Javier Castañer, el aragonés que afrontó tres récords de la hora

Javier Castañer © Track Piste

Track Piste / Ciclo21

En un país con tan escasa tradición en el record de la hora, con intentos que se pueden contar con los dedos de la mano, no podíamos dejar de hacernos eco de la experiencia del aragonés Javier Castañer, que entre 1996 y 1997 afrontó tres veces esta selectiva prueba, con una marca final de 47,102.

Recientemente, el pasado 2 de noviembre, se cumplían 25 años de la primera tentativa, y José Luis Sorolla, periodista, aficionado a este tipo de historias ciclistas y, sobre todo, amigo, recordaba en EFE aquellos momentos… y nos ponía en el camino para hablar con el zaragozano, en unos días en los que se encuentra convaleciente de una “caída tonta, en el carril bici, con un golpe en la cadera que no parecía nada, pero me originó problemas en el trocánter y en los tendones y que me está llevando a un descanso de un par de meses”. Y es que, a sus 51 años, aún sigue montando a su aire, ya sin competir, aunque no queda demasiado lejos su última iniciativa para volver a afrontar el récord.

Para los que no te conozcan ¿quién es, o, mejor dicho, quien era Javier Castañer en 1996?

Era corredor aficionado, pero de los que tienen que compaginarlo con diez horas de trabajo. Salía a entrenar con un sándwich y los fines de semana mientras que los compañeros de trabajo descansaban, yo me embarcaba en la competición. No tuve malos resultados, pero llegué tarde. Estuve tres años en el CAI y el último año, en 1996, como independiente, también hice algunas cosillas, aunque ya estaba en el declive de mi carrera. Fue entonces cuando me planteé batir el récord aragonés que había logrado un par de años antes César Latorre.

¿Y cómo te dio por intentar el récord, si no es una prueba ni fácil ni siquiera popular?

Es algo que he tenido siempre en la cabeza, desde los tiempos de Moser, diez años antes. Pero, sobre todo, me impactó el de Indurain. Era una prueba que me encantaba. Y no es porque sea maño, pero se me metió en la cabeza que podía hacerlo, y como corredor me cuidaba mucho, a por ello me lancé. Sin apenas preparación específica, eso sí, porque sólo entrené quince días, aunque yo siempre había llevado mis propios entrenamientos. Lo hice más con ambición y ganas que con una adaptación para esta prueba.

Sin preparación específica, pero con ambición y ganas… y la bicicleta de Rominger

A pesar de lo que nos cuentas, en lo relativo al material sí que contaste con una buena bicicleta, la que usó Toni Rominger para preparar su récord pocos años antes. ¿Cómo la conseguiste?

Tenía un amigo con una tienda y contactó con Pedro Muñoz, el ex corredor que llevaba Colnago en aquella época en España, y conseguimos la bicicleta. Era de mi misma talla y sólo tuvimos que subir la tija, porque la posición de Rominger era muy baja, y los acoples, aunque en este caso con el poco margen que te da el reglamento. Era una bicicleta fantástica, que una vez lanzada, volaba, pero que había que ponerla en marcha y para eso hace falta patas y patata.

 

Aquel día, en el velódromo de Zaragoza, ese primer intento se tradujo en un registro de 43,474 kilómetros… y la sensación de que “podía dar mucho más”.

No había hecho nunca nada así, pero sí había leído bastante sobre el récord y además tenía el culo pelado de correr. No teníamos potenciómetro ni nada parecido, que eso ahora ayuda mucho, pero los tiempos estuvieron por debajo de lo esperado. Además, acabé muy entero. Lo que más me preocupaba era el viento, ya que se levantó un día muy malo. David Cañada (qepd), que era mi mejor amigo, estuvo allí animándome, diciéndome que por la tarde pararía el viento, como así fue.

Los siguientes meses no te quistarte el récord de la cabeza, hasta que el 14 de junio de 1977, en el mismo velódromo, lo afrontaste por segunda vez. ¿Qué diferencias hubo entre los dos intentos?

La primera vez apenas entrené quince días, por lo que no noté mucho los problemas del velódromo de Zaragoza. Es una pista muy dura, con unas juntas de dilatación enormes. Llevar las ruedas a diez kilos y medio de presión era horroroso, y la segunda vez, que entrené bastante más, comenzaron los problemas, ya que cuanto tenía que apretar en los entrenamientos, las ingles se me ponían rojas, me hacía rozaduras y terminaba sangrando. Más de una vez fui con compresa al velódromo y en casa mi madre me ponía filetes para bajar la inflamación, un remedio casero pero efectivo, incluso hasta el mismo día del récord. Esta vez me preparé mejor y llevé la marca por encima de los 45 kilómetros (45,055), aunque como me pasó la vez anterior, sabía que podía dar más. Y me lo ratificó José Luis Terreros, que entonces era responsable del Centro Aragonés del Deporte –hoy en día director de la Agencia Española de Protección de la Salud en el Deporte- y que fue una de las personas que más me ayudó.

