A diferencia de otros eventos en que solemos comenzar por un balance general y posteriormente centrarnos en la actuación española, en esta ocasión vamos a comenzar por los resultados del equipo nacional. Y no sólo por la razón más evidente, que España ha completado el mejor Mundial junior de siempre en estos cincuenta años de edición, sino por algunas lecturas que se pueden y deben hacer de lo que ha sido Apeldoorn.
Y es que un balance de dos medallas de oro y una de plata que han llevado a España a la quinta posición del medallero es algo que no se conoce especialmente en el combinado nacional. Para los amantes de los ‘números’ o de las curiosidades diremos que, hasta la fecha, tan sólo se había logrado un oro en este evento, el conseguido por Rubén Sánchez en la eliminación del Mundial de Cali. Ahora, la cifra es ya de tres, pero con detalles como que Eric Igual es el único español de la historia en haber conseguido dos medallas de oro en un mismo Mundial: hasta el momento, el oro en puntuación y la plata en madison de Joan Llaneras era el mejor resultado, en este caso en un evento absoluto, algo que ha empatado ahora Eñaut Urkaregui con su triunfo en la madison y su subcampeonato de persecución.
Además, se conseguía por primera vez una medalla de oro en una prueba como la puntuación, en la que el mejor resultado era en bronce de Raúl García en 2019; se ganaba igualmente en la madison, donde hay que remontarse hasta 2011 para ver el bronce de Julio Alberto Amores y José Camilo Romero, como única medalla nacional; y se volvía a un podio de la persecución que no se pisaba desde 1990, con la plata de un Jonathan Garrido que sigue de forma injustificable fuera del palmarés de la UCI.
Sin embargo, estos son datos para presumir, algo que parece ser aún el objetivo de alguno en el entorno exterior de la selección. Lo verdaderamente relevante, y que demuestra que el trabajo de Juan Peralta y Javier Zahonero -y de su equipo- va por el buen camino, independientemente de que tener grandes individualidades es siempre el mejor aval, se puede resumir en tres puntos:
- Lo importante no es haber ganado la madison, es cómo se ha ganado. Con una pareja que, después de haber salido ‘asustada’ en el Europeo, sabía que podía aspirar a todo.Comenzó con una mentalidad totalmente diferente a la de Anadia, asumiendo el máximo protagonismo; corrió con tranquilidad en los momentos en que era necesario tener cabeza y sangre fría, y eso sí, tuvo la suerte de los campeones en el último sprint… aunque personalmente el balance de su valía hubiera sido el mismo con la plata. Es cierto que hay ‘madera’ -como tantos otros que les han precedido y que algunos ya están irremediablemente echados a perder-, pero también trabajo.
- Por primera vez en mucho tiempo se ha salido a disputar una persecución individual. Una prueba en la que Urkaregui tenía ganas de revanchadespués de haberse quedado a centésimas de entrar en las finales en Anadia. Y es que la persecución no sólo es la base de todas las pruebas de fondo en el velódromo, sino, como nos decía Sergi Escobar hace algunos años, el mejor camino para ser profesional… y quizá sea por eso por lo que el vasco lo será el próximo año.
- La diferencia entre el ganador y España en la persecución por equipos masculina ha sido la menor de los últimos años. Y en tiempos que es lo que importa, no en puestos, que ya llegarán de forma sobrevenida. Sin tener que remontarnos muy atrás,en 2019 hubo trece segundos de diferencia entre Alemania y España, que obtenía el récord nacional (3:58.793 a 4:11.914). Tras la pandemia de 2020 y no competir en esta prueba en 2021, en 2022 la diferencia con Italia, ganadora desde entonces, era de 17 segundos (3:58.853 a 4:16.211), para reducirse a 14 en 2023 (3:58.532 a 4:13.399) y a 11 en 2024 (3:51.199 a 4:02.337), antes de que en este 2025 fuesen apenas 7 segundos: 3:54.562 a 4:01.632.
Hay otros detalles positivos en esta selección a los que ya nos hemos referido, y en los que no vamos a incidir hoy, pero también hay mucho trabajo por delante. Pese a estos logros, la preparación de los juniors ha sido muy, muy escasa y es algo que se debe incrementar en los próximos años, en los que hay que seguir con esta línea, aunque no siempre se vayan a tener los mejores mimbres. Y, por otro lado, la ‘traducción’ de esta mejora a la máxima categoría pasa porque estos jóvenes ciclistas -y los que ya han llegado- tengan unas condiciones económicas y profesionales que les permitan dedicarse a la pista. Y también queda acabar con algunas rémoras del pasado, pero me temo que, en este caso, es una batalla perdida, al menos a corto y medio plazo.
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