Las andanzas de los aprendices Grávalos y Pérez-Landaluce

A mediados del mes de agosto la dirección deportiva del Kometa-Xstra confirmaba que el riojano Arturo Grávalos y el asturiano Eduardo Pérez-Landaluce competirían durante el resto de la temporada con la estructura continental en calidad de aprendices. Ambos, en su última temporada como corredores sub-23, recibían la noticia con las máximas ilusiones, pero también con importantes retos deportivos por delante alimentados por la primera ocasión desde el nacimiento de este proyecto en la que se doblaba presencia competitiva con dos citas fundamentales para la formación de la Fundación Contador. En este sentido Grávalos era convocado para el Tour de Hungría, mientras que Pérez-Landaluce era llamado para afrontar el Giro de Italia sub-23.

Grávalos en Hungría © Kometa

“Hemos ido muy preparados. Tener a Rafa Díaz Justo como director es una verdadera suerte. Ha sido uno de los mejores gregarios que ha habido en el ciclismo español, nos ha enseñado muchísimo y hemos podido afrontar esta aventura con las ideas muy claras sobre cómo trabajar, sobre cómo correr en profesionales… Vas a correr y tienes muy claro qué te vas a encontrar, nada te coge por sorpresa”, agradece Grávalos. Completa Pérez-Landaluce: “Cuando te lo confirman, que das este salto, es algo que te llena. Te sientes muy contento y muy agradecido por la oportunidad de correr carreras de mucho nivel y contra rivales de mucha calidad. Quieras que no mejoras, siempre mejoras. Ha sido una experiencia positiva, increíble”.

Ambos, Arturo y Eduardo, destacan el buen ambiente de sus andanzas por Hungría e Italia. Lo concreta el ciclista de Oviedo: “Siempre hemos tenido muy buen rollo, un ambiente muy bueno; estás muy cómodo y eso siempre es bueno, con compañeros ahora profesionales que han sido compañeros tuyos durante un año entero en categorías inferiores”. El asturiano, durante la carrera italiana, compartió habitación con dos excompañeros directos como Sergio García y Alejandro Ropero, también con Daniel Viegas hasta su retirada. En el caso de Grávalos su compañero fue el veterano del plantel, Diego Pablo Sevilla. “Ha estado genial, Diego se maneja muy bien en el mundo profesional y es un grandísimo conversador”.

Eduardo López-Landaluce © Kometa

¿Cuál ha sido la experiencia o vivencia que le va a resultar más inolvidable a Grávalos? “Escuchar por el pinganillo a Jesús decidnos siempre ‘Good job’, ‘C’mon, boys’. Y el hecho de firmar autógrafos, de hacerme fotos o de regalar un bidón y generar una alegría tremenda. ¡Pero si yo no soy nadie! Te das cuenta de lo importante que puede ser una carrera en un entorno concreto”. Para Pérez-Landaluce, que ya conocía el Giro sub23 de la pasada temporada, una anécdota del último día en Italia, tras la conclusión de la carrera: “Estábamos en Milán y varios corredores y miembros del staff salimos a cenar. Unas horas antes habíamos estado escalando el Mortirolo y a esas horas andábamos con un hambre exagerada. Me gustan mucho las fajitas, ví en la carta que tenían y pedí. Empezaron a traer platos y platos… era para dos personas. Pero me lo comí todo. Y al final entró hasta el postre”.

Cuestionados por lo más sorprendente de estas vivencias en el pelotón profesional, Grávalos reflexiona: “El ritmo se nota muchísimo. Igual no tanto con respecto a los equipos continentales, pero sí con los WorldTour. Se nota mucho. Ellos manejan la carrera. Y se compite de forma muy diferente. Cuando se tira para echar abajo una fuga, y las escapadas se pelean muchísimo sobre todo en determinados equipos, se tira de verdad. Y si te quedas, ahí sí que volver es imposible. Me he quedado alucinado de cómo se baja: van limando las cunetas. Subiendo o en el llano más o menos vas rodando ahí, pero en los descensos parece mentira que vayan con una bici. ¡Cómo manejan!”.

Ambos compartieron el último compromiso de la temporada del Kometa-Xstra Cycling Team, en una exigente edición de la Ordiziako Klasika, con el aval de la experiencia previa profesional acumulada en las carreteras húngaras e italianas. “Además Arturo y yo veníamos de estar un día antes en el Memorial Valenciaga”, apunta Perez-Landaluce. “Se me hizo dura, noté esa fatiga acumulada. Pero también acudía con más tranquilidad por muchas cosas insignificantes como conocer el autobús, el haber podido acumular kilómetros en carreras importantes… Más experimentado”. “Sin equipo de categoría WorldTour Ordizia se parecía más una prueba sub-23, todo el día al ataque en un recorrido nada fácil para consolidar una fuga, una carrera loca, con lluvia, con todo el mundo buscando correr delante y muchos nervios…”, cierra Grávalos.

 

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