Movistar y Aranburu, optimismo clasicómano español

Aranburu tuvo un rendimiento excelente en Het Nieuwsblad / © Movistar

Nicolás Van Looy / Ciclo21

El ciclismo, con sus tiempos y su jerga tan particular, ha inaugurado la primavera con casi un mes de antelación a la llegada de la estación. Como siempre, el Circuito Het Niuewsbald (1.WT) y la Kuurne-Bruselas-Kuurne (1.Pro) han supuesto el oficioso pistoletazo de salida a la campaña de clásicas. Los últimos sábado y domingo del mes de febrero vivieron, como cada año, el llamado fin de semana inaugural, un título que sirve para dar por iniciada la temporada belga, pero que adquiere tintes internacionales cuando nos ceñimos al ciclismo clasicómano, que tiene en aquel país su particular Meca.

 

Un año más, pese a la pandemia, los mejores especialistas en pruebas de un día llegaban a la carrera del sábado con la intención de comenzar a demostrar el buen trabajo realizado durante los entrenamientos invernales y, a la vez, la necesidad de hacer un buen papel para convencerse a sí mismos de que podrán estar ahí cuando en pocos días lleguen las pruebas más importantes de este precioso periodo del año.

Más allá de la coronavírica ausencia de Peter Sagan (Bora-hansgrohe), las maravillosas locuras de Mathieu van der Poel (Alpecin-Fenix) y Julian Alaphilippe (Deceuninck-Quick Step), el eterno savoir faire de la manda de lobos, la eterna mala suerte de Sep Vanmarcke (Israel Start-Up Nation), que, como marca la tradición, se fue al suelo en la Omloop, la eterna presencia de los grandes popes como Philippe Gilbert (Lotto-Soudal), Matteo Trentin (UAE-Emirates) o Greg Van Avermaet (Ag2r-Citroën) y, por supuesto, las victorias de Davide Ballerini (Deceuninck-Quick Step), Mads Pedersen (Trek-Segafredo) y Andrea Bagioli (Deceuninck-Quick Step) en Francia, el fin de semana inaugural deja otras muchas lecturas de las que hemos elegido una para centrarnos hoy: España tiene motivos para el optimismo en el futuro a corto, medio y largo plazo de su ciclismo clasicómano.

Aranburu, más presente que promesa

Gorka Izagirre y Álex Aranburu en Het Nieuwsblad / © Movistar

Especial mención merece en este sentido el vasco Álex Aranburu (Astana-Premier Tech). Con sólo 25 años y en su segunda temporada en el equipo kazajo, el ganador del Circuito de Getxo de 2018 ilusionó muchísimo el sábado en Ninove.

No es, desde luego, ninguna sorpresa. El chico tiene punta de velocidad. Sin ella, no se puede acabar séptimo en tu primera Milán-Sanremo (2020), clase y una fenomenal capacidad de leer la carrera. Además, como toca en este tipo de pruebas –y más cuando todavía no se tiene la etiqueta de gran favorito–, ha demostrado que sabe estar siempre ahí, en el grupo de elegidos, sin hacer demasiado ruido y pasando lo más desapercibido posible, una situación ideal para un corredor como él que, si se da el caso, puede sacar verdadero oro de un movimiento acertado en la parte final de las carreras.

A su favor, por supuesto, cuenta también la extraordinaria solvencia y experiencia de un Astana que ya ha demostrado en el pasado su buen hacer en las grandes clásicas. Aranburu no está, al menos todavía, a la altura del pedigrí clasicómano de compañeros como Fuglsang, podio en Amstel, Flecha Valona o Strade Bianche y ganador de Lieja y Lombardía; pero sí que está ya en disposición de reclamar su sitio destacado dentro del bloque de pruebas de un día de Vinokourov.

Movistar, cambio de tercio

García Cortina en un entrenamiento de pretemporada / © Movistar

Aranburu, no cabe duda, enamoró en Het Nieuwbslad y demostró, con su sexto puesto, que tiene el esquivo triunfo cada vez más cerca. Quizás, sea el corredor español que a día de hoy más cerca tenga una victoria en una gran clásica. Pero si hay un motivo, más allá del vasco, para que la afición española pueda ser optimista de cara al futuro a medio y largo plazo en esto de las clásicas es la apuesta de Movistar por conformar un bloque clasicómano de garantías. Seguramente, el primero de su ya larga historia de más de cuatro décadas.

