La enésima prueba de Rigo Urán no es sencilla

Urán con su mujer en Barcelona

El Cuaderno de Joan Seguidor / Ciclo 21

El reto de volver a ser el mismo es el gran interrogante de Rigoberto Urán. En el juego de la vida, el colombiano ya ha pasado varias veces por la casilla de salida. El de Antioquia tiene 32 abriles cuando parece que lleva una eternidad en el negocio.

Un corredor que le recordamos aquel Tour, hace diez años, empezando a asomar, entre Contador, los Schleck, un tal Lance Armstrong. Aquella edición, descubrió también que las esperanzas sobre Nibali no eran cualquier cosa. Qué elegancia bajando, de verde fosforito, en Liquigas.

Pero volviendo a Urán, compañero y rival del siciliano, aquella torta del Mundial de Florencia, el podio del Giro ese mismo año, no son pocas las cicatrices que trepan por el huesudo cuerpo del ciclista.

Un ciclista que es más que eso, porque al carisma que envuelve todo lo que hace, se le entremezclan lecciones de vida y resistencia que rozan lo inimaginable para muchos de nosotros. Desconozco sus intenciones para cuando deje el negocio, pero que fuera político no me extrañaría.

El “caer y levantarse” es un concepto doble que en la vida de Rigo tiene un sentido de pegamento. Pegamento de los buenos y malos momentos, pero sobre todo pegamento de una mentalidad casi a prueba de bombas. La vida, caprichosa ella con quien hace daño, le ha puesto otro tablón de esos que los ciclocrossmen saltan, ahora, en bicicleta, aunque de altura importante.

Aquella caída en la Vuelta a España, el día que Jesús Herrada saboreaba las mejores mieles, le ha puesto, creo, más al límite que otra cosa, en lo deportivo hablamos. Una prueba de fuego que le ha tenido desde finales de agosto hasta ahora apeado de la bicicleta. El tamaño de la avería fue considerable, al punto que casi lo deja, una noticia que sería nefasta para el ciclismo.

Otra cosa es pensar en Rigo como contendiente en grandes carreras. Ya no lo decimos por edad, 32 años es muy respetable, y sí por tantos golpes y rivales, esto siempre ha sido así que trepan por el ciclismo. Si Rigo empezó, decíamos, a brillar entre los Schleck, Contador y cía, pasó por ser rival de Nairo, Nibali, Purito, Valverde y otros muchos, hasta llegar al Tour que finalizó segundo, por delante de Bardet. Su historia es la de los tiempos recientes en ciclismo.

Sin embargo, estas recuperaciones no son sencillas, los cuerpos lo acusan, la mente también. Si le hemos dado vueltas al trompazo de Froome, el de Rigo ha sido también importante. El ánimo de querer seguir, de luchar es una excelente noticia, otra cosa es que la circunstancias le favorezcan. Admite que ha estado cerca de tirar la toalla.

No sé si sería factible pensar que ya hay suficiente, que su carrera, el grueso de la misma, está hecha, o casi hecha, y que mejor tomarlo con calma. En ese caso, siempre podrá decir que él devolvió al ciclismo, lo que éste le ha dado y que la generación inmensa de colombianos que domina el ciclismo mundial surgió, en parte importante, por su influjo.

Por que Rigo es el padre de estos colombianos. 

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