimo lugar. Un proyecto que luego no tendría continuidad por la falta de visión a largo plazo de las autoridades deportivas, ni siquiera alentada por el cortoplacismo de las medallas.

Las competiciones se desarrollaron en el velódromo olímpico, un recinto descubierto que se construyó para los Juegos Mediterráneos de 1991, que se cerró con una impresionante cubierta de Santiago Calatrava, aunque dejando los laterales abiertos para una mejor ventilación, aunque dos años después de los Juegos se cerraron para evitar problemas de corrientes. Allí se desarrolló un programa idéntico al de 2000, con ese desequilibrio entre pruebas masculinas -ocho- y femeninas, con doce participantes españoles: Miquel Alzamora, Carlos Castaño, Rubén Donet, Sergi Escobar, José Antonio Escuredo, Guillermo Ferrer, Joan Llaneras, Asier Maeztu, Salvador Meliá, Gema Pascual, Carles Torrent y José Antonio Villanueva

Australia dominó tanto en las pruebas de fondo como en las de velocidad. Comenzando por las primeras, la persecución por equipos supuso el primero de los muchos duelos que vivirían con los británicos en esos años. Graeme Brown, Brett Lancaster, Brad McGee y Luke Roberts superaban en la final a Steve Cummings, Rob Hayles, Paul Manning y Bradley Wiggins, con Chris Newton como quinto hombre, aunque más destacable eran sus 3:56.610 de la primera ronda que suponían un nuevo récord del mundo.

Más interés teníamos puesto en la final por el bronce, en la que España, con Castaño, Escobar, Maeztu y Torrent -Ferrer, el quinto hombre, no llegó a intervenir en ninguna serie- se la jugaba con la potente selección de Alemania, a la que había superado en tiempos tanto en la clasificatoria como en la primera ronda, donde España, con 4:02.374, establecía un nuevo récord nacional. Los tiempos de la final fueron sensiblemente superiores, pero lo importante es que España superaba a Alemania, con una potentísima cuarteta (Robert Bartko, Guido Fulst, Christian Lademann y Leif Lampater): 4.05.523 a 4:07.193.

Fue una revancha de lo sucedido en la individual, donde Wiggins había superado claramente a McGee (4:16.304 a 4:20.346). Una persecución que estrenaba un rebuscado y larguísimo sistema de competición, con una clasificatoria y tres rondas, y en el que Escobar hacía varias veces mejor tiempo que McGee pero en la penúltima ronda, no, lo que llevó al australiano a la final absoluta y al español, a la B, donde con 4:17.947 se imponía claramente al británico Robert Hayles, y como se ve, nuevamente con mejor tiempo que el medallista de plata. También intervino Castaño, clasificado en duodécimo lugar.

La puntuación supuso una medalla más para España, con una plata para Llaneras, aunque el nuevo sistema -la vuelta ganada se ‘traducía’ a veinte puntos- no era lo más favorable para el balear, aunque tanto por el nuevo como por el antiguo, el triunfo no se le hubiera escapado al jovencísimo Mikhael Ignatiev -19 años en ese momento- que, con 93 puntos, superaba a Llaneras (82) y al alemán Guido Fulst (79).

Donde no hubo opción fue en la madison, donde siete parejas acabaron en la misma vuelta, decidiendo los sprints, en donde Llaneras y Alzamora apenas tuvieron opción, ya que ninguno de los dos era lo suficientemente rápido como para marcar diferencias, y se echó en falta la presencia de Isaac Gálvez. 7 puntos para los españoles frente a los 22 de Australia (Stuart O’Grady-Brown), muy superior a todas las demás duplas, los suizos Franco Marvulli-Bruno Risi, con 15, y los británicos Wiggins-Hayles, con 12.

En las pruebas de velocidad, el dominio australiano se personalizó en Ryan Bayley, que en Atenas tuvo su momento dulce, al ganar la velocidad y el keirin. En la primera prueba, fue en todo momento el más fuerte: desde los 10.177 que marcó en los 200 hasta la final, donde el neerlandés Theo Bos sería el único que le ganase una manga. El bronce, para el alemán Rene Wolff, ganador en dos mangas de Laurent Gané. Precisamente el francés fue quien puso fuera de concurso al español Villanueva, en octavos, quien luego ganaría la manga definitoria de las posiciones 9 al 12.

