Van der Poel, la bruta bestia

Van der Poel, sonriente, de amarillo / © ASO

Rafa Mora / Ciclo 21

Vocifera “bruta bestia” el maestro Javier Ares, para referirse a Mathieu van der Poel, por no faltar el respeto, entiendo, ni querer herir sensibilidades cuando lo apropiado, y perdonen que me atreva, sería trasladar la expresión a la barra de un bar donde finos aficionados gritarían aquello más de la calle que es un puta bestia en toda regla.

Debe de ser el sueño de cualquier director de equipo tener a un corredor al que le digas, con papel y boli, en la paz del autobús, que hay que hacer esto, esto y esto para ganar, y te vayas a tu volante a seguir la etapa pensando que en un alto porcentaje de posibilidades eso, eso y eso va a pasar.

 

Qué lujo para ese director que ha planificado, sobre el papel, insisto, que mira, Mathieu, atacas en la primera subida, a por la bonificación, si no te cogen, te lanzas, y si te cogen, te agazapas y a esperar a la siguiente, por si te queda gas, y entonces, si te queda, oye, yo qué sé, llámame loco, vuelves al ataque, y si por una de aquellas tienes ese ni-ve-lón, pues oye, a saber, que a lo mejor ganas la etapa, sacas unos segundos, y entre la primera bonificación, la segunda, y los segunditos que saques, lucimos el amarillo que tu abuelo no pudo. En el Tour.

Vale, de acuerdo, diría el otro. Y todo eso, que parece fácil, cositas apuntadas e ideadas que se ven plausibles en un papel e improbables sobre el asfalto entre tanto gallo en tan buena forma entre lo mejorcito del planeta bici, pues mira, va y pasan. Y se habla de día histórico, y se habla de maravilla, de hazaña, de locura, de todo.

Y se habla porque hay mucho que decir de esos últimos kilómetros y de esas dos subidas. Porque la primera, estupendo, podríamos decir aquello de que eso lo hace cualquier otro -aunque no lo hicieron- siendo como es un ataque de uno contra el mundo como hemos visto muchos otros, pero es que la segunda es impensable. Es digna de volver a ver, porque no solo aparece el manual de ciclismo (que viene del papel del autobús, recuerden, Mathieu, esto, esto y esto), sino que aparece el genio, ese que solo puede hacer lo que, en este caso a voz, como si fuera fácil, apunta siempre Perico: “Un buen ataque es el que haces cuando más te duelen las piernas, porque eso es que les duelen a todos”. Si te vas en esa tesitura, abres hueco.

Y mira por dónde, Mathieu hizo eso, y no una, sino dos veces seguidas, en el Muro de Bretaña, en esa segunda pasada por el horno, vuelta y vuelta: soy el que salta a por Nairo, cierro el hueco, salta Colbrelli, y soy yo también el que va a por él, todos detrás, yo vigilado, ojo, no olvidar el detalle, y cuando más les duele a todos, me queda otra bala, y me voy. Resultado: Colbrelli y los demás se sientan, se miran, ay, qué dolor, y me voy, gano, me pongo líder, va por ti, abu.

Fácil, ¿no? 27 de junio de 2021. Historia. Bruta bestia.

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