Uluru: En Aigle se han vuelto locos

Entre el libro de Jon Rivas sobre la mesa y la alucinante información que tengo delante en el ordenador, mientras me froto los ojos una y otra vez, el titular de este post me ha salido solo. Y es que por mucho que lo lea, lo relea y lo siga leyendo, no puedo entender el porqué del cambio en el sistema de competición del omnium, que ha entrado en vigor hace escasos días y que, supongo, se aplicará desde ya de cara a los Juegos Olímpicos de Río.

El bodrium lo será ahora mucho más que nunca. No por el cambio de orden de las pruebas –a partir de ahora la secuencia será scratch, persecución, eliminación, kilómetro o 500 metros, vuelta lanzada y puntuación- o por la modificación del sistema de puntuación –del punto por puesto de antes al sistema decreciente 40, 38, 36… de ahora- sino por el carácter decisivo que se le da a la sexta y última prueba, la puntuación, que tendrá una consideración muy distinta.

Y es que la carrera a los puntos del nuevo omnium ‘volcará’ sus puntos directamente a la general, tanto los logrados en cada uno de los sprints intermedios como en las vueltas ganadas. Así una carrera controlada se traducirá en pocos puntos en la general, mientras que una más ‘loca’ podría llevar a su ganador a sumar ochenta o más puntos. ¿Justo, injusto, beneficioso, perjudicial? Según cada caso, pero en todos ellos, incomprensible. E innecesario.

Dicho de otra forma, nos encontraremos con una puntuación edulcorada pero al mismo tiempo sobrevalorada… y lastrada por cinco pruebas anteriores, cuyo orden también merece una reflexión: de la alternancia velocidad-fondo del antiguo programa pasamos a uno bastante peor distribuido.

Y aunque algunos puedan entender este cambio como una potenciación de una de las disciplinas más espectaculares como la puntuación, la mejor solución pasa simplemente por suprimir el bodrium del programa olímpico y volver a incluir tanto esta prueba de fondo como la madison, sin que ello suponga ni más días de competición ni más participantes olímpicos.

Uluru, el blog de Luis Román-Mendoza

 

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