En la final de keirin, el australiano, que había ganado tanto su primera ronda como su semifinal, superaba a Escuredo -que daba la cuarta presea al combinado español- y a su compatriota Shane Kelly. Un torneo lleno de intriga ya que el catalán no entraba en principio en la final al ser cuarto, aunque la descalificación del británico Jamie Staff le colocaba entre los elegidos: aún recuerdo mis intentos infructuosos de comunicar con Ramón Pizarro, el narrador de TVE en Atenas, para darle la noticia, ya que no se había enterado de la decisión arbitral. Claro que en aquella época no había Whats App y no me iba a coger el teléfono en plena retransmisión. El otro español, Villanueva, terminaba decimotercero, al ser tercero en su repesca y pasar sólo dos.

El kilómetro supuso el estreno olímpico de un Chris Hoy que luego lograría sus mayores éxitos en otras disciplinas, al batir por menos de 2 décimas al francés Arnaud Tournant (1:00.711 a 1:00.896), con el alemán Stefan Nimke completando el podio y con Donet en duodécimo lugar (1:03.505)

Bayley no pudo conseguir su tercer metal en la velocidad por equipos, ya que junto a sus compañeros Sean Eadie y Shane Kelly caía en la final B ante Francia, con Laurent Gané, Mickaël Bourgain y Arnaud Tournant, por apenas media décima (44.359 a 44.404). El oro fue para Alemania donde Jens Fiedler reverdecía viejos laureles, en compañía de Nimke y Wolff, para superar en la final al inesperado trío japonés, con Toshiaki Fushimi, Masaki Inoue y Tomohiro Nagatsuka (43.980 a 44.246). España, con Meliá, Escuredo y Villanueva, no estuvo a la altura del Mundial, unos meses antes en Melbourne, donde fue plata, en un torneo en el que fue de más a menos, ya que tras ser cuarta en la clasificatoria (44.452) terminaba en séptimo lugar.

Pasando a las féminas, Pascual debutaba en unos Juegos al ser elegida por sus mejores condiciones para los sprints tras el cambio del sistema en la puntuación. La madrileña terminaba séptima, con 7 puntos, en una prueba en la que Olga Slyussareva -campeona mundial en esta disciplina en los cuatro años del ciclo olímpico- ratificó su condición de gran favorita y con 20 puntos superaba a la mexicana Belem Guerrero, con 14, y a la colombiana Maria Luisa Calle, con 12.

La persecución coronaba a la neozelandesa Sarah Ulmer que superaba en la final a la australiana Katie Mactier, 3:24.537 a 3:27.650, siendo su marca el segundo record del mundo que establecía en Atenas. Para la heroína de Sydney, Leontien Zijlaard-Van Moorsel, esta vez solo hubo opción del bronce… aunque repetiría triunfo en la contrarreloj individual.

Anna Meares, campeona mundial vigente, completaba el balance de oros de Australia, al ganar los 500 metros, récord del mundo incluido (33.952) a la china Jiang Yongua (34.112) y a la bielorrusa Natalia Tsilinskaya (34.167), en estos días de rabiosa actualidad por la suspensión del Europeo y ser la presidenta de aquella Federación.

Por el contrario, Meares no luchó por el oro sino por el bronce en la velocidad ante la rusa Svetlana Grankovskaya, la gran favorita en esta prueba, y que cedía en dos mangas ante la australiana, que había marcado el mejor tiempo en 200 (11.291). En esa primera actuación, la canadiense Lori-Ann Muenzer solo pudo ser cuarta, pero fue superando rondas, y siempre con desempate, salvo en la final donde se adjudicó las dos mangas frente a la ‘segunda’ velocista rusa, Tamila Abasova.

Por cierto, una de las velocistas que cayó ante Muenzer fue la lituana Simona Krupeckaite, que estará en Tokio este verano en los que serán sus quintos Juegos Olímpicos.

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