Buena muestra de ello es la llegada este año al equipo de Iván García Cortina. Como ya sucediera en la época de Óscar Freire y Juan Antonio Flecha, Aranburu y el asturiano son dos corredores a los que les gustan las clásicas, pero también distintos en su fisionomía y, por lo tanto, capaces de pelear en carreras distintas, además de poder enfrentarse a los mejores en otras pruebas.

El caso de Cortina es, hoy por hoy, la demostración de ese cambio de mentalidad del conjunto telefónico respecto a épocas pretéritas. Juan Antonio Flecha, que militó en la estructura en 2002 y 2003, lo explica con su habitual sentido del humor que tan fácil resulta de escuchar. Era otra época y corredores como él tenían sólo dos opciones: o convencerse a sí mismos de que lo suyo eran las pruebas por etapas o buscar acomodo en otro equipo.

Él se marchó al Fassa Bortolo y allí comenzó la historia: un podio en Gante-Wevelgem, tres en la París-Roubaix, uno en la Vuelta a Flandes y cinco, incluido un triunfo, en Het Nieuwsblad. Por su parte, Óscar Freire nunca estuvo en el radar de los navarros y completó su carrera casi al completo (salvo sus dos primeros años en Vitalicio) en equipos extranjeros.

Un verdadero proyecto

Imanol Erviti, el profesor de los jóvenes / © Movistar

Este cambio de tercio en los telefónicos, aunque esto es algo que sólo el tiempo podrá confirmar, parece ir mucho más allá de un capricho pasajero y tiene todos los tintes de ser parte de un proyecto serio a futuro. Buena muestra de ello es la insultante juventud de la mayoría de los integrantes de ese bloque clasicómano en el que Imanol Erviti, con sus 37 años y 15 presencias en Flandes y Roubaix –inolvidables sus doble top10 de 2016–, ejerce de abuelo y maestro.

García Cortina es sólo la punta de lanza de un proyecto que no está pensado para dar frutos inmediatos, aunque el sábado, pese a ese error final en la colocación, ya demostró que no es descartable una enorme alegría esta misma temporada.

Johan Jacobs, segundo en la París-Roubaix Sub-23 y protagonista de una muy decente campaña del norte en el extraño 2020, tiene sólo 24 años y ya es uno de los veteranos, de un grupo que cuenta también con el gigantón Mathias Norsgaard, de 23 años y gran contrarrelojista –y ya sabemos lo que este tipo de corredores pueden hacer en este terreno, ¿verdad Cancellara?–; Gabriel Cullaigh, el más que prometedor sprinter británico de sólo 24 años; Gonzalo Serrano, otro adulto con sus 26 años; los mismos que Gregor Mühlberger.

Gonzalo Serrano brilló en Het Nieuwsblad / © Movistar

El nivel de exigencia en Movistar siempre es extremo. La refundación emprendida en 2020 puede servir como excusa durante un tiempo, pero a nadie se le escapa que el conjunto telefónico no va a poder vivir de las rentas del pasado mucho tiempo y que debe volver, más pronto que tarde, a los guarismos de victorias a los que se malacostumbró en los mejores años de Valverde.

El Bala, sobre todo el de los últimos años, se llevará con él, a final de esta temporada, el honor de haber sido capaz de abrir los ojos de todo un país al ciclismo clasicómano. Un top10 en Sanremo (2019), otro en su única presencia en Flandes (2019), tres podios y otros tres top10 en Amstel, tres podios en Il Lombardía (y otros dos top10), cuatro Liejas, cinco Flechas, dos Clásicas de San Sebastián y, sobre todas las cosas, aquel Mundial mágico de Innsbruck (2018) tras seis medallas, son bagaje más que suficiente para ser merecedor de ese título del gran descubridor de este ciclismo para tantos aficionados (quizás de forma injusta si pensamos en los ya mentados Flecha y Freire).

Llegan, por lo tanto, buenos tiempos para los amantes españoles de las pruebas de un día. Con Movistar y García Cortina como anzuelos mediáticos perfectos y Aranburu siendo ya más presente que futuro, los cimientos están puestos. Todos ellos, ejercieron su rol a las mil maravillas en Het Nieuwsblad y eso sólo puede significar una cosa: sólo es necesario, además de mucho trabajo y experiencia, que la suerte no se esquiva.

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