Joan Seguidor: El ciclismo racional de Antonin Magne

Antonin MagneAntonin Magne fue uno de los ciclistas más representativos del ciclismo galo en el período que antecedía el inicio de la Segunda Guerra Mundial.

Había nacido en el mes de febrero de 1904 en la localidad de Ytrac, que se sitúa en la región de Auvernia, en la zona que se localiza en el centro de Francia, conocida por su subsuelo de constitución volcánica, un factor turísticamente muy atractivo, que se levanta no lejos de la ciudad de Clermont-Ferrand.

Un historial que se hizo cotizar

Aleccionadoras fueron las prestaciones realizadas por este fornido ciclista de otros tiempos apellidado Magne, que mostró de por sí su desenvuelta talla. Fue erigido ganador absoluto en dos ocasiones en el célebre Tour de Francia (1931 y 1934), exponente máximo del pedal. Además, se proclamó campeón del mundo de fondo en carretera (1936), celebrado en la población de Berna; se adjudicó por tres veces el Gran Premio de las Naciones (1934, 1935 y 1936), corrido individualmente contra las manecillas del reloj, debiendo tomarse en consideración sus triunfos de renombre en otras clásicas, tales como el Gran Premio Wolber (1927), París-Limoges (1927 y 1929) y París-Saint Quintín (1926). Fueron demostración fehaciente de su categoría innata dentro del campo internacional. Está última que hemos señalado tuvo su importancia dada que fue su primera victoria como ciclista profesional. 

¿Quién lo iba a creer?

Empezó a destacar nada menos a los diecisiete años, aunque sus inicios, dicen las crónicas, no fueron muy esperanzadores. Estuvo a punto de abandonar el deporte de la bicicleta a instancia sobre todo de sus padres que veían que realizaba inauditos esfuerzos sin el éxito que de él se esperaba. Creían, además, que atentaba físicamente a su salud.

Siempre se le consideró un corredor de carácter más bien introvertido, pero con acrecentada paciencia y férrea voluntad en sus actitudes frente a los objetivos que tenía programados en su mente para llevarlos a la práctica  con evidente oportunismo. En cierta ocasión llegó a transparentar sus pensamientos en un tono manifiestamente inusual en él: “En cualquier carrera es preciso saber economizar o ahorrar fuerzas al principio para ser fuerte al final, en la parte decisiva”.

Venía a decir que no valía la pena echar pólvora en salvas, una motivación que no le llevaba a ninguna parte y que no era a fin de cuentas eficaz. El dejarse llevar por los entusiasmos o los golpes de corazón es un arma de doble filo que puede traicionar a cualquiera. Era un ciclista frío en el sentido amplio de la palabra. En fin, muy comedido frente al esfuerzo, que, sin embargo, le deparó una buena trayectoria deportiva que es lo que verdaderamente nos vale. Su cruz fue que las gentes le calificaron de ser un tanto gris en sus comportamientos en carrera y ante los esforzados compañeros de fatigas.

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