Mauro Santambrogio, el día después: «Necesito ayuda»

SANTAMBROGIO 1310Mauro Santambrogio amenazó con suicidarse por twitter, pero el cariño que le llegó a través de la red lo sacudió. Ayer La Gazzetta dello Sport, el diario deportivo milanés, le visitó en su casa.

La vía que conduce a la casa de Mauro Santambrogio está bien escondida y parece que el ruido nunca haya habitado allí. El número del patio es el correcto. El apellido en el intercomunicador también. Mauro, sin embargo, no está. Es la madre quien se asoma y amablemente dice «ha salido con un amigo“. Probamos con un sms al móvil. «Estamos aquí. ¿Podemos vernos? «. La respuesta llega 15 minutos más tarde: «Tomamos sólo un café, no quiero hablar demasiado. Nos vemos en un bar cerca de aquí, en Inverigo”. Llega puntual. La conversación será densa e intensa. «He tocado fondo y tal vez incluso me haya hundido más todavía. Ahora estoy mejor. Me he arriesgado, pero he comprendido que estaba haciendo una tontería más grande que yo. El afecto que he sentido a través de la red me ha salvado».

El paso atrás para recordar la noche anterior es obligado. Mauro Santambrogio está conectado a Twitter, al igual que otros 500 millones de personas en el mundo (según datos del 2012). La dirección es @maurosanta84. Tiene más de 6000 followers. No escribe nada desde el 3 de junio, el día que le llegó la noticia de su positivo en el Giro de Italia (control del 4 de mayo, antes de la etapa de Nápoles) que corrió como protagonista: victoria de etapa en Jafferau, noveno de la general. El “canto” que llega online después de las 22 horas hiela la sangre: “Adiós mundo”. El de después, también: “No puedo más”. Pensar en lo peor –es decir, la voluntad de dejar esta tierra- es un momento. Siete palabras pueden bastar para gritarle al mundo un malestar tan inmenso como la necesidad de ayuda. Y la “red” no se echa atrás.

La reacción es inmediata. Son tantos los que contestan desde todas partes del mundo y en diferentes idiomas: “tifosi”, colegas, periodistas. El sentimiento es común: “Ánimo Mauro, no te dejes ir. Estamos aquí, triunfos y derrotas pasan pero nunca se juega uno la vida”. Y Santambrogio, alrededor de tres horas más tarde, contesta. Cuatro tweets que tienen otro sabor: “Puedo y debo conseguir ganar esta carrera. Gracias a vosotros”. “No he dormido, he reflexionado sobre todo, he estado a punto de hacer una tontería más grande que yo y con ello no habría resuelto nada”. “Solamente he provocado un gran sufrimiento a quien está cerca de mí y me quiere bien”. “Gracias a todos por haberme ayudado a reflexionar y haberme salvado”.

La mañana es más madura y bañada por gentil sol cuando Mauro pide un café con ginseng y sigue reflexionando: El rostro adusto. La voz firme. “He sido condenado como deportista, pero, sobre todo, como hombre. Y esta segunda cosa es la que más me ha hecho daño. Me ha herido profundamente. No soy un criminal. He pasado en un instante del cielo a la tierra. No es que en el Giro me hubiera convertido en un campeón, pero en mi reducido entorno me sentía como un pequeño dios. Lo he perdido todo, me he convertido en un apestado. No lo he podido soportar. Mi mundo es el ciclismo y estar lejos de él me hace daño.

El domingo me puse a mirar la vuelta a Lombardía, mi carrera preferida, la de casa. Pero no he podido. He apagado y me he metido en la cama”. Mauro ha continuado a salir en bici de vez en cuando. “Pero no es lo mismo. Este verano he ido a Cerdeña para desconectar, me la he llevado y no la he usado. Una de las veces que he salido a pedalear por mi zona, he escuchado a un aficionado decirme “Santambrogio dopado, has arruinado el ciclismo”. Y, así, he empezado a imaginar lo que la gente podía decir sobre mí. Mire a las personas que están sentadas en aquella mesa. Tal vez no sepan ni siquiera quién soy. Sin embargo, en situaciones parecidas, he imaginado que estaban hablando sobre mí y es difícil de soportar”. Mientras tanto, la historia sobre el positivo, después de cuatro meses, no está definida del todo, en el sentido que a Santambrogio –cuyo letrado es Norma Gimondi, la hija del gran Felice- no le han llegado las comunicaciones oficiales de la UCI sobre el resultado de la muestra B. Mauro, que el lunes cumplió 29 años y prefiere no hablar demasiado sobre el tema. Admite que no era fácil convivir con la etiqueta de eterno segundo que se estaba creando, a pesar de haber perdido algunas carreras por detrás de auténticos campeones”, pero espera que la UCI se exprese de manera oficial antes de pensar en qué hacer.

Las noches de Mauro en los últimos tiempos han sido difíciles. No solo la última. “Habéis oído decir que he acabado haciendo de panadero” Lo he hecho, sí. Un amigo mío que tiene un horno cerca de donde vivo, vino a mi casa, entró casi con prepotencia y me dijo: “En lugar de pasarte las noches despierto y no hacer nada, ven conmigo a trabajar…” Lo he hecho varias veces, de las 2-3 de la madrugada hasta las 10-11. He aprendido el oficio. Pero si tengo que decirte la verdad, continúo a imaginarme corredor. Es el trabajo que siempre he soñado y los sacrificios no me han pesado nunca. Si tenía cinco horas de entrenamiento, hacía un minuto más y nunca uno menos. Estos meses me han hecho comprender quienes son las personas con las que verdaderamente puedo contar y, para contarlas, me bastan los dedos de las manos. El afecto que he sentido a través de la red después de lo que escribí me ha hecho mucho bien. Yo solo no puedo conseguirlo, he pedido ayuda a un psicólogo al que veré esta tarde. «Tengo que conseguirlo”.

La despedida está en una palabra:  Gracias”. Nosotros le decimos hasta la vista. La palabra adiós, Mauro, no queremos volver a  escucharla.

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