Historia pista olímpica: Sidney 2000

Joan Llaneras, oro en Sidney

TrackPiste / Ciclo 21

Cuando terminaron los Juegos Olímpicos de Sidney, el presidente del COI dijo que habían sido los mejores de la historia, algo que no debió ser fácil de decir para Juan Antonio Samaranch, el artífice de Barcelona’92, una edición que rompió moldes en todos los sentidos… aunque la australiana se superó y todo el mundo coincidió en ello.

Unos Juegos que tuvieron algunos escándalos previos en cuanto a destaparse sobornos en la compra de votos para decidir algunas ediciones, así como varios casos de dopaje. Pero durante las dos semanas de Sidney, que se retrasaron a la segunda quincena de septiembre al estar en el Hemisferio Sur, todo fue como una balsa.

Una edición en la que estuvieron todos los países del Movimiento Olímpico menos Afganistán, castigado por no querer llevar participación femenina, y en la que incluso pudieron estar los caballos de estas naciones, a los que se les eximió de la obligada cuarentena, la misma que propició que las pruebas hípicas de Melbourne 1956 se celebrasen en Estocolmo.

En unos Juegos tan exitosos, ni siquiera hubo grandes protagonistas a nivel individual, salvo quizá la atleta aborigen Cathy Freeman, una elección ‘política’ para lavar la imagen australiana con respecto a los pobladores locales, que fue la encargada de encender la llama olímpica… y ganar la final de los 400 metros días después, corriendo con un extraño mono. Algo que jamás ha sucedido en la historia del olímpismo.

En lo que se refiere al ciclismo en pista, destacar el considerable aumento de pruebas, hasta un total de doce, aunque con un profundo desequilibrio ente mujeres y hombres: mientras que para las féminas se añadían los 500 metros, con un total de cuatro competiciones, los hombres veían su programa aumentado hasta ocho pruebas, con la inclusión del keirin, la velocidad por equipos y la madison.

Entre el 16 y el 21 de septiembre se disputaron estas pruebas, en el velódromo Dunc Gray, que recibía su nombre del primer medallista australiano en pista, un recinto cubierto, como sería ya norma a partir de entonces, construido para la ocasión, con un aforo de 3.150 personas, con una cuerda de 250 metros, y una superficie de madera que resultó ser bastante rápida. En ella se alinearon nueve españoles y una española, Dori Ruano, a la que le correspondió el honor de ser la primera ciclista olímpica española de pista, aunque el gran triunfador español fue Joan Llaneras, con el oro en la puntuación, con sendos diplomas para José Antonio Villanueva, David Cabrero y la propia Ruano.

El mallorquín ya había sido dos veces campeón del mundo (1996 y 1998) y leía como nadie esta carrera. En Sydney se metió en dos cortes que ganaron vuelta, pero fue en el tercero, en solitario, en el que sentenciaría la prueba, siendo el único corredor que quedó en cero vueltas. Los 14 puntos logrados -bastantes menos que otros cinco ciclistas- le valieron para lograr su primera medalla olímpica, en un podio en el que le acompañaron el uruguayo Milton Wynnants -que obtuvo su plaza proveniente del Mundial B- y el ruso Aleksey Markov.

Por el contrario, en la madison no pudo tener tanto protagonismo formando pareja con Isaac Gálvez, ya que ninguna pareja ganó vuelta y quedaron en un anónimo decimotercer lugar, y que desgracciadamente no podrían volver a competir juntos en unus Juegos. El triunfo, cargado de emoción por sus circunstancias personales, correspondió a los australianos Scott McGregory y Brett Aitken, por delante de los belgas Etienne de Wilde y Matthew Gilmore y los italianos Marco Villa y Silvio Martinello.

Francia ratificó su condición de primera potencia mundial en aquellos años, con cuatro medallas de oro y dos de plata, que le dieron la cabeza en el medallero, y con dos de sus velocistas como grandes protagonistas. Por un lado, Florian Rousseau: el antiguo campeón olímpico del kilómetro dejó esta prueba y se alineo en el nuevo keirin, donde se impondría a Gary Neiwand y Jens Fiedler; en la velocidad por equipos, donde junto a Laurent Gané, Arnaud Tournat formaba ese trío mágico de los galos, que superaba en la final a Gran Bretaña (Craig McLean, Chris Hoy y Jason Queally), con Australia (Sean Eadie, Darryn Hill y Gary Neiwand) completando el podio. El de Val de Marne aún sumó una plata más, en la velocidad, donde cayó en la final ante el norteamericano Marty Northstein, autor del mejor 200 (10.166) y que hizo un torneo impecable, para derrotarle en dos mangas en la final. Fiedler volvía a sumar otro bronce, al derrotar a Gane en la consolación. En cuanto al kilómetro, esta vez tuvo color británico con Queally (1:01.609), por delante del alemán Stefan Nimke (1:02.478) y del australiano Shane Kelly (1:02.818).

