Somarriba: «El ciclismo femenino vive una época dorada»

© La Vuelta Femenina

Redacción / Ciclo 21

Sin haber cumplido los 20 años, Joane Somarriba (1972; nacida en Gernika, natural de Sopelana) se encontró sentada en una consulta, inmovilizada por una complicada hernia discal. El médico puso un paquete de pañuelos encima de su mesa y enunció su pronóstico: era imposible que volviera a montar en bicicleta. Aquel problema en la espalda pudo ser el final del todo y, de hecho, todavía le acompaña. Sin embargo, la vizcaína logró ser ciclista; concretamente, una de las mejores de la historia. “Ese médico es hoy en día un buen amigo mío”, cuenta Joane, “y de vez en cuando me dice: ‘Menos mal que yo no acerté contigo y que tú eres cabezona’…”

Menos mal. Sin ella nos hubiéramos perdido una leyenda como pocas en el deporte; un nombre ineludible en el ciclismo femenino a finales del siglo pasado y principios del presente. Dos victorias en el Giro de Italia y tres en la Grande Boucle, la vuelta por etapas más importante de Francia en aquel momento, jalonan un palmarés donde también figuran un Campeonato del Mundo CRI y tres ediciones de la Emakumeen Bira, la histórica ronda vasca: “Fue mi motivación para entrenar durante años”.

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Retirada en 2006, ha estado unos años “muy desconectada”, en sus propias palabras; “no tanto del ciclismo, porque lo amo y me es imposible alejarme de él, sino de la esfera pública”. Ha regresado a ella de la mano del equipo Laboral Kutxa de la Fundación Euskadi, en el cual ejerce de embajadora y asesora deportiva. “Disfruto muchísimo del día a día y transmito mi experiencia”, explica sobre su rol. Una experiencia valiosísima que comparte en esta entrevista.

– ¿Cómo era ser ciclista en tu época?

El ciclismo femenino siempre ha estado en un lugar secundario. Íbamos a competir y daba igual el puesto que lográramos. Particularmente me dolió lo que sucedió cuando acabé 4ª con la Selección Española en el Giro de Italia de 1996. Regresé a casa emocionada, porque era un éxito total para una ‘chiquita’ que había superado una lesión y se había preparado con muchísima devoción… y no se había enterado nadie. Me hizo daño porque había vivido el reconocimiento de las hazañas de Marino Lejarreta y de tantos otros corredores, y me pareció injusto que mi logro pasara inadvertido. Incluso habiendo vivido e interiorizado desde pequeña que cualquier cosa que yo hiciera valía menos que lo que consiguiera un hombre, que estábamos fuera del foco por ser mujeres, provocó que me hiciera preguntas. ¿Qué sentido tenía tanto esfuerzo?

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– ¿Esa falta de reconocimiento se expresaba también en lo económico?

No podía contar ni con un mínimo para comprarme un tubular si pinchaba. Era duro y frustrante. Ni siquiera pensaba en conseguir un buen salario: sólo en poder dedicarme a lo que amaba. Por suerte, en mi generación fuimos muy cabezonas y muy luchadoras. Y yo tuve la gran suerte de que me llamaron para ser profesional en Italia tras aquel 4º puesto en el Giro… pero cuántas no ha habido que debían renunciar a la bici porque llegaban a una edad donde les tocaba priorizar los estudios o el trabajo. Había talento, pero no recursos.

– ¿Se ha ampliado ese ‘cuello de botella’ hoy día?

Es mucho menos estrecho que antes, sí. Sigue siendo complicado llegar a ser ciclista profesional, pero todo ha cambiado a mejor. La visibilidad es la clave, porque todo lo que no se ve o no se escucha cae en el olvido. El nivel de recursos del que gozan actualmente las corredoras es tremendo y supone una satisfacción enorme para quienes hubimos de luchar tantísimo con mucho menos. Me inspiran una envidia sanísima. El ciclismo femenino está viviendo una época dorada.

– ¿Te hubiera gustado vivir tu carrera deportiva en el contexto actual?

Me hubiese encantado. Las ciclistas deben disfrutar al máximo del panorama actual; son unas afortunadas, porque lo tienen todo a nivel de equipos, calendario, público, técnicos, medios de comunicación… No obstante, yo disfruté intensamente de mi época, y de hecho fui una privilegiada por todo lo que conseguí.

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– ¿Qué hubiera supuesto para ti haber podido participar en La Vuelta Femenina?

Imagínate… De haber existido en mi época, mi sueño como ciclista hubiera sido ganar las tres rondas nacionales: Italia, Francia y España. Disfruté mucho de la edición del año pasado, y para este 2024 estoy muy ilusionada porque va a ser una Vuelta muy bonita, muy equilibrada, con oportunidades para las velocistas, para las escapadas… Ojalá yo hubiera podido disputar una prueba así en España: con su contrarreloj por equipos, con finales en alto como el Fuerte Rapitán, con etapas de alta montaña como la del último día en Madrid. Y, además, habrá equipazos. En 2023, SD Worx dominaba; ahora hay bloques como Lidl-Trek que disponen de ciclistas extraordinarias capaces de disputarle los triunfos a Demi Vollering y compañía. Vamos a disfrutar.

– ¿Cómo vas a vivir La Vuelta Femenina 2024?

La viviré muy de cerca con Laboral Kutxa. Ane Santesteban está muy ilusionada: se encuentra en una edad y una forma física fantásticas. Ya el año pasado lo hizo muy bien, y va a estar luchando por cosas bonitas.

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