¿Se le pasó el arroz a Valverde?

Valverde en Richmond © Movistar

Valverde en Richmond © Movistar

Joan Seguidor

Hace días, pero la actualidad manda, que queremos dedicarle el post que el número uno de la UCI merece sin duda. Sí hablamos de Alejandro Valverde, el ciclista, por muchos motivos, que considero más especial y singular de esta que algunos han llamado la “edad de oro” del ciclismo español.

Pero mientras ese post espera, queremos centrar el tiro en Valverde y los mundiales de ciclismo, esa historia de amor y odio, a partes iguales, que al final no ha culminado como muchos se atrevieron a vaticinar cuando el murciano se colgó la plata en el último mundial de ultramar, en Hamilton, Canadá, hace doce años.

Porque si miramos el palmarés de Valverde en los Mundiales desde entonces hasta el año pasado en Ponferrada vemos que tenemos siete podios, dos de plata y el resto de bronce, como ejemplo palpable de ese pequeño gran desastre que es la selección española, un equipo que generalmente se marca en negrita por los rivales, pero que no sentencia como sólo supo hacer Óscar Freire, tres veces, e Igor Astarloa, otra.

Al margen de las dos platas, la última colgada de su cuello en la cita de Madrid hace diez años, cuando Tom Boonen sprintaba como los ángeles, destacan los tres bronces que Valverde se ha llevado en las tres ultimas ediciones. Desde Valkenburg a Ponferrada, pasando por el inenarrable Mundial de Florencia, el ciclista del Movistar se ha convertido en el mejor exponente de la historia de la cita, al menos el que más podios tiene, pero le falta la guinda, una medalla de oro, a esta historia que ahora nos preguntamos si está cerca de su final.

Valverde besa su tercer bronce seguido © JL/EFE

Su última medalla © JL/EFE

Y es que la certeza de que un día u otro Alejandro Valverde sería campeón del mundo ha sido su gran lastre y en el fondo el principal problema para que ese título que todos le vemos en sus espaldas, nunca haya llegado. En los mejores años, Valverde tuvo una piedra, llamada Paolo Bettini, quien, listo como el hambre, le ha fastidiado un par de títulos. En las últimas ediciones sus propios errores le privaron del oro, así como en otras privó a compañeros de selección.

Sea como fuere en Richmond creo que tendremos un ojo y nuestro dinero emocional puestos en la casilla de este corredor que merece, de una vez por todas, ganar el oro en la competición a cuya puerta llama desde hace tanto tiempo. Nadie atesora su palmarés e historial, y la polivalencia que demuestra debe servirle para atar en corto la victoria.

Otra cosa es el marcaje y las miradas que sobre él se centren, pero, atención, lo ambiguo del recorrido, con adoquines y dureza contenida podría incluso hasta favorecerle, pues los “potros” belgas, tan fuertes como ineficientes, parecen más aptos para la empresa. Igual hasta en esa nebulosa, Valverde encuentra al fin el camino que todos un día le vaticinamos.

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