Opinión: Brailsford asesta un golpe letal a sus homólogos

Sir Dave Brailsford abre todavía más la brecha económica entre su equipo y el resto / © Sky

Nicolás Van Looy / Ciclo21

Se rumorea, aunque estas cosas nunca se confirman de forma oficial por ninguna de las partes –cosa que no deja de ser extraña en un mundo en el que la demanda de transparencia es uno de los caballos de batalla de cualquier sociedad–, que el desembarco de Ineos, el gigante petroquímico, en el ciclismo significará un sensible aumento del presupuesto anual para el equipo de Sir Dave Brailsford, el hombre que durante los últimos años ha construido, a golpe de talonario –y talento negociador–, el mayor coloso que este deporte ha conocido a lo largo de su historia.

La lista de corredores que han defendido los colores del Sky desde su nacimiento se ha confeccionado, básicamente, en base a dos premisas fundamentales y, seguramente, no necesariamente siempre en este orden: su utilidad para construir un bloque capaz de ganar el Tour de Francia y los deseos personales de Brailsford. ¿El dinero? No, eso nunca fue problema. El gigante de las telecomunicaciones británico nunca tuvo rival en el pelotón en esa carrera por inyectar millones de euros –libras en su caso– en el equipo que llevaba su nombre.

Durante todo este tiempo, no han sido pocos los que han apostado por pedir públicamente un mayor intervencionismo por parte de la UCI, tan amiga de regular todo lo regulable en el ciclismo, en forma de tope salarial. Una suerte de fair play financiero con el que se bloquease la, según los defensores de la medida, excesiva ventaja que le otorgaba su aparentemente infinita chequera a Sir Dave Brailsford.

El arriba firmante tuvo oportunidad, en diversas ocasiones, de preguntar por el particular a diversos miembros del equipo británico y la respuesta, como si de un argumentario preparado se tratase, era siempre la misma. Por un lado, entendían la frustración de muchos de sus rivales ante su poderío económico –traducido a lo deportivo–, pero, por otro, invitaban a esos mismos rivales a pelear cada céntimo –penique– en los despachos de la misma forma que ellos lo hacen.

Y sí, pudo parecer durante muchos años que ellos, Brailsford y su equipo, habían dado con la gallina de los huevos de oro. Con la única empresa en el mundo que uniera capacidad y voluntad de emitir todos los años una transferencia de cerca de 40 millones de euros para pagar la fiesta. Los demás equipos, sus mánagers, parecían tener que conformarse con que otras multinacionales se comprometieran con cantidades que no superaban en mucho la mitad de lo que Sky ponía a disposición de Brailsford… y, encima, darse con un canto en los dientes.

Pero todos ellos, los que bramaban por el límite salarial y los que, resignados, entendían que esto no es más que un mercado persa en el que cada cual juega sus cartas lo mejor que puede, han quedado muy tocados en su capacidad negociadora. Mientras no eran pocos los que, apostados como buitres sobre el aparentemente herido de muerte Sky, esperaban su oportunidad para comenzar a cazar estrellas a precio de saldo, Sir Dave Brailsford apenas ha tardado tres meses en encontrar un sustituto para Sky que no sólo iguala el presupuesto del gigante de las telecomunicaciones sino que, y esto nadie supo o pudo hacerlo en tantos años de dominio del controvertido gurú británico, ha aumentado todavía más su poder económico y, por lo tanto, la brecha entre él y el resto.

Ahora sí, después de demostrar que había puertas a las que llamar pidiendo más de 40 millones anuales –cabe recordar que, junto a la de Ineos, Brailsford manejaba otras tres ofertas similares y que sólo la exigencia por parte de otros novios de asumir el control del equipo echó para atrás al británico, que quiere seguir manejando todo lo que sucede en su escuadra–, Brailsford consigue una victoria épica en el terreno del discurso y del debate sobre ese cacareado límite salarial. Sir Dave ha demostrado que Sky no era el único maná del desierto y, sobre todo, que si alguien quiere seguir con el recurso del pataleo tiene todo su derecho a hacerlo, pero que lo único que estará enarbolando al hacerlo es su propia incapacidad o desidia.

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