Los españoles realizaron un notable papel en las pruebas cortas, aunque desgraciadamente el trío español -Salvador Meliá, José Antonio Escuredo y José Antonio Villanueva- estaba llamado a más altas cotas. Y es que un fallo en la clasificatoria hizo que España quedase novena y no pudiera corregirlo en los enfrentamientos ‘cuerpo a cuerpo’. Afortunadamente subieron al podio en el Mundial algunos meses después. Villanueva terminaba en sexto lugar en la velocidad, tras caer ante Rousseau en cuartos y ser segundo en la final del quinto al octavo, y David Cabrero, séptimo en el keirin, tras ser cuatro en su semifinal, y decimoquinto en el kilómetro (1:07.710).

La otra gran protagonista del éxito francés fue Felicia Ballanger, ganadora de la velocidad al derrotar en la final a la rusa Oksana Grishina, con la ucraniana Iryna Yanovych como bronce, y de los 500 metros, con un tiempo de 34.140, medio segundo menos que la australiana Michelle Ferris, en un podio que completó la china Jiang Cuihua. Un doblete que, sin embargo, no era nada nuevo para ella, ya que lo había obtenido en todos y cada uno de los Mundiales que había disputado entre 1995 y 1999.

Por el contrario, en la persecución Alemania recuperaba su antiguo dominio, tanto por equipos, con Guido Fulst, Daniel Becke, Olaf Pollack, Robert Bartko y Jens Lehmann, como en la individual, con estos dos últimos ciclistas como protagonistas de una final en la que el primero se imponía claramente (4:18.515 a 4:23.824), con el australiano Brad McGee superando por apenas 4 décimas al británico Rob Hayles en la consolación.

Es curioso que la cuarteta germana solo marcase el cuarto tiempo en una clasificatoria que dominó Gran Bretaña (Bryan Steel, Paul Manning, Bradley Wiggins, Chris Newton y Jonny Clay), pero que fue subiendo de nivel según pasaban las rondas, con protagonismo de Ucrania (Oleksandr Fedenko, Oleksandr Symonenko, Serhiy Matvieiev y Serhiy Cherniavsky) que establecería un record del mundo en semifinales (4:00.830), donde relegaba a los británicos, y de la propia Alemania, que no sólo no dio opción a los ucranianos sino que también superaba la plusmarca convirtiéndose en la primera selección de la historia que bajaba de los 4 minutos (3:59.710). Gran Bretaña completaba el podio al superar en la final B a Francia, con dos de los hombres que habían logrado el oro cuatro años antes, Philippe Ermenault y Francis Moreau.

Para España, posiciones muy lejanas a las logradas en Atlanta: duodécima para el equipo (Miquel Alzamora, Isaac Gálvez, José Francisco Jarque y Toni Tauler), y decimosexta para este último en la individual.

Terminamos el balance de las pruebas de pista con el fondo femenino que tuvo una protagonista de excepción en la neerlandesa Leontien Zijlaard-van Moorsel, que volvía a la competición tras una anorexia nerviosa que le causó graves problemas. En la persecución ya demostró su ‘hambre’, al marcar un mejor tiempo en la clasificatoria tres segundos mejor que la siguiente corredora, establecer un récord del mundo (3:30.816) en la semifinal, y superar en la final a la francesa Marion Clignet por cinco segundos (3:33.360 a 3:38.751), con la británica Yvonne Gregor imponiéndose por apenas una décima (3:38.850 a 3:38.930) a la neozelandesa Sarah Ulmer en la lucha por la otra medalla. En la puntuación mantuvo un intenso duelo con Antonella Bellutti -campeona olímpica en Atlanta en persecución y que en esta ocasión solo pudo ser quinta- y con Olga Slyussareva, con un último sprint que decidió a favor de la italiana, por delante de la neerlandesa y de la rusa, con la española Ruano encaramándose a la séptima posición tras ganar el último sprint.

Pero el gran éxito de Van Moorsel llegaría algunos días después, al ganar tanto la contrarreloj como la prueba en línea, con un doblete -y un balance de cuatro metales- que jamás ha logrado una ciclista en una misma edición.

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