El mundo sigue girando, pero, después de Valdezcaray, es otro bien distinto. Tras las polvaredas levantadas por las ruedas de Vingegaard, disparado hacia cielos que atardecían de rojo, se anuncia una de las bombas ciclistas del año, la que podría ser la piedra angular de todo lo vivido durante nueve días de Vuelta a España en el seno del cuartel de sus grandes enemigos y que ha derramado océanos de tinta en redes sociales: Juan Ayuso y UAE separan sus caminos a final de la presente temporada.
No por esperado no es menos noticia. La mascletà de reacciones que tenían al ciclista alicantino empezaba a ser insoportable, tal fue el mal sabor de boca que dejó en muchos que llegara a la cima riojana rodeado de sprinters. Pero después del anuncio la repercusión se multiplicará por diez. La queja de Almeida no era más que el dedo apuntando al cielo, lo que estaba por venir. Un terremoto cuyas consecuencias pudimos observar agrietar la actualidad, pero cuya causa podemos intuir ahora con mayor claridad, una vez desvanecidos los botes de humo en forma de declaraciones y abrazos presuntamente más de estrategia que de sinceridad.
No han sido pocos los aficionados que han afeado los gestos del ciclista español hacia su equipo, voluntarios o involuntarios. Una especie de huelga de pedales caídos que solo podía terminar como ha terminado, explotando en un momento que debía ser de concentración y descanso para seguir en la pelea por la Vuelta a España. A cambio, una macedonia de vaivenes y estrés por los pasillos de un equipo que ha terminado por ceder: yo a Londres y tú… a Lidl-Trek, o al menos la rumorología apunta toda en esa dirección. Todo parece indicar que el fichaje se hará oficial en las próximas fechas.
Por el camino surgen varias incógnitas que despejar. Por un lado, el papel que cumplirá el ciclista español en esta nueva normalidad, si seguirá o no en la Vuelta. De hacerlo, qué rol tendrá asignado y cuál acabará por jugar. De no hacerlo, cuál será el motivo agregado, porque no va a decir públicamente que se marcha de la Vuelta a España que está disputando Joao Almeida en primera persona, su compañero de equipo, para preparar otros objetivos. ¿O sí? La realidad distorsiona tanto en ocasiones que es difícil ver más allá de la niebla del hoy.
Por otro lado, quedan por ver el efecto que producirá esta escalera de acontecimientos más propios de un programa de prensa rosa que de un deporte como el ciclismo. No da la sensación de que Ayuso haya generado mucha simpatía a su alrededor, tanto dentro como fuera del pelotón. El próximo objetivo del futuro exciclista del UAE es el Campeonato del Mundo, donde tendrá como rivales a varios de los actuales compañeros. El desgaste con el aficionado ha sido excesivo, y puede que innecesario. Sabíamos que la libertad tendría un coste, cifrado por algunos en 100 millones de euros, pero quizás ese precio se ha subestimado a sí mismo y será aún más elevado. Porque el dinero se puede recuperar, pero la reputación, en ocasiones, no. Mucho menos en un mundo de únicas oportunidades e inmediatez como el que nos rodea.
Como en cada faceta de la vida, la realidad podrá ser abordada desde diferentes perspectivas. Habrá quienes comprendan el papel del ciclista y la necesidad de forzar la rotura de la cuerda como medio para un fin, que era ser el águila de un nido en el que las mayores alas fuesen las suyas. En cambio, habrá quien empatice más con la función de Joao Almeida y su equipo. Es más, los comentarios sobre su presunta falta de compañerismo han sido cascada. Aunque se debe relativizar lo que las redes vomitan (ya se sabe, los dedos a veces corren más que el cerebro), no deja de ser un síntoma de que sea cual sea la estrategia no se está entendiendo como debiera. O sí.
Las formas son importantes en la vida, y las que Ayuso ha puesto en marcha durante los primeros nueve días de Vuelta no parecen las más recomendables. Al final, un ciclista profesional no deja de ser un hombre-valla que recorre el mundo haciendo publicidad de quienes financian su sueldo. No creo que al UAE le haya hecho especial gracia esta cadena de acontecimientos, y no es inteligente marcharse de un sitio de malos modos, dejando un sabor de boca agridulce, porque la vida es más larga de lo que parece y esconde demasiadas esquinas donde unos y otros nos estarán esperando. El refranero dice aquello de que es «en las malas donde se ve realmente a la gente», y el refranero es rico y sabio, casi siempre tiene razón, aunque aquí habrá quienes consideran a Juan Ayuso una víctima de una jaula invisible, o quienes pensarán que en ocasiones de quien somos prisioneros es de nosotros mismos. El mejor juez, el tiempo.
Mucha suerte a Juan; mucha suerte al UAE.
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