¿Qué hubiera pasado con el plato de 55 que no llegó?

Juntando dos refranes a priori antitéticos, ‘no hay dos sin tres’ y ‘a la tercera va la vencida’, llegaría una nueva tentativa pocos meses después, el 13 de septiembre, pero ya en un velódromo mucho más adecuado como el Luis Puig valenciano. ¿Cómo fue la tercera intentona?

En los dos intentos anteriores tuve que organizármelo yo todo, conseguir microsponsors para asumir los costes del récord y todo ello me llevó bastante tiempo, por lo que no lo veía claro intentarlo otra vez más, por todo ese esfuerzo. Pero esta vez el intento tuvo bastante repercusión y hubo un periodista ya fallecido, Valeriano Jarne, que le encantó la historia y se movió bastante, hasta conseguir el patrocinio de CAI, que me pagó todos los gastos de Valencia. Volví a utilizar la misma bicicleta y el mismo desarrollo que en las veces anteriores, un 54 x 15, aunque esta vez quise probar con un plato de 55, pero que no me llegó a tiempo.

Javier Castañer © Track Piste

En todo caso, casi 189 vueltas al velódromo valenciano que suponían una marca de 47,102, que actualmente es la segunda plusmarca española de todos los tiempos, detrás de la de Indurain. Pero de nuevo, no quedaste del todo satisfecho, ¿no?

Acabé Valencia también con motor, rodando los últimos diez minutos a 192 pulsaciones. Y no es que me quedase con ganas de hacerlo otra vez, pero sí haciéndome muchas preguntas, como por ejemplo que hubiera pasado de haberme llegado el plato de 55. Y aunque soy un tío duro, el record es un gran esfuerzo físico, pero sobre todo mental, por conseguir todas esas cosas que hacían falta y que me llevaron bastante tiempo en los tres intentos. Curiosamente es ahora, con el paso del tiempo, cuando estoy más contento de lo que conseguí, le doy mucho más valor ahora, ya que era un amateur sin apenas medios.

Una marca que no aparece… y desaparece como récord

Y desgraciadamente, la marca no tiene consideración de récord. Primero, porque la Federación Aragonesa no tramitó la documentación, ¿no es así?

Hice todos los trámites, con los árbitros que me exigían, con el control antidopaje. Pero veía que la marca no aparecía por ningún lado y me dijeron que fue porque no se envió el acta. Ya tenía bastantes cosas en la cabeza para preocuparme de que otros hicieran lo que tenían que hacer. Pero la marca está ahí.

La segunda, la decisión de la UCI pocos años después de revisar la validez de las bicicletas usadas para esta prueba, anulando como récord de la hora las conseguidas con máquinas como las de Graeme Obree, Chris Boardman, Miguel Indurain… y, claro está, la de Toni Rominger, la tuya.

Es una aberración que la UCI decidiera borrar de un plumazo todas esas marcasy se volviese a los años 70. No lo comprendo. Los avances tecnológicos no deben suponer un freno y estoy seguro de que cualquiera de ellos lo hubiera batido con una bicicleta diferente.

Javier Castañer © Track Piste

Sin embargo, tu ‘romance’ con el récord de la hora no terminaba en esos años. En 2013, y ya como master 40, volviste a planteártelo. ¿Por qué no lo llevase a cabo finalmente?

Las circunstancias ya no eran las mismas, pero estaba elaborando un dosier para los patrocinadores, conseguir la bicicleta… Pero se me juntaron algunos temas familiares y personales, y me produjeron unas arritmias por estrés. No fue nada grave, pero tuve que dejar de pensar en ello.

Pese a que ya no tienes esa vinculación directa con el récord de la hora, sí sigues con atención las distintas tentativas, y te lamentas de que no haya jóvenes que quieran afrontarlo. ¿Por qué crees que nadie lo intenta?

Es una prueba del estado del ciclismo en nuestro país, que cada vez tiene menos repercusión. Y la gente no se atreve a realizar el sacrificio sin tener esa garantía. Son varios meses de preparación que la gente no está dispuesta a hacer. Y luego está el esfuerzo, que son 60 minutos al límite y hay que ser muy fuerte en todos los aspectos físicos y mentales.

Una lástima, y sobre pensando en un ciclista que, a modo de despedida tras la entretenida charla, nos resume su filosofía: “No hay nada imposible, solo si no te lo propones”

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