La hija de Bruno Roussel habla sobre ‘su’ Caso Festina

Bruno Roussel fue uno de los principales protagonistas del Caso Festina

Cada escándalo, sea del tipo que sea, tiene sus protagonistas. Sus actores principales. Pero, también, detrás de ellos, en las sombras y fuera de los focos, sus víctimas colaterales. En su mayoría, familiares que sufren, casi siempre en silencio, por partida doble viendo el sufrimiento del ser querido y cómo la vida de este es aireada hasta el más mínimo detalle en la prensa. Detalles que, en algunos casos, eran tan secretos que incluso para los más cercanos llegan como una terrible novedad.



Han pasado ya 20 años desde que en el Tour de 1998 estalló el Caso Festina. Así bautizado, lo cierto es que aquel escándalo acabó salpicando de lleno a muchos más equipos y fue, por así decirlo, el momento que marcó el final de la inocencia en el ciclismo. Luego, es verdad, llegaron los años negros, los del olvido pretendido, pero aquello nunca hubiese sucedido si en aquel mes de julio de 1998 al ciclismo no se le hubiese caído, de forma definitiva, la venda.

Uno de los principales culpables-responsables de todo aquello fue, precisamente, el director de Festina, el francés Bruno Roussel. A punto, entonces, de cumplir los 42 años, era una de las figuras más poderosas del ciclismo y estaba al frente de uno de los equipos punteros del momento. Eso es lo que todos sabíamos. En casa, además, tenía familia. Y cuando todo estalló, cuando Roussel se convirtió en el blanco de todos, su hija, Eléna Messager-Rousell, sólo tenía 14 años.

Ahora, 20 años después, ha querido contar el calvario que ella tuvo que sufrir tras el estallido del Caso Festina. Lo ha hecho una carta abierta publicada en el diario Libération. “Papá, me ha costado 20 años salir del agujero negro en el que me hundí un día de julio de 1998”, asegura.

Fueron años muy complicados. Sufriendo insultos en el colegio, anorexia. “Me resultaba inconcebible que tú algún día pudieras acabar en prisión”, explica la hija de Roussel, a la que en familia llaman Léna.

“Durante días estuve como un zombie. Me alimentaba con una manzana, un yogurt. Sin ganas de hacer nada. Sólo bailaba. Me pasaba los días lanzando mis brazos, mis piernas, arremolinándome frenética y desesperadamente. Perdí el control de mi cuerpo. Mientras estabas en la cárcel, con mis maletas y mis montones de ropa cree una celda virtual. Me encerré en mi misma. Quizás, pensé, así podría estar cerca de ti”.

Entonce llegó, también, la anorexia. “mi relación con la comida se volvió anárquica, apareció un disgusto permanente, mi físico se volvió indiferente. Mi silencio era mi única defensa, la anorexia era mi único medio de expresión. Ella hablaba mucho, dijo en mi lugar. Me tambaleé gradualmente para rozar la barra de 30 kilos”.

Ahora, 20 años después y siendo madre de dos hijos, Léna ha creado una fundación para luchar contra la anorexia y asegura que está en paz con su pasado y dice que “lo que me salvó, finalmente, es la fortaleza de nuestra familia” y concluye asegurando que ha perdonado por completo a su padre. “Papá te quiero. Ya sabes, el amor es la medicina más hermosa”.

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