Van Aert mira hacia Roubaix

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Van Aert estrenó ayer su palmarés como campeón del mundo / ©Belga

Nicolás Van Looy / Ciclo21

Es curioso lo mucho que un día puede cambiar el transcurso de una historia. O de la Historia. Cosas del azar. O no tanto. La moneda que cae con la cara o la cruz mirando al cielo y la pregunta eterna, a partir de ese momento, de qué hubiera sucedido si el capricho del destino hubiese querido que en ese último rebote contra el suelo el lado visible de la misma hubiese sido el otro. Hay ocasiones, claro, en que eso hubiese afectado a nuestro mundo de una manera inimaginable. ¿Qué sería de Europa si el 20 de julio de 1944 Claus von Stauffenberg y el resto de oficiales de la Whermacht implicados en aquello le hubieran dado matarile al Führer en Gierłoż?¿Y si el 17 de diciembre de 1903 los hermanos Wright se hubieran estrellado –una vez más– en aquel campo en lugar de recorrer esos eternos 37 metros? ¿Y si el 28 de junio de 1914 Gavrilo Princip no hubiera tenido buena puntería y no hubiera matado al archiduque Francisco Fernando? ¿Y si Günter Schabowski no hubiera metido la pata en aquella rueda de prensa del 9 de noviembre de 1989? Nunca lo sabremos, claro. Lo imaginamos e incluso algunos han desarrollado interesantísimas teorías al respecto, pero jamás sabremos la verdad. Son todas ellas, por supuesto, preguntas sesudas y de enorme importancia para el mundo. Ante ellas, la que nos puede ocupar en algo tan banal como el ciclocross es a todas luces una estupidez, pero habiendo asistido a la temporada que hemos tenido la oportunidad de disfrutar, con esa irrupción tardía y fulgurante de un genio como Mathieu van der Poel, cabe hacerse una pregunta concreta: ¿y si Wout Van Aert hubiese perdido su segundo mundial consecutivo ante el holandés?

Pero la moneda, en esta ocasión, cayó del lado del belga que en su segundo año en la Elite, el primero disputado de forma completa, se ha llevado el Grand Slam, ya saben, el Superprestigio, el BPost Bank, la Copa del Mundo, el nacional y el Mundial. Como Sven Nys en sus mejores tiempos. En total, 30 podios y 18 triunfos –lejos, eso sí, de las míticas 30 victorias del Caníbal de la 2006-2007–. Sólo se le escapó el Campeonato de Europa, donde fue segundo. El domingo, en Eeklo, por fin llegó algo que comenzaba a obsesionarle: el primer triunfo portando el maillot arcoíris de campeón del mundo. Las esperanzas, los sueños y las miras puestas en el futuro, como no podía ser de otra manera teniendo en cuenta que su país, Bélgica, espera de él que tome el relevo de nada más y nada menos que Sven Nys. Un reto que, sin duda, achantaría a cualquiera. Quizás, incluso, al propio Nys. A Van Aert, por el momento, parece no disgustarle. Incluso, como ya dejara entrever hace unos pocos meses en una entrevista exclusiva concedida a Ciclo 21, se podría decir que disfruta con ello. ¿La inconsciencia de la juventud? ¿La arrogancia del campeón? ¿El juego del que se sabe elegido? Quizás, un poco de todo.

Hasta después de ganar el mundial, apenas había pensado en el Grand Slam”, reconoce ahora el niño prodigio del ciclocross belga. “No lo consideré algo especial hasta entonces. Sinceramente, no era algo en lo que me hubiese centrado… hasta esta misma semana. He de reconocer que esta semana sí me puse nervioso”. Y, viendo cómo se desarrolló la carrera de Middelkerke, en la que tan cerca estuvo de perder un Superprestigio que tenía ganado y que, al menos durante dos vueltas, estuvo en el casillero de Sven Nys, esos nervios del campeón del mundo estuvieron más que justificados. En realidad, pese a que la temporada ahora es inmejorable (siempre se podrá poner la pega del campeonato de Europa, pero es una competición menor en esto del ciclocross), esa mancha habría supuesto mucho. Muchísimo. No tanto como perder el mundial, pero casi. Van Aert lo resumen fácil: “tuve que correr durante medio circuito y me pasaron corredores a los que no había visto en todo el año”. Mírenlo por el lado positivo: supo gestionar ese momento que, sin duda, no fue nada fácil a nivel mental.

Así, al menos, lo ve el protagonista. “Nunca entré en pánico. Sí, reconozco que la situación me fastidió, pero conté con la ayuda de mis compañeros de equipo Jan Denuwelaere y Tim Merlier, que consiguieron que me resultara relativamente sencillo cerrar los huecos”. Fíjense en un detalle: durante los 40 minutos que duró esa ‘persecución’ rodó 1:20 más rápido que Nys y 30 segundos más veloz que el ganador, Mathieu van der Poel.

Ahora, claro, todo son felicitaciones y parabienes a su alrededor. Oyendo las declaraciones de su gente, uno no sabe bien si la alegría se la contagia él a su entorno o viceversa. Incluso su entrenador, Marc Lamberts, se muestra desatado. “No lo dudes: tiene motor para poder hacerlo bien en la ruta”.

¿Hablamos ya de un salto a la modalidad más afamada y lucrativa de este deporte? Pues no necesariamente. Hablamos, eso sí, de una aventura que ya se perfila en el horizonte y que hace más de una década intentó –con rotundo fracaso– Sven Nys: el asalto a la París-Roubaix. Lamberts se explica. “Wout tiene el potencial de poder hacer un buen papel en la ruta. Pesa 72 kilos… así que nunca se convertirá en un gran escalador, pero quizás sí pueda ser un buen aspirante a carreras como la París-Roubaix o la Vuelta a Flandes”.

La gran pregunta, claro está, es cuánto tardará Van Aert en afrontar tamaño reto. Van der Poel, su gran rival, ya se ha fijado un objetivo para este verano: clasificarse para las pruebas de BTT en los Juegos de Río de Janeiro. El entrenador del belga, enigmático y sonriente, sólo da su opinión, aunque ni afirma ni desmiente saber nada más. Burlón. “Te lo firmo ahora mismo si quieres: si pudiera tomar la salida este año en el Infierno del Norte, acabaría la carrera sin ningún problema”.

Evidentemente, todo es un juego. Una burla. Es imposible que veamos a Van Aert sobre los adoquines franceses ya que su equipo, el Crelan-Vastgoedservice (continental) no tiene plaza para correr la prueba francesa. Le quedan dos años más en la escuadra. Hasta final de 2018. ¿Podrá aguantar tanto tiempo? Esa sí es la gran pregunta.

Él, por el momento, pone buena cara a todo lo que le viene. “Todavía no sé cómo afrontaré mi calendario de ruta para preparar la próxima temporada. Lo primero que voy a hacer es disfrutar de un periodo de descanso. Mientras Mathieu lo tiene que dar todo para conseguir su plaza en Río, yo voy a tumbarme en el sofá”, dice riéndose. Un sofá que, seguro, se podrá permitir cambiar si no le parece lo suficientemente cómodo. A falta de algunas carreras menores, Wout Van Aert cierra el invierno con un total de 175.000 euros en concepto de ingresos por premios.

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