Superprestigio: Van Aert y Nys brindan un final de ensueño

Nys y Van Aert se saludan en el podio

Nicolás Van Looy / Ciclo21

Lo que absolutamente nadie esperaba, pero todos deseaban sucedió. Se acababa de completar la primera vuelta completa en Middelkerke, allá en la costa belga. Mathieu van der Poel que, por cierto, ha sumado hoy una nueva victoria aunque muy poco se vaya a hablar de él, estaba lanzando su ataque. Allá que se iba el holandés en solitario a por el triunfo después de haber empezado, como siempre, algo retrasado. Marca de la casa. Ya saben. A estas alturas, pocos secretos quedan.

Sven Nys, por detrás, hacía la goma. También como siempre. Ni se dejaba caer. Ni lideraba con comodidad. Nadie sabe muy bien a qué juega en estos últimos días además de a divertirse con su deporte y, se diría, que a costa de algunos de sus rivales. ‘Me voy porque quiero. Si soy capaz de hacer esto con dos horas diarias de entrenamiento… imaginad la que os lío si decido seguir otro añito más’, parece que les dice.

Pero entonces, algo llamó la atención de todos. Pasaban, en fila india, uno detrás de otro. Van der Poel, Nys, Meeusen, Pauwels, Merlier… un montón. Pero de él, ni una señal. De su arcoíris, que hace un momento deslumbraba a los demás, ni una señal. Y pasaron 12 corredores y no aparecía. Y pasaban 15 ciclistas y él seguía sin aparecer. Y de repente, corriendo, siendo sobrepasado por todos, vimos a un Wout Van Aert que, una vez más, se iba a quedar sin estrenar su palmarés de triunfos vestido con el arcoíris. Pero la cosa era mucho más grave. Había apurado excesivamente en un giro y su cambio había impactado contra uno de los postes que delimitan el circuito. ¿El resultado? Cambio roto y a correr. Nys era avisado por delante. El Caníbal aceleraba como hacía tiempo que no lo habíamos visto. Van Aert caía hasta la trigésima posición cuando alcanzó el box de material. Comenzaba la persecución.

Nys tenía a mano su 14º triunfo en el Superprestigio. Bonito o no. Gracias a la desgracia del rival o la mayor consistencia de uno mismo. Eso no es algo que se piense en ese momento. Van Aert, por detrás, desencadenado, corría por su Grand Slam. Van der Poel, por delante, por la honra de cerrar el año con otro triunfo.

Pasaban las vueltas y todos contaban posiciones y segundos. Era evidente, no podía ser de otra manera, que Van Aert tenía mucho más ritmo que todos aquellos que rodaban tan atrás, pero también lo era que el terreno perdido era enorme. La emoción se mantuvo unos cuantos giros. La respiración contenida. Cada curva, cada resbalón, cada pedalada… todo se analizaba. Pero Van Aert está muy por encima de todos los demás… menos de Van der Poel. Van Aert volvió de las catacumbas de la clasificación y se metió en los puntos. Y siguió pedaleando, porque eso no era suficiente. Y siguió ganando posiciones. Hasta conseguir terminar en esa 3ª plaza que sí le sirvió.

Y Nys, 4º, no pudo quejarse. Tuvo la despedida soñada. O casi. Quizás, mejor así. Quizás, para su grandeza, haya sido mejor no ganar un 14º Superprestigio gracias a la desgracia de un rival que ha sido superior todo el año. Quizás, para su majestuosidad, haya sido mejor terminar plantando batalla, de nuevo, al que tiene que ser su sucesor. Quizás, para el ciclocross, haya sido mejor así. Tan romántico. Tan bonito. Tan dramático. Porque las mejores historias, reconozcámoslo, no suelen tener un final tan bonito.

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