No hay milagros en el ciclismo francés

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Arnaud Démare celebra su triunfo en Vittel / © ASO

Se mira siempre de reojo y con cierto recelo, desde este lado de los Pirineos todo lo que acontece más allá de los mismos. Se mira hoy y se ve un ciclismo rehecho en todos sus niveles, un país que ha pasado por el desierto que ahora se anuncia para España -está por ver si será así- pero que ha retomado el pulso de la historia, una historia que lo sitúa como cuna, como auténtico mecedor de las raíces de este deporte más que centenario. Es el ciclismo francés.

Los vértices del ciclismo francés los conocemos todos, son muchos y variados, responden a varios perfiles y dan prestaciones en terrenos diversos. Sin embargo, nos gustaría empezar este viaje con el que se va, con quien colgó la bicicleta en los Campos Elíseos parisinos y ha sido cara y gesto de la Francia ciclista durante muchos años.

Hablo de Thomas Voeckler, el corredor que hizo de su profesión un show en el que sólo me quedo con una cosa: una casta como pocas veces he apreciado en un ciclista. Voeckler, conviene recordarlo, llegó a tener un Tour a su alcance, un triunfo entero y verdadero en la mejor carrera, la de hace seis años, cuando la tontería de los Schleck, obsesionados con Contador, sumada al conservadurismo de Cadel Evans, resultó un balón de oxígeno para el líder francés.

Recordaréis aquellas imágenes, dantescas de Voeckler perdiendo los papeles, clavado, como si no le hubieran enseñado a elegir ni perfilar las multiplicaciones. En esos momentos cavó su tumba para ese Tour. Con todo Voeckler fue como ese grano de mostaza, como su compañero Sylvain Chavanel, el que mantuvo viva la llama cuando pintaban bastos.

Chavanel ganó el Station des Rouses en 2010, como Lilian Calmejane en este Tour. Junto a Thomas De Gendt, Calmejane se ganó el título de “mosca cojonera” estas tres semanas en Francia. La timidez que se le supone a su juventud es inversamente proporcional a su arrojo, Calmejane no entiende el ciclismo sin moverse, sin buscar y sin encontrar, porque su palmarés empieza a ser importante.

Nos hubiera gustado ver en el Direct Energie los progresos de Bryan Coquard, pero mar de fondo entre él velocista y el director le apartó de la carrera. Le veremos en otro Tour, con otros colores. La velocidad gala no obstate tuvo su cuota, sobre todo antes de explotar Arnaud Démare, ganador de la famosa etapa de Sagan y Cav.

Démare ha roto el umbral, pero se vino abajo a la semana de carrera en un fatal error de su equipo, que por esperarle se quedó diezmado y sin rumbo, pues no sabemos muy bien a qué fue Thibaut Pinot al Tour.

Artículo completo en El Cuaderno de Joan Seguidor

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